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viernes, 29 de octubre de 2010

¿Una nueva guerra de religión en Bélgica con el pretexto de los curas (y obispos) pederastas?

29.10.10 | 18:45

Fuente: Las crónicas de Juan Fernández Krohn


Iba a dedicar mi entrada de hoy a una necrológica (beligerante) sobre uno de los nombres de mayor destaque en la página negra -u oscura- de la historia española de las últimas décadas, el fundador de comisiones obreras (CCOO), pero por una vez -y que no sirve de precedente (a algunos)- me pueden mas mis filias que mis fobias y decido ponerme a teclear sobre un tema distinto, objeto de mi debilidades y preferencias -todos aquí ya se habrán dado cuenta-, y me refiero al catolicismo de los belgas, heredero y deudor al mismo tiempo de la presencia española por estas tierras.

El parlamento belga acaba de decidir la creación de una comisión parlamentaria especial encargada de investigar los abusos sexuales de la iglesia, que es lo que viene a ser aunque la denominación oficial -"abusos en relaciones de autoridad especialmente dentro de la iglesia"- se ande con un poco más de eufemismos en el asunto.

Una comisión parlamentaria compuesta de trece miembros en un equilibrio aparente de las dos sensibilidades que se cruzan en esta delicada materia, la izquierda laica y la derecha confesional católica, pero torciendo ligeramente del lado de los primeros por obra y gracia de la designación de la encargada de presidirla una diputado francófono socialista.

En principio nada que objetar no obstante. El escándalo de los abusos cometidos por eclesiásticos no hace mas que ascender fuera y dentro de la iglesia y mas si cabe en Bélgica con las peripecias judiciales ruidosas que lo habrán alimentado y amplificado, tras la dimisión del obispo de Brujas hace ya unos meses- un íntimo del pontífice anterior, Juan Pablo II- que abriría la caja de (todos) los truenos y relámpagos.

Ocurre que tras la escalada del enfrentamiento entre el poder político -y judicial- y las instancias eclesiásticas belgas algunos no podemos impedirnos de percibir atisbos clarísimos que una nueva guerra de religión -cruenta o incruenta- se perfila en el horizonte de este país mayoritariamente católico a ambos lados de la frontera lingüística, por mas que el proceso de secularización haya sido mas acusado aquí de antiguo entre francófonos que entre flamencos.

Y en el recuerdo de algunos desde luego -¿pocos o muchos?- se yergue ahora el Kultur Kampf alemán del siglo XIX que arrojó en suelo belga no pocas víctimas de la persecución desatada entonces por la Prusia (protestante) de Bismarck contra los católicos, y más cerca en el recuerdo la persecución religiosa -simultanea con la expulsión de los jesuitas- obra de una sucesión de gobiernos franceses anti-clericales de finales del siglo XIX, y principios del XX, que traería también su lote de refugiados/religiosos (católicos) en Bélgica, la familia paterna de Leon Degrelle originaria del norte (hispánico) de Francia entre ellos.

Y por supuesto también la guerra civil española, que por una paradoja (excepcional) de la historia belga -o si se prefiere por una de esas excepciones/españolas inseparables del pasado de los belgas- arrojó sobre estas tierras no a las víctimas de la persecución religiosa (anti-católica) sino precisamente a los protagonistas (por activa) de aquella. Lo que viene a ilustrar el axioma -que ya dejé sentado aquí- inexorablemente presente en la historia de los belgas que convení en llamar la perdida del centro -que me diga el hundimiento del Imperio español (allende los Pirineos)

Algo que trajo fatalmente como consecuencia la afluencia periódica, a rachas, intermitente, desde todos los puntos cardinales casi en los dos últimos siglos, en estas tierras, de sucesivas oleadas de una emigración fundamentalmente constituída por refugiados religiosos o político/religiosos de confesión católica y herederos de una memoria colectiva o de grupo de un sello hispano indiscutible, y descendiente en linea recta de las guerras de religión y de la Contrarreforma. Irlandeses, holandeses del Sur, católicos alemanes (de contrarreforma), franceses del Norte católico (e hispano)

Hasta la emigración económica desde finales del siglo XIX no dejaba de arrastrar un sello innegable "católico/mediterráneo" O bien claramente católicos -como los italianos procedentes del Sur hispánico-; o sin serlo, como seria el caso de la inmigración marroquí de confesión musulmana procedentes en su aplastante mayoría -hasta un ochenta por ciento, como aquí ya lo tengo a menudo señalado- de la zona geográfica comprendida en las antiguas líneas de demarcación del protectorado español del Norte de Marruecos.

Atacar al catolicismo redunda aquí fatalmente pues en un ataque contra España y su memoria (católica) por estas tierras. Y la apertura de un comisión parlamentaria en los términos que lo habrá sido la que aquí nos ocupa ahora se asemeja en (casi) todo a una declaración de guerra. Perseguir por sistema abusos del genero que aquí estamos contemplando "en relaciones de autoridad (moral)", traduce de entrada una aplicación un tanto drástica del principio (revolucionario, jacobino) de la primacía absoluta de la ley (civil) y revela simultáneamente una visión maximalista -radical, extremista, demagógica (de izquierdas)- del principio de la separación Iglesia-Estado, en un país que contempla no obstante un régimen de "neutralidad" -inspirado en los principios del catolicismo liberal que la misma iglesia condenaría (...)- no propiamente laicista en la materia.

Y hacer además hincapié explícito en los abusos cometidos dentro de la iglesia (católica) infringe descaradamente ese principio que acabo de evocar -de neutralidad del estado-, en relación con las diferentes confesiones belgas presentes en suelo belga-, en detrimento por cierto de aquella y en beneficio de otras.

