De ser la religión "medio para salvar al hombre", han convertido a este hombre en "instrumento de supervivencia", la de la casta sacerdotal lógicamente, la pervivencia de quienes detentan la rectoría de la creencia.
Nunca la persona ha de estar al servicio de fines generales si con ello hay detrimento de su dignidad. Mucho saben las religiones de lo contrario.
Es la persona la que debe ser rectora de su destino, un destino autónomo, según escalas de perfección propias.
No podemos negar que las religiones han buscado la "liberación" del hombre, su dignificación, su progreso moral, han tratado de inculcar valores de amor, perdón, solidaridad, valores que cualquier persona de bien acepta, pero... las también religiones han tratado por todos los medios de imponer valores presuntamente excelsos, pero no humanos.
La persona ha de ser reconocida por sus méritos, por sus actos, por sus logros. Sin embargo y con demasiada frecuencia, dentro de los sistemas de creencia priman otros elementos, los piadosos, los de rango, los de cumplimiento de preceptos espureos (ajenos a la estructura de la personalidad)...
Esto no quiere decir que la configuración de la sociedad civil sea la panacea de los males que aquejan al mundo. Desgraciadamente, y más todavía, en determinadas sociedades civiles la persona queda degradada de tal manera que el valor primero, el de la vida, queda supeditado a otras instancias deletéreas: pensemos en los sistemas comunistas.
Dígase otro tanto de la solidaridad, uno de los valores que más ha tratado de usufructuar la creencia, cuando la compasión es algo connatural al hombre.
La persona como miembro de la sociedad, vive solidariamente el dolor de los que sufren, se hace partícipe del sufrimiento de los demás: es cierto que éste es también un valor esencial en la creencia, pero no más que lo es en las sociedades civiles.
Como hemos visto con harta frecuencia, la organización crédula, como tal, propugna una solidaridad de rezos compasivos, que no son más que una expresión de deseos (dejando aparte la labor meritoria de Cáritas, Manos Unidas o "misiones" especiales).
Son sus miembros, en cuanto personas, los que acuden en socorro de sus "hermanos", acciones que luego teñirán del color del credo, pero que en esencia no son ni más ni menos que actos nacidos de la ética humana, de la con-pasión.
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