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martes, 1 de marzo de 2011

El “diseño inteligente” no tiene nada de científico


Se intenta instalar con falacias una polémica ya claramente zanjada aquí y en el exterior. El creacionismo encubierto se relaciona con convicciones religiosas, no con la ciencia.


Leí con sorpresa y desagrado la nota publicada en esta sección el miércoles 23 por el epistemólogo Juan Manuel Torres bajo el título “Batallas por la verdad científica”. El artículo resume la mayoría de las falacias sobre la supuesta “controversia” alrededor de la idea del diseño inteligente , que no es sino creacionismo encubierto bajo una presunta fachada científica que, como en la fábula del zorro y los cerditos, no resiste el menor de los soplidos.

La estrategia aquí es disfrazar al diseño inteligente (DI) de ciencia que (cito) “se funda sobre sólidos avances en física, bioquímica y biología molecular”. Esto es absolutamente falso: nada hay en el DI que tenga un basamento científico, y sus investigadores e instituciones están directa o indirectamente ligados a lobbies de tendencias religiosas más o menos evidentes o reconocidas.

Pero veamos algunas de las incongruencias del artículo (que nada tienen de original, ya que se basan en las cantilenas que reaparecen una y otra vez en diversos foros): 1. “Las teorías no son verdades probadas”: he aquí una confusión entre el uso coloquial de la palabra “teoría”, un conocimiento especulativo, y su uso epistemológico que alude a una serie de conceptos, postulados y razonamientos que ofrecen una explicación sobre fenómenos en estudio.

La teoría de la evolución es justamente eso: un impactante corpus de observaciones, datos, demostraciones y predicciones alrededor del origen de la vida en la Tierra y de los cambios subsiguientes .

2. “El DI no indica la existencia de Dios o su rol en la creación”: ¿nos están tomando el pelo? ¿Hablan de “diseño” y de “inteligencia” para explicar la diversidad y complejidad de la vida y quieren hacernos creer que no se remiten a un ser superior? 3. “La complejidad de ciertas estructuras, como el ojo, no son explicables por la teoría de la evolución”: este argumento tiene una rica tradición histórica y también una transparente refutación . El ID propone que algunas estructuras no pueden haber aparecido aleatoriamente, sino a través de una cierta voluntad, ya que las chances de existencia por azar son demasiado bajas. Esto es una falacia estadística, ya que se razona hacia atrás : se llegó a algo en particular, y era prácticamente imposible ... pero se olvida que en el camino hubo múltiples resultados, algunos de los cuales eran plausibles biológicamente y muchos otros no.

Justamente el ojo, blanco de las críticas de los creacionistas y los proponentes del DI por su enorme complejidad, es un hermoso ejemplo de evolución darwiniana.
Los “errores” en la estructura de la retina no parecen dignos de un diseñador inteligente, sino de la acumulación de cambios al azar.

4. Es importante destacar que el DI no es capaz de realizar predicciones testeables experimentalmente, lo que sí es común en el marco de la teoría evolutiva.

5. El DI suele adoptar posturas teleológicas, en las que los cambios en la naturaleza ocurren “para algo”. No olvidemos que en términos biológicos “evolución” significa simplemente cambio, y no “mejoría” o avance.
6. Se citan autores y trabajos falsamente y fuera de contexto: veamos lo que dos de los científicos citados en el artículo tienen para decir del DI. En una entrevista en la Universidad Autónoma de Barcelona, Lynn Margulis sostiene que quienes lo defienden “son ignorantes, dogmáticos, y deben admitir que son un grupo religioso”. Stuart Kaufmann, en el artículo “Intelligent design, Science or nor?” señala que “afirmar que un órgano dado es tan improbable que requiere diseño no tiene sentido”.

Es curioso que el DI encuentra oponentes no sólo científicos, sino también legales y hasta religiosos . Para varios jueces en los EE.UU., el DI es simplemente creacionismo con otra etiqueta y no puede ser enseñado en escuelas públicas , ya que corresponde a la promoción de la religión en este ámbito, lo cual es inconstitucional.

L´Osservatore Romano , el órgano oficial del Vaticano, avaló esta decisión afirmando que “desde el punto de vista metodológico no es correcto desviarse del campo de la ciencia cuando se pretende hacer ciencia”. Sin mucho latín de por medio, esto quiere decir que el diseño inteligente no es una teoría científica.
Por otro lado, no es cierto que no ha habido controversias en Argentina alrededor de la enseñanza de la teoría de la evolución, ni intentos de ponerla a la par de otras explicaciones no científicas sobre el origen y diversidad de la vida. Una encuesta publicada en 2009 en este mismo diario indica que un alto porcentaje de profesores no enseña la teoría de evolución en sus aulas, y algunos -sobre todo los dependientes de escuelas religiosas- han recibido prohibiciones en tal sentido. Una y otra vez han aparecido planes de cambios en el currículo escolar que apuntaban en este sentido (afortunadamente, de manera infructuosa).
El artículo de Torres sobre DI parece opinar que debe debatirse una vez más la inclusión de estas ideas no científicas en la escuela.

En fin, que una de las mayores fortalezas de la ciencia es, efectivamente, su presunta fragilidad, la plasticidad que presenta para amoldarse a nuevas observaciones sobre la naturaleza, a aceptar nuevas explicaciones que se ajustan mejor a nuestro conocimiento del mundo.

Pero no cualquier explicación es válida, sino la que se apoya sobre sólidos basamentos experimentales e hipotético-deductivos. La idea del diseño inteligente nada tiene que ver con esto.

(vía clarin.com)

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