En particular de dos de ellas de las de mayor destaque en influencia e importancia numérica a seguir al catolicismo y me refiero al protestantismo belga, un protegido de predilección de la Casa Real de Bélgica (de origen protestante, no se olvide) desde la creación misma del estado belga independiente, como también de la acción tutelar omnipresente aquí -hoy como ayer- de la vecina Inglaterra (protestante); y por supuesto a la confesión musulmana representada esencialmente aquí por los colectivos inmigrantes procedentes de países musulmanes (amén de un porcentaje "in crescendo" de conversos belgas)

"Bruselas, ciudad musulmana" titulaba uno de sus artículos sin complejos, el último número, una revista de actualidad belga. Y no se piense que se limite a ser una exageración con efectos publicitarios o propagandísticos.

Las cifras oficiales dan ya desde hace mucho y en particular desde que aquí vengo residiendo cifras que superan el porcentaje del treinta por ciento del total de la población de la aglomeración de Bruselas (el área territorial perteneciente a su casco urbano, situada al interior de su periferia, y compuesta de diez y nueve "comunas")

La beligerancia anti-católica de la comisión parlamentaria recién creada esconde innegablemente pues un trato discriminatorio de favor hacia las confesiones minoritarias y en especial hcia las dos nombradas. ¿Se imaginan -y pregunto a los belgas que aquí me lean-el ruido y la polvareda de escandalo si se procediese aquí a la creación de una comisión destinada a investigar abusos de ese tipo entre la comunidad musulmana, la protestante (o incluso la judía)?

¿No dan escándalos o menos que la iglesia perteneciente a la confesión mayoritaria en Bélgica? Es posible, lo cual no quiere decir que las autoridades civiles competentes deban sentirse eximidas de investigar entre sus filas; se llevarían tal vez muchas sorpresas. Y soy consciente adentrándome en ese terreno, de estar infringiendo pesados tabúes, pero una simple lectura del libro sagrado de la religión islámica no deja de plantear los mas serios interrogantes en la materia -me refiero a la pederastia- como me las planteó a mi cuando lo leí por vez primera. ¿Esas invocaciones y evocaciones (orientales) recurrentes, casi obsesivas, a un paraíso compuesto esencialmente tanto de efebos como de huríes? (...)

Lo mismo -todas las distancias salvas- cabe decir de la practica frecuente (proverbial incluso) del incesto en grupos y comunidades de confesión judía. O el puritanismo llevado a veces a extremos propiamente inhumanos o antinaturales en ciertas sectas protestantes, con las consecuencias (de todo orden) más que previsibles.

Y por lo que al sector propiamente "laico" (o laicista) se refiere digamos que responde en principio mas bien a un sensibilidad de tipo ideológica que escapa (en parte) a la lineas de demarcación confesionales. Pero la "laïcité" en Bélgica no deja de estar organizada también a modo de una confesión religiosa. Con sus propios ministros o representantes.

Y por supuesto con ayudas y subvenciones estatales jugosas y substanciosas. Y también con sus prosélitos y propagandistas. Como aquella visitadora de prisión ya de cierta edad, que vino a verme -una sola vez- estando yo preso (en el 2000) aquí en Bruselas que me dió claramente a entender que su presencia allí dentro no respondía a una real demanda de parte de los reclusos sino que perseguía sobre todo el hacerle la competencia a los visitadores de religión católica (seglares o eclesiásticos)

Y esta claro hoy como ayer que el conflicto siempre latente entre el catolicismo y la "laïcité" esconde también -en Bélgica hoy por hoy como en la España de las décadas que precedieron a la proclamación de la república y al estallido de la guerra civil- un choque de dos sistemas de moral irreductiblemente opuestos, en todos los planos, individualmente como socialmente hablando, en el ámbito de la conducta puramente personal como de los comportamientos colectivos.

Y lo ilustra por ejemplo la propaganda incitante a favor de la práctica de la homosexualidad, abiertamente por veces, de lo que fuí testigo a diario a mi paso por la Universidad Libre de Bruselas, bastion destacado de lacismo aquí en Bélgica. "Democracia religiosa". El titulo beligerante de una de las obras más emblemáticas de Maurras, francés y tradicionalista -que le valdría entre otras su pue su excomunión y puesta en el índice de los libros prohibidos (...)- traduce ese aliento...o esa fiebre moralizante y religiosa o pseudoreligiosa a la vez -y en el fondo intolerante- indisociable del ideal democrático en la teoría como en la practica.

La comisión parlamentaria ahora nombrada persigue el hacer justicia -en un sentido vindicativo lo busquen o no lo busquen o deseen las propias víctimas- y de paso también el humillar (un poco mas) los sentimientos y convicciones de una mayoría católica de la población belga, y de un catolicismo de estas tierras que lleva desde hace siglos -desde que se fueron los españoles- de derrota en derrota. ¿Qué hacer?

Los casos más escandalosos deberían sin duda ser tratados con rigor extremo como el del obispo amigo del papa polaco, al precio incluso de intervenir directamente a la iglesia belga ante el triste espectáculo de connivencia que están dando. Entre ellos por cierto el obispo dimitido de Brujas, amigo íntimo y protegido del papa Wojtyla. Oficialmente desaparecido desde hace ya unos días sin que la iglesia ni el vaticano hayan ofrecido hasta ahora explicación ninguna (...)

Que pague uno por todos, o unos pocos tan solo. Por el honor de todos los católicos, y de una nación entera. Ocurre no obstante que si nuestros deseos se visen cumplidos la causa de beatificación del papa Wojtila se vería desahuciada irremediablemente, "sine die". Algo a lo que algunos desde luego no vemos otra alternativa.

Y seria de paso un mensaje fuerte y elocuente en dirección de las autoridades civiles y de las instancias de signo laicista aquí en Bélgica ¿No caerá esa breva?

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