Corea del Sur y EE.UU. permanecen atentos ante la posibilidad de que el régimen comunista haga una prueba de misiles.
¿En qué consiste una de las doctrinas más auténticas y extrañas del mundo y que surge como insumo ideológico del actual régimen de Pionyang? En estas semanas las preguntas sobre la ideología de Corea del Norte son frecuentes, y es normal que algunos asuman como anacrónico un régimen que reivindica valores que se pensaron superados con el fin de la Guerra Fría.
No obstante, la doctrina Juche, principal elemento ideológico del régimen, ha sobrevivido a los tres mandatarios que han gobernado a Corea desde su existencia como democracia popular (Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un). Básicamente consiste en la defensa a ultranza de la autarquía y el autoabastecimiento, tomando en cuenta el contexto regional y global que ha sido hostil hacia la República Popular Democrática de Corea, nombre oficial de Corea del Norte. Este carácter no sólo explica la tendencia hacia el aislamiento, que en algunas coyunturas se puede denominar suicida (como ocurrió con la hambruna a mediados de la década de los 90), sino la búsqueda permanente para reducir su vulnerabilidad militar frente a la posibilidad de un ataque externo.
El prestigioso semanario inglés The Economist acaba de publicar un texto en el que se cita a Thomas Belke, autor de un libro que reconoce que la doctrina Juche no sólo sería una doctrina, sino que tiene todos los matices para ser considerada una religión. Según se plantea desde la publicación, se tiene registro de aproximadamente 19 millones de seguidores que creen fielmente en el carácter divino de las tres generaciones de los Kim. Su naturaleza divina, las prácticas y, sobre todo, un altísimo grado de convicción en millones de norcoreanos dan para pensar que efectivamente se trata de un culto.
Una idea constante en la política norcoreana pasa por una adaptación de la doctrina Juche al contexto político cambiante. En la década de los noventa, el acercamiento con el gobierno de Bill Clinton, así como la dinamización de relaciones a finales de dicho decenio con Seúl, confirman el talante mutable de la tan mencionada doctrina.
En el panorama actual, y habida cuenta del nacionalismo rampante, la doctrina enfatiza de nuevo la disuasión y la hostilidad del ambiente regional y global. Resta por ver la forma como Juche sirve de doctrina para la guerra o para la distensión con los vecinos inmediatos.
*Profesor Universidad del Rosario.
Mauricio Jaramillo Jassir* | elespectador.com
(vía m.elespectador.com)
¿En qué consiste una de las doctrinas más auténticas y extrañas del mundo y que surge como insumo ideológico del actual régimen de Pionyang? En estas semanas las preguntas sobre la ideología de Corea del Norte son frecuentes, y es normal que algunos asuman como anacrónico un régimen que reivindica valores que se pensaron superados con el fin de la Guerra Fría.
No obstante, la doctrina Juche, principal elemento ideológico del régimen, ha sobrevivido a los tres mandatarios que han gobernado a Corea desde su existencia como democracia popular (Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un). Básicamente consiste en la defensa a ultranza de la autarquía y el autoabastecimiento, tomando en cuenta el contexto regional y global que ha sido hostil hacia la República Popular Democrática de Corea, nombre oficial de Corea del Norte. Este carácter no sólo explica la tendencia hacia el aislamiento, que en algunas coyunturas se puede denominar suicida (como ocurrió con la hambruna a mediados de la década de los 90), sino la búsqueda permanente para reducir su vulnerabilidad militar frente a la posibilidad de un ataque externo.
El prestigioso semanario inglés The Economist acaba de publicar un texto en el que se cita a Thomas Belke, autor de un libro que reconoce que la doctrina Juche no sólo sería una doctrina, sino que tiene todos los matices para ser considerada una religión. Según se plantea desde la publicación, se tiene registro de aproximadamente 19 millones de seguidores que creen fielmente en el carácter divino de las tres generaciones de los Kim. Su naturaleza divina, las prácticas y, sobre todo, un altísimo grado de convicción en millones de norcoreanos dan para pensar que efectivamente se trata de un culto.
Una idea constante en la política norcoreana pasa por una adaptación de la doctrina Juche al contexto político cambiante. En la década de los noventa, el acercamiento con el gobierno de Bill Clinton, así como la dinamización de relaciones a finales de dicho decenio con Seúl, confirman el talante mutable de la tan mencionada doctrina.
En el panorama actual, y habida cuenta del nacionalismo rampante, la doctrina enfatiza de nuevo la disuasión y la hostilidad del ambiente regional y global. Resta por ver la forma como Juche sirve de doctrina para la guerra o para la distensión con los vecinos inmediatos.
*Profesor Universidad del Rosario.
Mauricio Jaramillo Jassir* | elespectador.com
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