El profesor emérito de la Universidad de Zaragoza Luis J. Boya analiza las últimas declaraciones del físico y divulgador inglés.
LUIS J. BOYA
Las últimas declaraciones de Stephen Hawking me dan pena. Hasta hace poco pensaba que sus intromisiones en los temas religiosos eran solo un efecto de marketing para vender mejor sus libros, pero ahora creo, además, que se trata de un síntoma de senescencia; Stephen Hawking nació el 8 de enero de 1942 en Oxford, pero tiene una enfermedad incurable y degenerativa (A.L.S. en inglés, un cierto tipo de esclerosis) desde los 21 años. Desde 2009 está jubilado de su Cátedra (que tuvieron Newton y Dirac) en Cambridge.
En unas declaraciones del 15 de mayo a The Guardian, de Manchester, Hawking afirma que "el paraíso después de la muerte es un cuento de hadas", que la vida se termina del todo cuando el cerebro se apaga, y que el cerebro es como una computadora, que se para cuando sus componentes fallan. "No hay cielo ni vida ´después´ para computadoras rotas; eso es un cuento de hadas para gente con miedo a la oscuridad y la muerte".
Hawking es un gran científico, aunque hace tiempo se dedica más a la divulgación que a la investigación de punta. Pero su legado es imperecedero: él demostró el primero (1975) que una mínima conjunción de la Relatividad General de Einstein con la Teoría Cuántica lleva como consecuencia que los agujeros negros desaparecen con el tiempo, por evaporación (mediante creación de pares, etc.).
Hasta hace poco, Hawking había sido muy respetuoso con la religión. Tuvo una audiencia con el Papa en 1981; fue nombrado miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias (lo es aún) y escribió que el Big Bang encajaba con la doctrina de la Creación. En una cita de Una Breve Historia del Tiempo dice "si descubriéramos una teoría completa, sería el triunfo final de la razón humana, porque así conoceríamos la mente de Dios".
Pero ya en septiembre pasado en su libro con L. Mlodinow, El Gran Diseño, arremete contra la creencia en Dios, que presenta como innecesaria para entender la Creación del mundo. Que el tono anti-religioso es ahora mucho más agresivo que en este libro ha sido notado por los propios comentaristas ingleses. Si ahora ofende abiertamente a los millones (quizás miles de millones) de personas que creen en un Dios, y en la vida después de la muerte, algo le está pasando.
Ciertamente, la respuesta al origen y evolución del Universo debe buscarse exclusivamente en la Ciencia, como incluso hasta el Papa actual comenta. Otra cosa son las opciones extra-científicas que una persona pueda hacer sobre el "significado" de todo eso, y las preguntas sobre "el sentido" del Universo. Algunos científicos (como Stephen Weinberg) sostienen que no hay ningún significado ("Cuanto más observo el Universo, más ´sin sentido´ me parece", dice), y que esas preguntas son realmente falsas preguntas (pseudo-preguntas); próxima está la posición de R. Dawkins, que defiende combativamente que la ciencia moderna excluye a Dios completamente. La corriente "desmitificadora" de Dios ha llegado hasta los autobuses.
Pero creo que esa es una opción personal, y que quien la acepta no puede ser refutado científicamente ni tampoco forzado a ella. Hay ateos, agnósticos y creyentes convencidos en todo el espectro de los científicos actuales; hay otros que justifican la religión como condicionante del orden moral, aunque en ciencia sean efectivamente ateos (Menéndez Pelayo, creyente convencido, acuñó la frase "En Arte, soy ateo hasta la médula"). La posición religiosa como la no religiosa frente a la ciencia moderna es eso; es decir, una opción (o dos), respetable(s).
No quiero negar, más bien al contrario, que la ciencia moderna aporta lecciones novedosas y sorpresivas ante una visión excesivamente providencialista, intervencionista religiosa, de causalidad estricta. Hay un aspecto aleatorio, con raíces profundas e inescapables en la Teoría Cuántica, que es esencial para entender el Origen de la Tierra (por condensación del polvo interestelar), el de la Vida en la Tierra (por síntesis abiótica) o en las mutaciones causantes, a la larga, de la evolución biológica.
Para una persona científica y religiosa, es satisfactorio que la Iglesia (al menos el sector más progre de la misma) poco a poco vaya aceptando las lecciones de la Ciencia moderna; el proceso no ha terminado aun, sin duda. Pero siempre habrá una cierta tensión, entre Ciencia y Religión, reflejo de una aproximación distinta a la realidad; tensión que bien entendida, debe ser una fuente de entendimiento y de progreso para ambas.
(vía elperiodicodearagon.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario