El cardenal Peter Turkson, de quien hablé hace unos diez días como uno de los posibles candidatos a reemplazar a Benedicto XVI como papa de la Iglesia Católica, parece empeñado en sobrepasarse a sí mismo. La vez anterior saltó a las noticias cuando dijo que la criminalización de la homosexualidad era “entendible” en África, como parte de una tradición que hay que respetar, y que la pena de muerte para los homosexuales sólo le parecía “exagerada”. Ahora, en una entrevista en la CNN en la que se le preguntó sobre la posibilidad de que el escándalo de las denuncias de abusos sexuales clericales a niños llegue a África, afirmó que esas cosas no son frecuentes en África porque, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y Europa, allí hay tabúes contra las relaciones homosexuales que han “protegido de esas tendencias” a la población.
La red de sobrevivientes de abuso clerical SNAP respondió a Turkson:
“Oímos hablar menos sobre los delitos sexuales del clero y su encubrimiento en África por la misma razón que en el resto del mundo en vías de desarrollo: [porque allí] tiende a haber menos fondos para quienes hacen cumplir la ley, sistemas de justicia civil menos vigorosos, menos periodismo independiente, y una diferencia aún más grande en poder y riqueza entre los funcionarios eclesiásticos y sus feligreses.”
La idea de que los abusos sexuales clericales tienen que ver con la homosexualidad es una a la que adhiere el Secretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone y muchos otros, que han llegado al extremo de “explicar” muchos de los abusos como relaciones homosexuales entre sacerdotes y adolescentes varones. Lo que un análisis serio muestra es que los sacerdotes han tenido históricamente acceso más fácilmente a niños y adolescentes varones (por ejemplo, en escuelas e internados), lo cual explica la mayor proporción de varones abusados. Más allá de lo cual (y esto es lo que los jerarcas católicos y sus defensores suelen ignorar y negar) el problema principal nunca ha sido la etiología de los abusos, sino su encubrimiento sistemático.
Las declaraciones de Turkson me recordaron inmediatamente a otro gran fanático religioso y enemigo de la diversidad sexual, el presidente de la República Islámica de Irán. Mahmud Ahmadinejad dijo en 2007 (y reafirmó unos años más tarde) que “en Irán no tenemos homosexuales”. Como en muchos de los países del continente africano cuyas tradiciones Turkson aprecia tanto, en Irán la homosexualidad se castiga con la pena de muerte; o más correctamente, existe una ley que permite a cualquiera con influencia suficiente (especialmente el gobierno mismo) hacer ahorcar a una persona por el simple expediente de acusarla de sodomía y conseguir testigos dispuestos a afirmarlo. La tradición de acusar al vecino de sodomita (o de blasfemo, o de brujo), la tradición de obligar a toda una comunidad a seguir las mismas reglas por medio de la presión más brutal y las amenazas más violentas: ésa es la tradición que el papabile Peter Turkson defiende.
(vía alertareligion.blogspot.com.es)
La red de sobrevivientes de abuso clerical SNAP respondió a Turkson:
“Oímos hablar menos sobre los delitos sexuales del clero y su encubrimiento en África por la misma razón que en el resto del mundo en vías de desarrollo: [porque allí] tiende a haber menos fondos para quienes hacen cumplir la ley, sistemas de justicia civil menos vigorosos, menos periodismo independiente, y una diferencia aún más grande en poder y riqueza entre los funcionarios eclesiásticos y sus feligreses.”
La idea de que los abusos sexuales clericales tienen que ver con la homosexualidad es una a la que adhiere el Secretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone y muchos otros, que han llegado al extremo de “explicar” muchos de los abusos como relaciones homosexuales entre sacerdotes y adolescentes varones. Lo que un análisis serio muestra es que los sacerdotes han tenido históricamente acceso más fácilmente a niños y adolescentes varones (por ejemplo, en escuelas e internados), lo cual explica la mayor proporción de varones abusados. Más allá de lo cual (y esto es lo que los jerarcas católicos y sus defensores suelen ignorar y negar) el problema principal nunca ha sido la etiología de los abusos, sino su encubrimiento sistemático.
Las declaraciones de Turkson me recordaron inmediatamente a otro gran fanático religioso y enemigo de la diversidad sexual, el presidente de la República Islámica de Irán. Mahmud Ahmadinejad dijo en 2007 (y reafirmó unos años más tarde) que “en Irán no tenemos homosexuales”. Como en muchos de los países del continente africano cuyas tradiciones Turkson aprecia tanto, en Irán la homosexualidad se castiga con la pena de muerte; o más correctamente, existe una ley que permite a cualquiera con influencia suficiente (especialmente el gobierno mismo) hacer ahorcar a una persona por el simple expediente de acusarla de sodomía y conseguir testigos dispuestos a afirmarlo. La tradición de acusar al vecino de sodomita (o de blasfemo, o de brujo), la tradición de obligar a toda una comunidad a seguir las mismas reglas por medio de la presión más brutal y las amenazas más violentas: ésa es la tradición que el papabile Peter Turkson defiende.
(vía alertareligion.blogspot.com.es)
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