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martes, 16 de noviembre de 2010

Papas con choco

Ana Isabel Espinosa

15 nov 2010

Fuente: http://www.extremaduraaldia.com

Es difícil no hacerle caso a Benedicto y no predicar tu fe, que hay muchos que piensan que los ateos no la tenemos, pero miren que sí, que no son, solo ellos, los de la religión dominante o los que se creen que nacieron con un libro santo, en la mano derecha, los que tienen valores o motivos para creer, en algo o en alguien.


Mi amigo Ramón Corrales, alucinaba, cuando le contaba, cómo mi amiga de izquierda unida, hacía más milagros cotidianos que cualquier santa que se preciara, sin fe en los dioses, sino en la humanidad por entero.


No le importa a Mohamed que los saharauis sean tan musulmanes como él, para asestarles paletadas de cordura en sus volátiles cabezas, que creen fundamentalmente, como cualquier revolucionario que se precie, en patria o libertad. No soy yo quien, para responderle del laicismo que achaca a España, según las palabras del visitante blanqueado, que mucha culpa tiene la empresa que él regenta, que no fue precisamente, más que cuna de persecuciones y estratagemas, desde el poder y desde la gloria, para gobernar los imperios que no podía con otras armas.


No se me enfadarán sus fieles, si les digo que los hijos, de los hijos, de los judíos, que sus ancestros echaron de estas tierras, y los hijos, de los hijos, de los moriscos que bautizaron a la fuerza y a los que después sentenciaban -con la sospecha y el castigo- de ser los que ayudaban a los turcos, cuando invadían las costas, al grito de "moro a la vista", no les deben de tener mucho aprecio. Pero si nos centramos en nuestros días, la libertad no es que se haya puesto por bandera y algunos pensemos que el mejor dios, es aquel, que nos humaniza como hombres y que mejor hagamos una capa de nuestro sayo y no un visón al cura, de nuestras espaldas; si no que su propia juventud, que grita enfervorecida cuando lo ve desde el papamóvil, se esconde tras las sayas y peca en abundancia, no sacraliza los mandamientos, ni predica con el ejemplo, que, para su mayor pena, no redunda en beneficios, que deben suplir con la fiscalidad, de la casilla de hacienda.


Ser ateo hoy en día, ser laico que va de calle, no es tarea fácil, ni bien vista, pero ya que estamos en predicar y que Benedicto nos llama a que demos fe, de lo nuestro, bueno será decir que no vamos a casa de los demás a insultarlos, ni atropellarlos, con nuestros improperios, que no solo nos ocupamos de las carestías del hombre, que son muchas, sino- también-de que no fastidie a su mujer, que sea igualitario, que ella maneje los hilos de su vida y no se convierta en sierva, que para siervos, los de la gleba y ya nos quedan muy pasados. Nos amamos como hermanos, sin serlo, porque somos tan pocos - aunque algunos pretendan que somos muchos, porque ven el bosque y no el árbol- que nos llevamos bien discutiendo y votando, programando y desprogramando, porque de eso vivimos, esencia de nuestras diferencias, tan palpables y ufanas, que nos hacen idénticos, en nuestras exigencias.

No vamos por ahí peregrinando, ni adoctrinando, ni queriendo convertir a nadie, porque este es un club restringido, en el que entrar cuesta y mucho, sobre todo de dosis de conciencia, de despojarte de mata y de cruz, de dejar atrás amigos falsos y apariencias, de saberte bien con la tierra, el mar y el cielo, que llueve y truena y no está poblado de dioses, ni vírgenes, sino de gaviotas locas y palomas defecantes, en fachadas y azoteas. No es que veamos lo malo, sino que nos agarramos a la normalidad, dándonos coscorrones todos los días, tomándonos un café y amargándonos, cuando vemos, las noticias, porque solo podemos poner tiritas, en este mundo tan nuestro, que se deshace en pobreza, desigualdades y miserias, creadas en factorías de ricos, para mayor gloria de su riqueza en la tierra. Creemos que el preservativo salva vidas y más aun la verdad que da la palabra clara y las enseñanzas valientes y que la sangre riega los campos de aquellos que la perdieron por el bien de muchos, sin recibir más que el nombre de parias y perdidos, aunque algunos los quieran subir a los altares y sacar beneficio.

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