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sábado, 9 de marzo de 2013

Cuatro sacerdotes acusan de acoso sexual al líder de la Iglesia católica de Escocia

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El cardenal Keith O'Brien. / JEFF J. MITCHELL (GETTY)

Tres sacerdotes y un exsacerdote han acusado al cardenal de la diócesis de Saint Andrews y Edimburgo, Keith O’Brien, de haberles acosado sexualmente durante los años ochenta del siglo pasado, según informa en exclusiva el dominical londinense The Observer. O’Brien, que es el más alto cargo de la Iglesia católica en Escocia y líder de la Conferencia Episcopal escocesa, tiene previsto retirarse el mes que viene y tiene derecho a asistir al cónclave que debe elegir al sucesor del Papa Benedicto XVI.

Las acusaciones contra el cardenal, que sus portavoces dicen que él “refuta”, se unen a las que pesan sobre otros miembros del cónclave, que amenaza con verse empañado con uno de los asuntos considerados clave en la decisión de Benedicto XVI de renunciar al papado: las dificultades para luchar contra los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica. Los cuatro denunciantes han pedido al nuncio del Vaticano en Gran Bretaña, Antonio Mennini, el cese inmediato de O’Brien para que no pueda asistir al cónclave.

Se da la circunstancia de que el cardenal O’Brien ha sido uno de los más activos críticos de las leyes de igualdad que otorgan a la población homosexual los mismos derechos que a los heterosexuales. El líder de la iglesia escocesa ha condenado la homosexualidad como inmoral, se ha opuesto al derecho de los gais a adoptar y sostiene que el matrimonio entre personas del mismo sexo sería “nocivo para el bienestar físico, mental y espiritual” de esas persona y “una grotesca subversión de los derechos humanos”.

Sus posiciones contra la homosexualidad han sido criticadas por el jefe del Gobierno escocés, Alex Salmond, porque a su juicio están “claramente equivocadas” y porque “no conducen a un debate adecuado y digno en la importante cuestión de la igualdad en Escocia”. El grupo de defensa de los derechos de los homosexuales Stonewall declaró a O’Brien “intolerante del año” en 2012.

Nacido en Irlanda del Norte en marzo de 1938, estudió sacerdocio en Escocia, donde fue ordenado en 1965 y alcanzó el obispado en 1985. Un sacerdote retirado le acusa ahora de haberle hecho propuestas impropias después de las plegarias nocturnas en 1980, cuando él era un seminarista de 20 años y O’Brien era su director espiritual en el St Andrew’s College. El seminarista dice que estaba demasiado asustado para denunciarle. Llegó a ordenarse sacerdote pero renunció en 1985 al saber que O’Brien había sido nombrado obispo. “Entonces supe que siempre tendría poder sobre mí. La gente dio por sentado que dejé el sacerdocio para casarme. No fue así. Lo dejé para preservar mi integridad”, dice en el texto de su denuncia, al que ha accedido The Observer.

Uno de los tres sacerdotes que aún están en activo, identificado como "sacerdote A", explica que era feliz en su parroquia cuando recibió la visita de O’Brien y hubo entre ellos “contactos impropios”.

El "sacerdote B" asegura que estaba empezando su ministerio en los años 80 cuando fue invitado a pasar una semana en la residencia del arzobispo “para conocerle” y que una noche, después de que estuvieran bebiendo hasta tarde, tuvo que afrontar lo que describe como “un comportamiento no deseado”.

El "sacerdote C" asegura que cuando era joven estaba recibiendo ayuda del cardenal para superar unos problemas personales cuando este aprovechó las oraciones nocturnas para realizar un contacto inapropiado y que volvió a ocurrir en otra ocasión. El sacerdote define a O’Brien como un hombre muy carismático y que el hecho de que le deseara a él fue al mismo tiempo “molesto y halagador”. “Hay que comprender cuáles son las relaciones entre un obispo y un sacerdote. Cuando te ordenas aceptas el juramento de obedecerle. Es mucho más que tu jefe, mucho más que el consejero delegado de tu compañía. Tiene un inmenso poder sobre ti. Te puede trasladar, te puede congelar, dejarte abandonado… Controla todos los aspectos de tu vida. No puedes simplemente darle una patada en las pelotas”.

(vía sociedad.elpais.com)

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