En "Ávidas Pretensiones", que hoy llega a las librerías, el escritor español reivindica la capacidad crítica del humor en la literatura.
Aramburu dice que el humor es capaz de sabotear mucho más que una ridiculización del adversario (Efe)
Madrid.- El humor es incompatible con la poesía y también con la religión: así de contundente se muestra el escritor español Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), afincado en Alemania, al presentar su obra "Ávidas pretensiones", galardonada con el Premio Biblioteca Breve 2014 de la editorial Seix Barral.
Sin embargo, Aramburu hace convivir a las tres en su novela, que define como una "gamberrada literaria", en la que encierra a un grupo de 29 poetas en un convento de monjas en unas surrealistas jornadas creativas que derivan en juerga, amores y desamores, sexo, peleas, drogas, alcohol... y mucho humor.
"La religión y el humor son incompatibles. Son como el aceite y el agua (...) No hay cosa más sosa que Dios", afirma rotundo, asegurando que pocas veces ha escuchado un chiste en ese ámbito. "Aunque con el papa actual....", insinúa sin terminar la frase en una entrevista con Dpa y un grupo reducido de medios en Madrid.
Pero en "Ávidas Pretensiones", que hoy llega a las librerías, Aramburu reivindica la capacidad crítica del humor en la literatura. "El humor se toma muy poco en serio en España y se equipara con una superficialidad que prescinde de la inteligencia. Sin embargo, no se aprovechan sus posibilidades críticas para la ironía, la parodia o los juegos de palabra", afirma.
"El humor bien hecho vale más que el insulto o el cabreo, es capaz de sabotear mucho más que una ridiculización del adversario", señala el escritor, que reivindica una tradición cervantina en la literatura que observe la realidad a través de un ojo irónico y crítico.
Sin embargo, una de sus certezas literarias es que la poesía es incompatible con el humor: "Lo poético ensalza y embellece la realidad, mientras el humor lo ridiculiza y desprestigia", dice Aramburu, que confiesa que esa tensión entre lo poético y lo humorístico ha sido y sigue siendo el cimiento de su amplia obra literaria ("Fuegos con limón", "El Trompetista de Utopía" o "Años lentos", entre otras).
Y es que la novela, ganadora del premio Biblioteca Breve -dotado con 30.000 euros-, es también una reivindicación de la poesía. "Cualquier persona tiene una necesidad poética básica, independientemente de dónde encuentre esa emoción: en una secuencia de cine, en la música o en un paisaje", señala, al tiempo que rechaza que se halle sólo en versos escritos.
"Puedo mofarme de los poetas pero de la poesía, nunca", señala Aramburu, que sí se burla, y mucho, de los personajes de la novela, 29 poetas de los que ninguno escapa a su sátira. "Los poetas son más provechosos literariamente que los novelistas, que se han convertido en una especie de compañeros de oficina. Los poetas dan mucho más juego literario con su interpretación de la vida y su mayor intensidad de sensaciones", señala.
Por eso Aramburu convierte su novela en una "poetada", como él mismo define, donde se ve ese mundo más íntimo lleno de conflictos, rivalidades y excesos que impregnan el ámbito literario.
No tengo que ajustar cuentas con nadie (...) No me interesa lo que hacen los demás", afirma irreverente, al tiempo que se reconoce como un "mal lector de novelas ajenas", porque en lugar de disfrutarlas no puede evitar analizarlas y diseccionarlas. Por eso reconoce que ni siquiera ha leído su novela tras terminarla.
Tampoco le interesa demasiado la crítica, una vez publicada la obra. "La única crítica útil es la anterior a la publicación", asegura, algo que reserva solamente a dos de sus amigos. Aunque la inspiración de su libro está basada en un grupo que la ejercía mucho: el conocido como Grupo 47 en Alemania, formado por escritores que se reunían para poner a un autor en lo que denominaban "trono" para despedazar sin piedad sus creaciones.
Y si las "ávidas pretensiones" de los poetas de su novela se centran en obtener el reconocimiento y el elogio de los demás, la de Aramburu es un poco más modesta, aunque sólo en apariencia: "Mi ambición es creativa. Llegar a tener un estilo propio, una música propia".
Ahora, el escritor se ha iniciado en el periodismo, escribiendo columnas sobre fútbol alemán; eso sí, sin perder su esencia de literato. "Lo que me gusta del fútbol es la literatura. Que el deporte hace posible al héroe... y al antihéroe".
(vía eluniversal.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario