“- La vida humana es corta y no da tiempo a probarlo todo, así que tenemos que fiarnos en parte de los que heredamos de nuestros padres. En mi generación, el valor supremo era la estabilidad: lograr permanencia y ser fiable en el trabajo, el ahorro, la familia, las amistades…Las negritas son mías.
- ¿Por qué hoy ya no lo es?
- Porque el tiempo ha sido acelerado por una enorme cantidad de propuestas de valores e información: recibimos tanta que, en vez de mejorar la comunicación, la entorpece.
- ¿No damos nada ya por sentado?
- No nos da tiempo de asumir nada. Por eso vivimos en angustia permanente, porque la asunción de nuevos valores es como las comidas: puedes decidir comer más deprisa, pero no puedes acelerar la digestión. Necesitaríamos más tiempo para digerir tantos cambios, pero cada vez llegan más y más…
- ¿No hay esencias que permanecen?
- Seguimos siendo seres en evolución y por tanto en conflicto y, por tanto, políticos.
- Creí que me iba a hablar de religión.
- Le estoy hablando, porque toda religión, al fin, tiene apetencias políticas igual que toda política las tiene religiosas.
- ¿En qué sentido?
- Toda iglesia acaba aspirando a administrar no sólo las almas, sino también los cuerpos y bienes de sus fieles; y todo político acaba queriendo dirigir no sólo las conductas de los ciudadanos, sino también sus pensamientos y conciencias.
Y más tarde:
“- Hemos confundido la auctoritas con la potestas; la autoridad con el poder. Nuestros dirigentes tal vez tengan algún poder, pero carecen, en general, de autoridad.La entrevista completa, aquí.
- ¿La autoridad no es mandar?
- Mandar es el poder: sólo un mecanismo. Hoy se gana, por ejemplo, con el control de un partido. Pero la autoridad sólo se adquiere con el testimonio: dando ejemplo. Y hablo del ejemplo no de un solo momento, sino de toda una vida.
- Hay quien se inventa la biografía.
- ¡Es de lo que hablaba! Cuando un dirigente miente, tal vez logre mantener el mecanismo de su poder, pero pierde toda autoridad. Porque nuestra cultura no es retórica, sino ética: no creemos en las palabras si no van acompañadas de hechos, de conductas. Por eso la ejemplaridad del dirigente es crucial: es su autoridad. Con ella guía la conducta de la ciudadanía. Porque actuamos –es pura antropología– sobre todo por imitación.
- ¿No fingimos todos a veces?
- ¡Somos actores siempre! Seres que actúan e imitan a otros actores. Es la razón de la crisis: el ciudadano ha imitado el derroche y la corrupción de sus dirigentes y los países se endeudan y van a la ruina. Ahora ese ciudadano para rectificar requiere ejemplos de austeridad, productividad y eficacia. Y no sé si los encuentra.
- ¿Dónde se adquiere hoy autoridad?
- El poder se consigue actuando ante los medios y sólo dura lo que dura esa representación en la opinión publicada. Si no sales en los medios, no existes: careces de poder. Pero la autoridad es testimonio y es tan poderoso que encuentra sus modos de transmitirse.
(vía blogs.20minutos.es)
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