ANTONIO PANIAGUA
El Gobierno le ha disputado a la Iglesia el monopolio sobre la moral con leyes sobre el divorcio y el aborto
Benedicto XVI visita un país convulso por la crisis económica donde avanzan los no creyentes y la indiferencia hacia la religión
El país que visita Benedicto XVI dejó hace muchos años de ser la reserva espiritual del Occidente. Con los seminarios albergando a poco más de un millar de aspirantes al sacerdocio y las iglesias vacías, la España actual es para el Vaticano el foco desde el que se irradia un laicismo militante. La proporción de no creyentes, entre los que se integran ateos, agnósticos e indiferentes al hecho religioso, ha experimentado un crecimiento vertiginoso en solo diez años y se encarama ya al 24% de la población. El papa encontrará un pueblo desalentado por la crisis, inmerso en continuos sobresaltos por la caída a plomo de la bolsa y los vaivenes de la prima de riesgo, con un crecimiento económico anémico y una cifra intolerable de parados.
Hartos de la mediocridad de la política y alarmados por la corrupción, los españoles comparten en buena medida el sentimiento de indignación nacido en los días previos a las elecciones autonómicas. Junto al clima de desapego hacia el 'establishment' político, la ciudadanía asiste con resignación al asedio de los mercados y se prepara para digerir el recorte de los servicios sociales en las comunidades autónomas.
Durante su visita a España, Benedicto XVI se entrevistará con un Rodríguez Zapatero que ha cedido el testigo del liderazgo de los socialistas al candidato Pérez Rubalcaba, y recibirá en audiencia privada al líder del PP, Mariano Rajoy. La anticipación de los comicios ha obligado a aparcar un proyecto de ley que auguraba un enfrentamiento entre el Ejecutivo y la jerarquía católica. Se trata del proyecto de ley de muerte digna, que el Parlamento no podrá tramitar por falta de tiempo.
Si bien los encontronazos del Ejecutivo con la jerarquía eclesiástica han sido numerosos, especialmente con los cardenales Rouco Varela y Cañizares, la exvicepresidenta Fernández de la Vega supo reconducir las relaciones mediante la interlocución directa con el Vaticano, a lo que ayudó el nombramiento de Francisco Vázquez, un católico practicante, como embajador de la Santa Sede, cargo que ya ha abandonado. Atendiendo a cálculos puramente electorales, al PSOE no le interesa un choque frontal con la Iglesia. Ese interés por no hostigar a los votantes católicos permitió en 2005 que el Gobierno accediera a elevar de un 0,5% a 0,7% la asignación tributaria.
Tercer viaje
A Joseph Ratzinger, que viaja a España por tercera vez, le preocupa la «descristianización» que ha experimentado el país. Hace tiempo que el Vaticano ha colocado a España bajo la lupa por un proceso de secularización rampante. Para el obispo de Roma, España es el exponente de un «laicismo» que conecta con el anticlericalismo de la Segunda República. Lo dijo en el avión que le transportaba desde Roma a Santiago de Compostela, el año pasado, en una conversación con los periodistas.
No es un secreto que al Vaticano le disgustan leyes del Gobierno socialista que se han traducido en el matrimonio homosexual, el divorcio exprés o la ampliación del aborto. Con estas normas, el Ejecutivo le ha disputado a la Iglesia católica el monopolio sobre el control de la moral pública. A juicio de Dionisio Llamazares, director de la cátedra Laicismo y Libertades Públicas de la Universidad Carlos III, el Gobierno le ha ganado la partida a la Iglesia al legislar sobre asuntos con implicaciones morales. Sin embargo, Rodríguez Zapatero ha cedido terreno al no denunciar los acuerdos Iglesia-Estado, de 1979, que para Llamazares son «preconstitucionales» desde el punto de vista del contenido.
Visto por el pontífice como un país que ha perdido de vista la ley divina, España ofrece aspectos preocupantes para la curia. Con un 72,7% de españoles que se declaran católicos, apenas un 13% cumple con el precepto de la misa dominical. Los ciudadanos no se sienten concernidos por los dogmas de la Iglesia de Roma y desacatan de forma flagrante su moral sexual. En paralelo, de acuerdo con encuestas nada sospechosas, como las que publica la Fundación Santa María, crecen los ateos, los agnósticos y las personas que se sienten indiferentes ante el hecho religioso. Si se atiende al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los ateos y los no creyentes representan ya uno de cada cuatro ciudadanos. Suponen el 24,3% de los españoles, frente al 14,6% de 2001. Esta proporción se eleva aún más entre los jóvenes, los protagonistas de la JMJ. Los indiferentes, los agnósticos y los ateos escalan a un 42,4%, de acuerdo con el informe 'Jóvenes españoles 2010', patrocinado por la Fundación SM. «Hemos de tener en cuenta que mientras que antes eran pocos los españoles que no recibían una socialización religiosa, ahora las cosas son distintas: la socialización religiosa es menor, la religión está menos presente en las familias. La transmisión de creencias y valores cristianos es cada vez menos intensa y empezamos a ver los resultados», sostiene Maite Valls Iparraguirre, socióloga y coautora del estudio.
¿En qué se nota ese «eclipse de Dios» de que habla Ratzinger? Dos hechos ilustran la «paganización» de España. Uno de cada tres niños que nace en España lo hace fuera del matrimonio, el doble que hace una década. Por añadidura, en 2009 el número de matrimonios civiles fue superior al de los eclesiásticos.
Francisco Varo, teólogo de la Universidad de Navarra, hace un ejercicio de autocrítica y asevera que los católicos «no hemos sabido presentar el mensaje cristiano con toda su integridad, hermosura y atractivo. Tal vez hemos opinado y discutido mucho de cuestiones secundarias, pero no hemos hablado de Jesucristo tanto como deberíamos». Aun así, el camino aparece sembrado de dificultades. «No se trata de una tarea sencilla, porque el fundamentalismo laicista es cada vez más agresivo», apostilla.
Religiosidad 'light'
Como reacción a los dogmas católicos, los expertos arguyen que está surgiendo una 'religiosidad light', prácticas espirituales que procuran serenidad y que en algunos casos conviven con la ignorancia de la cultura católica. Junto a ello, algunos sociólogos hablan de nuevas religiones civiles, como el ecologismo, el nacionalismo o el culto al cuerpo. En esa nueva experiencia de lo religioso, el catolicismo sigue siendo un referente simbólico y mantiene sus ritos en la sociedad (bodas, comuniones, bautizos o funerales), si bien su influencia en las vidas de las personas es cada vez menor.
Lo significativo es que el divorcio entre la moral sexual que preconiza la Iglesia y la población se produce «sin trauma, sin ningún conflicto interior para la inmensa mayoría», destaca Rafael Aguirre, catedrático emérito de Teología de la Universidad de Deusto. Ante esa desafección entre la ciudadanía y la Iglesia, el error sería mirar con nostalgia al pasado, advierte Rafael Aguirre. «Lo que la Iglesia necesita es un catolicismo a la altura de los tiempos, capaz de dialogar con la cultura contemporánea. Este es el gran desafío», argumenta.
(vía eldiariomontanes.es)
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