Arminta Wallace
The Irish Times
Traducción de Anahí Seri
Bromista e ingenioso, Daniel Dennett es una de las pocas personas capaces de practicar la “filosofía en público”; pero cuando venga a Dublín la semana que viene será con un cometido serio.
Su larga barba blanca y su porte risueño le dan un cierto aire de Santa Claus, aunque su humor puede ser tan mordaz como el de un comediante. También es un filósofo de esos que escriben artículos para el New York Times, nada que ver con los que merodean por las bibliotecas universitarias murmurando sobre la Crítica de la Razón Pura. Añádase a su lista de cualidades una mente más afilada que un clavo tallado al diamante, y se ve claramente por qué Daniel C Dennett es uno de los filósofos, humanistas y científicos cognitivos más conocidos del mundo occidental.
Tiene el don de convertir la filosofía en algo accesible para el gran público, razón por la cual la revista Philosophers’ Magazine dice de él que es uno de “los pocos filósofos contemporáneos capaces de filosofar en público, y de hacerlo bien”. Hablando por teléfono desde Boston, donde es catedrático de filosofía y codirector del Centro de Estudios Cognitivos en la Universidad de Tufts, Dennett se ríe de la descripción. Sí, hace que “filosofar en público” suene un poco ambiguo, dice, “ser una estrella del porno o algo así”. Añade, sin embargo, que cuando venga a Irlanda la semana que viene a impartir un seminario titulado Taking the place of religion (“ocupar el lugar de la religión”), ahí no habrá nada capcioso, ningún truco de manos filosófico, ningún striptease conceptual, ninguna danza de los siete velos teológicos.
“Creo que mucha gente se aferra a la religión porque piensa que no hay nada que pueda ocupar su lugar”, dice. “No es maravillosa, pero vivir sin ella sería terrible. Bueno, respiremos profundo y veamos qué podría ocupar su lugar. ¿Qué hay que la religión haga realmente bien? ¿Hay otras instituciones que pudieran hacerlo igual de bien, o incluso mejor? Por supuesto, la idea misma de querer sustituir la religión por alguna otra cosa hace que mucha gente sienta temor y odio y consternación. Pero es porque nunca se han puesto a pensar en ello.”
Dadas las actuales actitudes ante la religión institucional en Irlanda, es probable que muchos irlandeses hayan pensado bastante sobre el tema. Sin embargo, en general no destacamos por nuestro amor a la filosofía. Entonces, en opinión de Dennett, ¿qué nos puede aportar el dedicarnos a la filosofía en este momento particular de nuestra historia sociocultural, política y financiera?
“Lo mismo que la filosofía viene haciendo muy bien a lo largo de los siglos”, afirma. “Aclarar las innovaciones conceptuales que aparecen como resultado del desarrollo del conocimiento. No sólo la ciencia, sino el conocimiento en general. La tarea del filósofo es ayudar a formular las mejores preguntas que se pueden hacer, y eso no es fácil.”
De acuerdo con Dennett, quienes descubren nuevas ideas no son necesariamente las personas más adecuadas para examinar esas ideas. “Están demasiado ocupados en las trincheras estableciendo la verdad de una idea, o las pruebas que la sostienen. El filósofo, en efecto, goza del privilegio de poder adoptar una vista de pájaro. El problema es que al adoptar esa vista, están ahí arriba en esa atmósfera enrarecida y nunca se posan en el suelo. Esa es una de las debilidades de la filosofía.
Dennett, sin embargo, tiene una gran habilidad para llevar la filosofía al gran público. Un elemento clave de su enfoque es el humor del que hace gala. Para él, ¿se trata de una estrategia filosófica legítima?
“Pues sí”, dice. “Y conozco a algunos filósofos que no están en absoluto de acuerdo conmigo. Piensan que es como hacer trampa. Pero yo creo que justamente es jugar limpio. Los problemas a los que se enfrenta la filosofía son mayormente bloqueos de la imaginación, casos en que la gente no consigue hacerse con una idea, o no se toma en serio cosas que debería tomarse en serio.”
No es que la gente no entienda los argumentos, cree él. Es que sus respuestas, o su falta de respuesta, están condicionadas por sus emociones o por algún supuesto que no han examinado, que subyace a esas emociones y que son reacios a sacar a la luz y examinar.
