Páginas

domingo, 10 de abril de 2011

La religión, en la peor de sus expresiones

Roger Cohen / International Herald Tribune  

La islamofobia en Estados Unidos y Europa, la violenta respuesta del mundo islámico usada como herramienta política y la inconciencia de pastores y líderes internacionales sigue golpeando a los mismos de siempre: los inocentes.

La religión, en la peor de sus expresiones

Terry Jones, el pastor de Florida que organizó una quema del Corán el 20 de marzo, quería “revolver la olla”. Misión cumplida.

Quizá le interesaría explicar sus razones a la familia de Joakim Dungel, un sueco de 33 años, masacrado en la misión de Naciones Unidas en Mazar-i-Sharif por afganos empujados al frenesí por la insensatez de Jones.

Reflexionando, no: no hay nada que Jones pueda explicarle a la familia de Dungel, o de los demás miembros asesinados del personal de la ONU.

Jones no está en el negocio de las explicaciones. Es un celote. ¿De qué otro modo describir a un cristiano que interpreta su fe no como afincada en el amor y la compasión, sino como una misión para incitar al odio contra el Islam?

No hay discusión posible con un fanático como éste: no se puede razonar ante alguien en contra de algo que, en primer lugar, no se ha razonado.

Jones no está solo en esta campaña islamofóbica en Estados Unidos, lo que es lo más perturbador. Pero antes de llegar a esto, hablemos acerca de las mortíferas turbas afganas y de sus facilitadores.

FACILITADORES

Hamid Karzai, el Presidente afgano, fue uno de esos facilitadores. Fue demencial que aludiera al acto perpetrado por Jones, realizado ante unas pocas docenas de acólitos. ¿Por qué elevar este pequeño hecho vil y fomentar así los disturbios? Karzai es un hombre que no se detendrá ante nada para ocultar su debilidad.

Sus benefactores y avales (Occidente) son a quienes debe ofender para sobrevivir. La locura no se detuvo en Karzai: los imanes de Mazar optaron por usar las plegarias del viernes para agitar a la muchedumbre.

En cuanto a los asesinatos mismos (hayan sido o no cometidos por talibanes infiltrados) fueron un odioso crimen contra personas inocentes y debieran ser denunciados a través del mundo islámico, en las mezquitas y más allá.

En cuanto a Staffan de Mistura, el más alto representante de Naciones Unidas en Afganistán, no honró a los muertos al no denunciar en una declaración a los autores del crimen.

Tuvo la razón al calificar la quema coránica de Jones como “demencial y totalmente despreciable”; debió haber usado las mismas palabras respecto de los asesinatos de sus hombres. No hacerlo fue una notoria omisión.

ANTIISLAMISMO

Toda esta locura comenzó en el Dove World Outreach Center de Florida, sede de la mini-iglesia de Jones.

Como escribió mi colega Lizette Álvarez, un Jones impenitente cree que el Islam y el Corán sólo sirven a “la violencia, la muerte y el terrorismo”.

Eso es tan estúpido como equiparar al cristianismo con el Salmo 137, que dice que “los pequeños” del enemigo debieran ser lanzados contra piedras.

Pero esas visiones incendiarias sobre una religión mundial encuentran ahora amplia expresión en Estados Unidos, donde la “jihad sigilosa” se ha convertido en un tema republicano recurrente.

Varios republicanos, incluidos el ex presidente de la cámara, Newt Gingrich, y el representante Peter King, han considerado políticamente oportuno apuntar contra “la incipiente Sharia (ley islámica) en Estados Unidos”, en un momento en que el segundo nombre del Presidente es Hussein. (Una encuesta de Newsweek del año pasado encontró que el 52% de los republicanos coincidían con la declaración de que “Barack Obama simpatiza con los objetivos de los fundamentalistas islámicos que quieren imponer la ley islámica en el mundo”).

Pasé un tiempo el año pasado con Paul Blair, un pastor de una ciudad pequeña de Oklahoma, un estado donde la islamofobia es rampante.

Me dijo que los musulmanes “no están aquí para coexistir sino para imponerse”. Me dijo que hay sólo dos posibilidades en el Islam: “la casa del Islam o la casa de la guerra”.

Ese tipo de mensaje se está dando en muchas iglesias estadounidenses. Es peligroso. Ya en este momento, los musulmanes son víctimas en el 14% de los casos de discriminación religiosas, aunque representan el 1% de la población.

También en Europa, políticos de derecha alientan un divisivo fanatismo anti-musulmán, con cierto éxito.

MUCHAS EXPLICACIONES

Los musulmanes tienen trabajo por hacer. Debieran tener el coraje de denunciar inequívocamente los asesinatos de Mazar.

Desde Egipto a Pakistán, debe entenderse que el Islam no puede ser una fuerza política y estar al mismo tiempo por encima de las críticas.

Una vez que se entra a la arena política democrática sobre una plataforma religiosa, nuestras creencias dejan de ser un asunto privado y quedan expuestas a ataques legítimos.

Las leyes inductoras de violencia contra la blasfemia de Pakistán son una afrenta a este principio.

Jones, en cambio, vive en una nación donde la ley defiende incluso su insensatez. Soy un absolutista de la libre expresión, por lo que apoyo eso. Pero él debe examinar su conciencia: ¿hasta dónde es consistente con la fe religiosa agitar el odio y el homicidio? ¿Y cómo pueden los islamófobos, propagando veneno, justificar su grotesca caricatura del Islam en la búsqueda apenas velada de ganancias políticas?

Esta columna está llena de ira, lo sé. No tiene héroes. Estoy lleno de disgusto, escribiendo después de un fin de semana cuando la violencia religiosa regresó a Irlanda del Norte con el asesinato de un policía católico de 25 años, Ronan Kerr, por terroristas republicanos disidentes.

La religión tiene mucho por lo que responder, en Gainesville y Mazar y Omagh.

Veo por qué muchas personas se vuelven hacia la religión: temor a la muerte, principio ordenador en un universo misterioso, refugio contra el dolor, incluso revelación.

Pero con seguridad carece de sentido sin compasión y perdón, y con seguridad su antitesis misma debe ser el odio y el crimen. Al menos eso es lo que le parece a un no creyente.

(vía lanacion.cl)

No hay comentarios: