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miércoles, 27 de mayo de 2015

Divorcio entre la religión y la mujer

Mariano Báez Aguilar

La primera pregunta que surge: ¿Cuál es el grado de influencia que ejercen las jerarquías católicas sobre las decisiones de las mujeres en materia sexual?

Durante los años setenta, cuestiones como la libertad de abortar, el acceso a la anticoncepción moderna o el derecho de la mujer al placer, fueron de alguna manera privativa de las feministas europeas y norteamericanas. Para las activistas de Lima, Bogotá, Caracas, México o Santo Domingo era difícil levantar como banderas principales de lucha tales temas. Se les descalificaba como “burguesas”, “ajenas” a la realidad latinoamericana y a las luchas populares.

Visto desde otra trinchera conservadora, escribe Ana María Portugal, hablar de la libertad de abortar o de usar la píldora era contravenir los preceptos de la Iglesia católica mayoritaria y de clara vocación ibérico-tradicional, institucionalmente hablando; se chocaba con las creencias religiosas de miles de mujeres que, sin embargo, a menudo abortaban clandestinamente.

Así que el derecho al placer, a decidir sobre la propia maternidad, a hacerse un aborto en condiciones médicas de seguridad, quedaron durante todo ese tiempo como temas secundarios o impertinentes dentro de la agenda feminista latinoamericana.

“…era prematuro, o poco táctico presentar propuestas alusivas, ya que las mujeres pobres no están interesadas en hablar sobre sexo o sobre aborto. Mientras tanto, los índices de muertes por aborto iban en aumento”. En la mayoría de los países latinoamericanos es la primera causa de muerte materna.

Según la Organización Mundial de la Salud, en América Latina se practican anualmente siete millones de abortos. Hay países como Perú que consideran la anticoncepción moderna como un atentado a la moral.

Ahora, en gran medida, las mujeres que se consideran cristianas, católicas o protestantes hablan de la necesidad de democratizar las estructuras institucionales de las iglesias, en especial de la romana.

Para llegar a una rápida solución a este problema, “se trata, en primer término, de bucear en el pasado, en la historia indígena y colonial, y encontrar en las raíces de la subordinación femenina elementos que ayuden a entender el presente. Pero debe partirse de las experiencias actuales. Es decir, de las prácticas comunitarias de las mujeres organizadas en los barrios y zonas populares, que vienen reflexionando sobre lo que significa ser cristiana y tener que hacerse un aborto.

Es necesario analizar el pensamiento religioso a la práctica del aborto desde los comienzos de la cristianidad y sus interesantes variaciones.

Pero lo más importante en todo este problema es la discusión. Urge dialogar y llegar a conclusiones afectivas que hagan sentir a la mujer más libre y, por supuesto más feliz.

Al final de cuentas es su decisión y su cuerpo.

Es tiempo del cambio. El futuro es hoy y nos estamos aferrando al pasado.

¿No cree usted?

(Via eldiariodevictoria.com.mx)

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