Marta Garde
París, (EFE) - La Francia multicultural del siglo XXI, más mestiza y más musulmana, observa cómo en la integración de los nuevos franceses la religión sigue siendo un tema sensible de debate en el que no se ha encontrado un término medio entre la instrumentalización y el análisis sensato.
El asesinato de siete personas el pasado marzo en Toulouse y Montauban por el terrorista islamista de origen argelino Mohamed Merah, quien dijo actuar en nombre de la organización Al Qaeda, no evitó que pese a los intentos de desvincular sus actos de sus creencias esa amalgama acabara sobre la mesa.
"¿Cuántos Merah hay en los barcos, en los aviones que cada día llegan a Francia llenos de inmigrantes?, se preguntó la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, la misma que declaró que se estaba engañando a los franceses al no indicarles que la carne que consumen es "halal" (sacrificada según el rito musulmán).
La campaña electoral que culmina con las elecciones del 22 de abril y 6 de mayo en primera y segunda vuelta, que hasta entonces se había centrado en cuestiones económicas y sociales, tomó durante una semana un rumbo suscitado por la emoción provocada por esas matanzas.
El fundamentalismo, según explicó a Efe el experto del Centro de Investigaciones Políticas de la Universidad parisina de Sciences, Gil Delannoi, no es específico de Francia sino del mundo musulmán, pero el miedo de que se acusara a los candidatos de instrumentalizar esa tragedia provocó que se perdiera la oportunidad de analizarlo a fondo.
Primó en un primer momento lo políticamente correcto, pero no han faltado en las últimas semanas ideas que cuestionan el equilibrio entre las diferentes comunidades que viven en Francia.
La propuesta de Le Pen de limitar las ayudas públicas a las familias que tengan al menos "un padre francés" y de prohibir todos los signos religiosos ostentosos, o la insistencia en la defensa del laicismo de Sarkozy son ejemplos de un discurso político que se ha radicalizado.
"El islam no es una etnia ni una cultura, sino una religión que conlleva un estilo de vida que no es el más fácil de conciliar con las tradiciones nacionales francesas", sostiene Delannoi.
Una opinión que confirma la de su colega en el Centro de Estudios Europeos (CEE) Virginie Guiraudon, según la cual "Francia es multicultural de facto", pero pese a su historia como país de acogida de inmigrantes "jamás ha tenido multiculturalismo a nivel institucional".
Distinguir las especificidades de las diferentes comunidades choca con la igualdad abanderada en el lema de la República, y la peligrosa ecuación entre islam, inmigración, inseguridad y terrorismo hace que el candidato que se atreva a abordarla tenga más posibilidades de recibir una crítica que la aprobación general.
"Todo problema del que el FN ha hecho un asunto demagógico es no apto para el tratamiento serio", señaló en entrevista con Efe el autor del libro "El nuevo populismo nacional", Pierre-André Taguieff, para quien "paradójicamente la existencia de ese partido beneficia en el fondo a lo políticamente correcto".
Francia se caracteriza a su juicio por la presencia de una fuerte comunidad musulmana, cifrable según sus datos en entre 5 y 7 millones de personas, sobre las que la ideología "asimilacionista" predominante ha sido interpretada algunas veces más como discriminación que como integración.
La voluntad de integrar y la resistencia de aceptar completamente como compatriotas a esos franceses forma parte de un viejo debate superado en esta campaña por la crisis económica, pero que refleja, según esos expertos, que el problema persiste y estalla en cuanto un hecho puntual aparece como detonador.
(vía elcorreo.com)
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