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jueves, 4 de agosto de 2011

La libertad religiosa en Indonesia es un espejismo

Kate Lamb, Jakarta (Indonesia) | GlobalPost

En Indonesia viven 200.000 ahmadíes que se identifican como musulmanes aunque no reconocen a Mahoma como el último profeta, uno de los pilares de la fe que profesan la mayoría de los musulmanes. Esta diferencia ha provocado duros resentimientos entre la pequeña pero poderosa población de musulmanes de línea dura.

En Indonesia viven 200.000 ahmadíes que se identifican como musulmanes aunque no reconocen a Mahoma como el último profeta.

FOTO: En Indonesia viven 200.000 ahmadíes que se identifican...

Vestidos con el pareo tradicional, la cabeza cubierta con gorros y sartas de cuentas para rezar en las manos, más de un centenar de musulmanes conservadores se reunieron el jueves pasado en el exterior de un tribunal de Indonesia para interceder por la liberación de los suyos.
Los 12 hombres por los que rezaban estaban siendo juzgados por participar a principios de año en un ataque brutal a miembros de la minoritaria secta islámica ahmadi en Java Occidental. Tres personas murieron durante el ataque y numerosas resultaron heridas.
Los cánticos en el exterior del tribunal el jueves recordaban los gritos de apoyo de las cerca de 1.500 personas que hace dos meses vieron impasibles cómo los ahmadíes eran desnudados y golpeados con palos y piedras.

Aunque los ataques contra la comunidad ahmadi son relativamente frecuentes en Indonesia, ese fue particularmente violento y además fue difundido por todo el mundo a través de un vídeo colgado en internet. (AVISO: El vídeo puede herir sensibilidades).

Pese a la condena pública de los hechos por parte de la mayoría de la población de Indonesia, que tiende a ser religiosamente moderada, el tribunal no halló culpable a ninguno de los acusados de homicidio o asesinato. La mayor condena impuesta a algunos es de seis meses de prisión por la suma de delitos menores como incitación pública al delito y destrucción de la propiedad.

La sentencia, aseguran los grupos de derechos humanos, representa otro golpe contra la reputación de Indonesia como un ejemplo de tolerancia religiosa. “El juicio de Cikeusik transmite el escalofriante mensaje de que los ataques a minorías como la ahmadi serán tratados con ligereza por el sistema legal”, denuncia en un comunicado Elaine Pearson, vicedirectora para Asia de Human Rights Watch.

Los 200.000 ahmadíes de Indonesia se identifican como musulmanes, pero no reconocen a Mahoma como el último profeta, uno de los pilares de la fe que profesan la mayoría de los musulmanes. Esta diferencia ha provocado resentimientos entre la pequeña pero poderosa población de musulmanes de línea dura que viven en Indonesia.

Aunque la Constitución de Indonesia garantiza la libertad religiosa, pocos ciudadanos han sido perseguidos por atacar a los ahmadíes, que han sufrido incendios en sus mezquitas y casas, así como asaltos violentos como el del pasado 6 de febrero.

El Gobierno indonesio, cediendo a la presión política de los grupos más conservadores, empeoró la situación en 2008 cuando, con el fin de calmar los ánimos caldeados, publicó un decreto pidiendo a los ahmadíes que dejasen “de difundir interpretaciones y actividades que se desvían de las principales enseñanzas del islam”.

Desde entonces, los ataques contra los ahmadíes se han multiplicado de forma radical, pasando de tres incidentes en 2006 a 50 el año pasado, según datos del Instituto Setara, una organización no gubernamental que mide la libertad religiosa.

“Somos muy tolerantes con otras religiones, con cristianos, budistas, con cualquiera. Pero con esos que dicen ser musulmanes y que se han salido del camino del Islam, somos muy intolerantes”, afirma Agus Setiawan, el abogado que lideró el equipo de letrados que defendió a los 12 acusados en el juicio de Cikeusik.

Los grupos pro derechos humanos dicen que el decreto del gobierno, y la no condena judicial a los ataques ha provocado una especie de complicidad entre las comunidades locales y la policía municipal. Las imágenes del ataque del 6 de febrero, de hecho, muestran cómo los policías locales observaron sin hacer nada cómo los ahmadíes eran golpeados hasta la muerte.

Según Human Rights Watch, la policía no realizó investigacionesprofundas de lo ocurrido ese día, y la fiscalía pidió condenas menores basándose en que los ahmadíes fueron quienes provocaron el asalto violento.

Jan Marinka, jefe de la Fiscalía de Serang, asegura que la intención de los habitantes del pueblo era congregarse pacíficamente para rezar, y que el veredicto del tribunal “refleja un sentido de justicia”. “Para la acusación, ellos [los 1.500 vecinos] no salieron con intención de hacer lo que hicieron. Fue un exceso, ajeno al control de nadie”, asegura.

Pero para algunos hay varios puntos que arrojan dudas sobre la sentencia.

Andreas Harsono, un destacado activista pro derechos humanos indonesio, asegura que la intención de incitar a la violencia queda demostrada por el hecho de que Ujang Arif bin Abuya, el acusado de más edad en el juicio, envió mensajes por teléfono móvil urgiendo a acabar con los ahmadíes varios días antes del ataque.

“¿Y para qué se necesita a más de 1.000 personas con machetes para dialogar pacíficamente?”, pregunta Harsono, quien añade que varios testigos perfectamente localizados y dispuestos a testificar nunca fueron llamados al estrado.

También destaca el hecho de que todos los no ahmadíes llevaban ese día lazos azules en sus camisas, para diferenciarles así en medio de la confusión de lo que califica de ataque premeditado.

El ahmadi acusado de provocar la violencia será juzgado en los próximos días.
Pero aunque la batalla en los tribunales se termine, parece que la presión sobre los ahmadíes en Indonesia no va a disminuir.

“Espero que la ahmadi se convierta en una religión propia. Entonces sí que los respetaremos. Pero simplemente no pueden llamarse musulmanes”, sostiene el abogado Setiawan.

(vía noticias.lainformacion.com)

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