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viernes, 25 de enero de 2013

No hay cura para la hipocresía

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Que la “moral” religiosa es indebidamente flexible cuando conviene no es noticia, como tampoco que la hipocresía es parte integral de todo sistema dogmático. Pero por si todavía quedaran dudas, he aquí un caso bastante claro, del que me anoticio a través del blog de Jerry Coyne.

El primer día de 2006 una mujer embarazada de gemelos de siete meses llegó al muy católico Hospital Santo Tomás Moro en Cañon City, Colorado, Estados Unidos. (El hospital es parte de una cadena nacional de servicios de salud católicos (Catholic Health Initiatives) con un patrimonio declarado de quince mil millones de dólares.) La mujer se sentía mal debido a que, según se descubrió luego, tenía una arteria casi tapada. Tuvo un ataque al corazón y luego murió. El obstetra de guardia no respondió a los llamados. Si hubiera atendido, habría podido llegar al hospital o al menos dar instrucciones para que se le realizara a la mujer una cesárea, con lo cual se habrían salvado quizá los dos fetos. El esposo de la mujer demandó al hospital por la muerte de los gemelos (la muerte de la mujer era prácticamente inevitable en ese punto).




Los abogados del hospital están ahora defendiendo a su cliente con el argumento de que según la ley vigente, los fetos no son personas, por lo cual no haber hecho nada para salvarlos no constituye una malapraxis médica. Es bastante improbable que la dirección del hospital esté de acuerdo con esa ley o que sus abogados hayan decidido argumentar así contra los deseos de su cliente. De hecho, las instituciones católicas de salud de Estados Unidos vienen peleando desde hace tiempo, con uñas y dientes, por ser exentas de las leyes que valen para todos los demás, desde aquéllas que prohíben discriminar a sus empleados por su orientación sexual hasta las que los obligan a recetar anticonceptivos en vez de recomendar sus peligrosamente falibles “métodos naturales” de control de la natalidad.

Naturalmente, la proposición “los fetos son personas” no tiene las mismas consecuencias cuando se usa como mero slogan político que cuando alguien más pretende utilizarla para quitarle a los empresarios devotos una pequeña parte de la inmensa cantidad de dinero que acumulan cada año gracias a su influencia y sus exenciones impositivas. En pocas palabras, como dice Coyne, los fetos son personas… hasta que le cuestan dinero a la Iglesia.

(vía Alerta Religión)

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