“Exponer pacientemente un argumento formal riguroso no sirve de nada en absoluto”, dice Dennett. “La gente no escucha, no presta atención. O sea que si puedes sorprenderlos, si puedes sobresaltarlos, si consigues que se rían, entonces se sueltan un poco. Bertrand Russell dijo una vez que la gente cree, equivocadamente, que gracioso y serio son antónimos. No lo son. Gracioso es antónimo de solemne. Nunca hablo más en serio que cuando me pongo gracioso.”
Entonces, ¿Dennett va a tratar la religión de una manera seria, en vez de simplemente burlarse de su elementos kitsch o erigir unos hombres de paja que pueden demolerse fácilmente?
El responde: “Voy a preguntar, desde un punto de vista lo más neutro posible, qué hacen las religiones que quizás queramos conservar, y qué cosas nos gustaría que desaparecieran para siempre. Supongamos que las religiones se extinguen. ¿Qué podría, o debería, ocupar su lugar? ¿Qué medidas podríamos adoptar para conservar aquello que merece la pena conservar? Supongo que la cuestión principal es que para muchas personas, especialmente en los EEUU, el término “ateísmo” tiene sólo connotaciones negativas. Son personas que están en contra de la religión. Bien, ¿a favor de qué estamos? ¿Qué es lo que apoyamos, y que podríamos hacer al respecto?”
Esto suena a ejercicio esencialmente liberal, o al menos, a uno que no resultará atractivo para los fundamentalistas religiosos.
“Esencialmente sí, es liberal”, dice Dennett. “Aunque hay algunos aspectos en los que supongo que es conservador. Creo que sería bonito preservar, y conservar, algunos de los rituales y las tradiciones de la religión y darles otro uso. Yo estoy totalmente a favor de las ceremonias: las inauguraciones y las ceremonias de los exámenes de ingreso y las bodas y tal. Son importantes. Creo que el ritual es algo hermoso, puede cumplir una función importante a la hora de reunir a la gente.”
No es sólo que el ateísmo tenga una connotación negativa en EEUU. Los “nuevos ateos”, que han aparecido en tantos titulares teológicos en los últimos años, entre ellos Christopher Hitchens, John Humphrys y Richard Dawkins, a menudo dan la impresión de ser más gruñones que el funcionario más concienzudo de la Inquisición española. Dennett parece un ateo alegre. Por ejemplo, apoya el movimiento bright, que ha intentado sustituir el término “ateo”, mal visto, por el término bright, más atractivo, del mismo modo que gay ha cambiado de significado.
“Yo sigo estando a favor del término bright”, dice. “Sé que no se ha granjeado muchos aplausos de los demás humanistas, pero creo que están siendo miopes. Al menos en EEUU, el término funciona. Hubo un breve alboroto cuando Richard Dawkins y yo escribimos unos artículos de opinión presentando la palabra, él en The Guardian y yo en el New York Times. No lo había inventado ninguno de los dos, pero los dos apostamos por la palabra. Richard se ha desentendido un poco del tema, yo sigo considerándome bright”.
La objeción que se plantea habitualmente es que el uso de la palabra bright para los ateos significa que la gente creyente es apagada, o torpe, o ambas cosas. Pero no es esa la intención dice Dennett. “Al fin y al cabo, lo contrario de gay no es triste. Es hetero. Por eso propuse que lo contrario de bright fuera super. Ellos creen en lo supernatural. Nosotros no. Ellos pueden se super y nosotros bright.”
Es un buen ejemplo de cómo Dennett puede hablar en serio y ser chistoso. Peo por más en serio que él se lo tome, la relación entre la ciencia y la religión es para él un interés bastante reciente. A lo que él ha dedicado mayormente sus investigaciones filosóficas es lo que frecuentemente se considera el tema más candente de la ciencia: el asunto de la conciencia. En sus libros y artículos, ha explorado todo lo que va de las explicaciones evolutivas hasta la psicología de la conducta, de la inteligencia artificial y la computación hasta la estética y la crítica del arte. “Ahí es donde tengo el corazón,” dice, “en ayudar a la gente a ver cómo funciona la mente.”
No cabe duda de que, de un modo u otro, su seminario va conseguir que muchas mentes hagan horas extra.
(vía irishtimes.com)
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