Jerusalén (EFE).- Como la gran mayoría de los implicados esperaban, la primera
peregrinación de Francisco a Tierra Santa dejó una multitud de gestos que han
abierto amplios espacios para la polémica en una región de múltiples y dispares
conflictos, como su innovadora propuesta de paz.
En las reuniones
previas al viaje, una inquietud rondaba casi por igual a responsables
palestinos e israelíes: el lugar, la forma y el momento en el que el pontífice,
fiel a su carácter, se saldría del apretado programa y dejaría su impronta.
A los primeros,
porque esperaban que el temple conciliador de Jorge Mario Bergoglio y
su defensa de los más desfavorecidos, sirviera para resaltar los problemas que
la población palestina afronta
a causa de la ocupación, la construcción de las colonias o el muro de
separación.
Los segundos, por
las posibles críticas a sus políticas sobre Jerusalén, a la propia ocupación de Cisjordania y
a los constantes ataques de radicales judíos, ultraortodoxos y
ultranacionalistas a cristianos y propiedades de las iglesias.
Preocupaciones
que se unían al disgusto por detalles como que el Vaticano utilizara
la expresión "Estado de Palestina", que el papa llegara
en helicóptero a Belén sin pasar primero por Israel o que éste pasara la
mayoría de su visita a Jerusalén en la zona Este, reclamada por los palestinos
como su capital.
Francisco se
salió del guión por primera vez en Belén, cuando camino de la misa ordenó al
coche parar, se bajó y oró unos minutos ante el frío y gris muro de hormigón
que aisla Cisjordania, "para compartir el sufrimiento", según aclaró
después la Santa Sede.
Una histórica
foto, la del pontífice triste con su frente apoyada en la barrera segregadora,
que los palestinos ansiaban y que Israel temía.
"Quien le
haya llevado al muro ha cometido un error al permitir que sucediera porque
distorsiona completamente la imagen de la realidad deOriente Medio", explicó el ministro israelí de Turismo y miembro del partido
ultranacionalista pro colono, Uzi Landau, al diario Haaretz.
Francisco volvió
a romper el protocolo en su segundo día en Jerusalén, cuando tras hacer una
polémica visita a la tumba del fundador del sionismo -la primera de un papa- se
acercó a tocar, igualmente, el monolito que recuerda a las víctimas israelíes
del terrorismo.
Pero si por algo
se recordará su primera peregrinación a Tierra Santa será por su decidida
defensa de Jerusalén como ciudad de la paz, libre y abierta a todos los fieles,
en contra de políticas que los palestinos denuncian de judeización.
Y por su
sorprendente e innovadora propuesta a los presidentes de la Autoridad Nacional
Palestina (ANP), Mahmud Abás, y de Israel, Simón Peres, a compartir con él en El Vaticano una oración por la paz en Oriente
Medio.
"Es uno de
los puntos más relevantes de una visita muy positiva de la que estamos muy
satisfechos", explica a Efe el padre Jamal Daibes, rector del seminario
latino del Patriarcado de Jerusalén y uno de los organizadores del periplo.
"Significa
un aproximación diferente al conflicto. No es una iniciativa política, es una
oración. Una forma de elevar el problema a otro nivel, más allá de la vertiente
política, que ha fracasado", agrega.
Daibes admite que
su impacto "va ser limitado, no tendrá un resultado directo", que
conlleve la reanudación del diálogo de paz, suspendido desde abril.
Sino que e trata,
sobre todo, de la manera simbólica que Francisco tiene para decir que existen
otras alternativas para acabar "con un conflicto que dura demasiado
tiempo", en palabras del propio pontífice, y que la iglesia puede
contribuir de forma efectiva en ellas.
"El papa ha
querido decir que la religión es instrumento para la paz y no herramienta para
enquistar conflictos. Que la religión está para resolver, no para dividir, con
la justicia como cimiento", subraya.
En una línea
similar, comentaristas israelíes coinciden en que el efecto de la propuesta, acogida
con una sonrisa por Peres frente al rostro serio e incómodo del primer
ministro, el derechista Benjamin Netanyahu, durante toda la visita, será mínimo.
En particular por
el hecho de que el nonagenario y conciliador mandatario israelí abandonará su
puesto a finales del presente mes, poco después de una cita en la que ya
trabaja el Custodio en Tierra Santa, Pierbattista Pizzabala, y que podría
producirse el próximo 6 de junio.
"Para muchos
será difícil mostrarse entusiastas con la oración debido al poco tiempo que le
queda a Peres en la oficina", afirma Ammon Ramon, investigador del
Instituto de Jerusalén para Estudios sobre Israel.
"Desde la
perspectiva de la realpolitik palestina-israelí parece algo vago. Desde un
punto de vista cínico, no está claro si algo va a salir de aquí", agrega
Ramon, quien lee la oferta, sobre todo, en clave de consumo interno cristiano. Javier
Martín
(vía Agencia EFE)
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