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jueves, 14 de abril de 2011

Quien se pica, come hostias

Hace unas semanas se celebró en Madrid una manifestación de esos colectivos que se autodenominan pro-vida, pese a que se oponen a la investigación científica con células madre embrionarias (que acaso pudiera llevar a salvar vidas), a los métodos de fecundación in vitro (que, de hecho, han dado la vida a muchos niños y niñas) y al mero fornicio de quienes no han pasado por una vicaría, lo cual de nuevo puede llevar al nacimiento de seres humanos a poco que uno se descuide e incluso en ocasiones voluntariamente. Estos peculiares pro-vida se manifestaron en la calle Alcalá. Llamaban asesinato a actividades legales en las que hemos participado muchas personas perfectamente pacíficas como la interrupción voluntaria de un embarazo o el acortamiento de la agonía de un moribundo para evitarle mayores sufrimientos.

Lo sé porque lo vi. Y lo vi porque en el Círculo de Bellas Artes se celebraba esa mañana la culminación del proceso de elaboración del programa electoral de Izquierda Unida-Comunidad de Madrid. En un descanso algunos tuvimos la oportunidad de escuchar el discurso de quienes llamaban asesino a todo bicho viviente (pero, curiosamente, no decían ni una palabra del bombardeo que empezaba ese mismo día en Libia: las bombas no preocupan a los pro-vida). Esa coincidencia con otros actos pudo haber generado incidentes a poco que hubiéramos reaccionado al católico modo a los insultos de esta panda. Pero no: cuando los fumadores terminaron su tarea nos subimos a continuar con la de todos y santas pascuas, con perdón.

Que le llamen a uno asesino puede resultar ofensivo, no me digáis que no. Al menos más que el hecho de que le digan a uno que está equivocado. El lugar de la marcha fundamentalista también podía ser poco apropiado: el recorrido coincidía con el de todas las manifestaciones de la izquierda madrileña (la mani contra la guerra de esa misma tarde, con bastante más gente) y había esa coincidencia con el encuentro de IU-CM, conocida organización abortista y eutanásica. Pero a nadie de IU-CM se nos ocurrió pedir la prohibición de esa manifestación: simplemente Laura Carenas, de Mujeres de IU-CM, mencionó en nuestro acto que si alguien estaba por la vida éramos quienes defendíamos la libertad, la buena vida, la alegría, la sexualidad libre y nos oponíamos a la imposición, a la cárcel para el discrepante moral y a la guerra.

Si Gallardón y su equipo de liberales fueran ateos sí habrían prohibido esa manifestación y de cualquiera que exhibiera creencias religiosas. Lo habrían hecho en nombre de la tolerancia, porque les parece intolerante que alguien exhiba creencias distintas a las suyas. Ayer el Ayuntamiento de Madrid  pidió a la Delegación del Gobierno que no autorice una marcha pagana para celebrar la llegada de la primavera el 21 de abril: con dos hogueras y un capirote el alcalde esgrime que autorizar la marcha sería contrario a la tolerancia (sic).

Es una marcha organizada por ateos mucho más arraigada históricamente que las procesiones católicas: los cristianos celebran la muerte de Jesús en esta época para sacralizar la fiesta de la primavera como celebran su nacimiento el 25 de diciembre para dar sentido religioso a la fiesta que ha celebrado siempre que el Sol vuelve a subir en esa fecha. Una organización atea quiere tener también su celebración estacional, que era de todos hasta que la religión se la apropió y Gallardón pide que se prohiba porque es un uso del espacio público con fines espurios y porque esos días hay muchos católicos sueltos con capirote a quienes ofende profundamente que haya gente que en el siglo XXI no crea en resurrecciones y embarazos de vírgenes y a pesar de esa incredulidad no se esconda en sus catacumbas contemporáneas.

No sé si Gallardón conseguirá prohibir la marcha de ateos. Es tal la regresión en libertades, la agresividad del catolicismo, la sumisión del Gobierno y la arbitrariedad derechista de la justicia que llega a ser creíble que consigan ilegalizar que los ateos nos exhibamos en pie de igualdad aun siendo mucho menos ofensivos que aquellos torquemadas de la calle Alcalá (entre los que doy por hecho que habría varios concejales de Gallardón).

El alcalde quiere una teocracia en la que la calle sea sólo para los católicos. Quien no sea católico no tiene derecho a exhibir sus opiniones pues éstas resultan ofensivas a los meapilas. Podría suponer que es un gesto electoral hacia el nacional-catolicismo que nutre las urnas del PP, que Gallardón sabe que su petición es propia de un ultraderechista. Da igual el motivo: Gallardón es capaz de perseguir la prohibición del ejercicio de un derecho fundamental (el de manifestación, el de expresión de ideas distintas a sus supersticiones en pie de igualdad con la manifestación y expresión de esas supersticiones) si tales derechos chocan con sus intereses y/o ideas. La democracia es secundaria para nuestro ayatolah Gallardón, el torquemada que se llevó el Santo Oficio junto a Cibeles, esa diosa pagana tan ofensiva para el catoliqueo.

(vía blogs.tercerainformacion.es)

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