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lunes, 30 de julio de 2012

Siria: un mosaico religioso que oculta odios seculares

BÁRBARA ÁLVAREZ SOLANILLA

Lo que los observadores occidentales ven como simple revolución popular en otro país árabe es, en realidad, una lucha interna por el poder, que está llevando a la división de Siria en dos estados independientes. Uno, alauí, que incluiría a los funcionarios del Gobierno y altos mandos del Ejército; el otro lo formarían los suníes, alzados contra Asad desde marzo de 2011. Y es que Siria es un mosaico de etnias, culturas y religiones, donde los alauíes, una minoría de tan sólo el 10% de los 22 millones de habitantes que tiene Siria, gobiernan el país. La mayoría de la población (75%), sin embargo, es suní, una rama del Islam radicalmente opuesta a la chií, en la que se encuentran los alauíes y otros grupos como los hazaras o zaidíes. Además, hay una minoría no musulmana formada por drusos (religión afín al Islam), cristianos e incluso una comunidad de no más de 4.000 judíos.

Alauíes y suníes

Si bien alauíes y suniés profesan la misma religión, el islam, pertenecen a ramas distintas del mismo: cada grupo interpreta a su manera el Corán y los libros santos. Estas diferencias han conducido a una guerra abierta y global entre ambas tendencias, que ha convertido Siria en el último campo de batalla en el que los suníes atacan al “hereje” chií-alauí.

Los alauíes detentan el poder del país desde 1970, cuando el padre de Bashar el Asad se hizo con el control no sólo político, sino también económico y militar. Desde entonces, este grupo ha controlado los altos cargos del Gobierno y del Ejército. Los suníes se han levantado, ahora, contra un Gobierno laico y de corte chií, al que pretenden derrocar mediante las armas.

Si bien en un principio las manifestaciones del pueblo sirio contra Asad tenían ciertas similitudes con los alzamientos de la Primavera Árabe (por su exigencia del reconocimiento de más derechos políticos), pronto empezó a aflorar a la superficie un tufo a yihad que, en estos momentos y por si fuera poco, ha atraído a combatientes suníes de todo el mundo.

Ahora que los rebeldes al Gobierno tan sólo contemplan el uso de las armas como vía para alcanzar el poder, la guerra se ha extendido a todo el territorio sirio. Incluso Damasco y Alepo, ciudades cosmopolitas y occidentalizadas, sufren los estragos de una guerra sectaria.

Sin ninguna de las partes admitiendo rendición alguna en esta guerra sin cuartel, a vida o muerte, Asad parece contemplar una segunda opción: ha desviado recursos y armamento hacia la zona costera noroeste, de población mayoritariamente alauí y donde, por ende, cuenta con mayor apoyo.

Un nuevo Estado

Expertos orientales ven en este movimiento la formación de un nuevo Estado alauí, aislado en la costa e independiente del resto de Siria, que contaría con Latakia como capital. Mientras, en otras zonas se podría dar también la creación de diferentes Estados-nación: los kurdos en la frontera con Turquía, los drusos al sur y los suníes ocupando el resto del territorio.

“La crisis siria podría resolverse con la fragmentación en Estados donde cada cual viva con su comunidad”, dijo a LA GACETA Mordejai Keidar, del Centro BESA de la Universidad de Bar Ilan (Israel). Habla de una salida que cada vez encuentra más eco entre los expertos: la posibilidad de que Asad renuncie al poder de toda Siria y concentre sus fuerzas en la costa.

(vía intereconomia.com)

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