Ahora hemos tenido un buen ejemplo de la religiosidad estadounidense. Una serie de publicaciones especializadas han preguntado a destacados líderes políticos qué piensan dejar en Cuaresma.
Así, el miembro demócrata de la Cámara de Representantes Jim Moran va a realizar el tremendo sacrificio de “no tomar más de dos copas de vino en la comida y no repetir postre”, mientras que el ex presidente de ese cuerpo legislativo y posible presidenciable en 2012 Newt Gingrich se compromete a “no pensar mal de nadie” (conociendo la mala leche de Gingrich, ése sí que va a ser un sacrificio duro).
Pero hay también quien quiere dejar el dióxido de carbono durante Cuaresma. Ésa es la propuesta de la Iglesia Unida de Massachusetts, una denominación cristiana claramente ‘progre’ y de izquierdas, que ha propuesto a sus fieles ayuno de CO2. Sus medidas van desde las más moderadas (por ejemplo, desenchufar el cargador del móvil cuando no se usa), hasta otras que exigen más esfuerzo, entre ellas caminar, usar la bici en vez del coche o, “cuando sea posible”, usar el transporte público (algo que apenas existe en EEUU). Para ello, basta con dar la dirección de correo electrónico a la citada Iglesia y ésta le enviará sugerencias cada día.
No es un caso aislado. La Pairie Stewardship, que agrupa a unas 40 confesiones cristianas, ha lanzado otra iniciativa similar, continuación de la que ya promovió en 2010. Otras iglesias del sur de EEUU también han promovido iniciativas similares.
El problema es que estas iniciativas chocan con la dura realidad. Y nada más claro que el propio caso de la Pairie Stewardship, que en su página web explica cómo, por ejemplo, el 93,3% de los habitantes de Dakota del Norte consideran que las energías renovables deben ser una prioridad en su Estado.
Sin embargo, lo que es una prioridad en Dakota del Norte es el petróleo. Gracias al fracking—una técnica muy controvertida por sus consecuencias medioambientales, pero que permite explotar yacimientos que de otro modo no serian económicamente viables—ese Estado se ha convertido en el territorio de EEUU con la menor tasa de paro.
El año pasado, por ejemplo, la producción de petróleo de Estados Unidos subió, como muestran estas estadísticas oficiales. Es la ruptura de una tendencia histórica, como refleja este gráfico, en el que el bombeo de crudo en EEUU es la raya azul. 
Y eso se debió al uso del petróleo ‘no convencional’, es decir, del que se obtiene de las pizarras bituminosas de Dakota del Norte (y de cada vez más territorios, como Texas y Oklahoma) por medio del ‘fracking’. Al mismo tiempo, el ‘fracking’ ha permitido aumentar en un 50% las reservas de gas natural económicamente viables.
En conjunto, las muy conservadoras estimaciones del Departamento de Energía prevén un incremento del 0,3% anual de la producción de crudo estadounidense en los próximos 25 años gracias, en gran medida, al uso de petróleo no convencional. Desde el sector privado, sin embargo, las previsiones son más optimistas.
Entretanto, y sin considerar una Cuaresma sin CO2 en sus modelos, el el Departamento de Energía estadounidense estima que la combinación de una factura energética más cara, la crisis económica, el creciente—aunque aún escaso, como se puede ver en el grafico anterior—uso de renovables y las limitaciones al uso del CO2—pese a la oposición de los Estados petroleros y carboneros—van a hacer que las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero no alcancen su nivel de 2005… hasta 2027.
Eso sí que es un milagro.
(vía elmundo.es)
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