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jueves, 15 de septiembre de 2011

“Toda religión tiene apetencias políticas”

Interesantísima, como muchos días, la entrevista de la última página de La Vanguardia de hoy. Es con Lluís Duch, antropólogo, doctor en Teología por la Universidad de Tubinga y monje en el monasterio de Montserrat desde hace 50 años. Y dice esto:
“- La vida humana es corta y no da tiempo a probarlo todo, así que tenemos que fiarnos en parte de los que heredamos de nuestros padres. En mi generación, el valor supremo era la estabilidad: lograr permanencia y ser fiable en el trabajo, el ahorro, la familia, las amistades…
- ¿Por qué hoy ya no lo es?
- Porque el tiempo ha sido acelerado por una enorme cantidad de propuestas de valores e información: recibimos tanta que, en vez de mejorar la comunicación, la entorpece.
- ¿No damos nada ya por sentado?
- No nos da tiempo de asumir nada. Por eso vivimos en angustia permanente, porque la asunción de nuevos valores es como las comidas: puedes decidir comer más deprisa, pero no puedes acelerar la digestión. Necesitaríamos más tiempo para digerir tantos cambios, pero cada vez llegan más y más…
- ¿No hay esencias que permanecen?
- Seguimos siendo seres en evolución y por tanto en conflicto y, por tanto, políticos.
- Creí que me iba a hablar de religión.
- Le estoy hablando, porque toda religión, al fin, tiene apetencias políticas igual que toda política las tiene religiosas.
- ¿En qué sentido?
- Toda iglesia acaba aspirando a administrar no sólo las almas, sino también los cuerpos y bienes de sus fieles; y todo político acaba queriendo dirigir no sólo las conductas de los ciudadanos, sino también sus pensamientos y conciencias.
Las negritas son mías.
Y más tarde:
“- Hemos confundido la auctoritas con la potestas; la autoridad con el poder. Nuestros dirigentes tal vez tengan algún poder, pero carecen, en general, de autoridad.
- ¿La autoridad no es mandar?
- Mandar es el poder: sólo un mecanismo. Hoy se gana, por ejemplo, con el control de un partido. Pero la autoridad sólo se adquiere con el testimonio: dando ejemplo. Y hablo del ejemplo no de un solo momento, sino de toda una vida.
- Hay quien se inventa la biografía.
- ¡Es de lo que hablaba! Cuando un dirigente miente, tal vez logre mantener el mecanismo de su poder, pero pierde toda autoridad. Porque nuestra cultura no es retórica, sino ética: no creemos en las palabras si no van acompañadas de hechos, de conductas. Por eso la ejemplaridad del dirigente es crucial: es su autoridad. Con ella guía la conducta de la ciudadanía. Porque actuamos –es pura antropología– sobre todo por imitación.
- ¿No fingimos todos a veces?
- ¡Somos actores siempre! Seres que actúan e imitan a otros actores. Es la razón de la crisis: el ciudadano ha imitado el derroche y la corrupción de sus dirigentes y los países se endeudan y van a la ruina. Ahora ese ciudadano para rectificar requiere ejemplos de austeridad, productividad y eficacia. Y no sé si los encuentra.
- ¿Dónde se adquiere hoy autoridad?
- El poder se consigue actuando ante los medios y sólo dura lo que dura esa representación en la opinión publicada. Si no sales en los medios, no existes: careces de poder. Pero la autoridad es testimonio y es tan poderoso que encuentra sus modos de transmitirse.
La entrevista completa, aquí.

(vía blogs.20minutos.es)

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