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martes, 27 de enero de 2015

Ciencia y religión

Augusto Zamora R. / SIN VENIR A CUENTO | Opinión


No se llevaron bien durante siglos pero, al fin, entrado el siglo XX, casi todas las religiones se inclinaron ante la autoridad incontestable de las leyes científicas.

A Copérnico y Galileo sostener que el Sol era el centro del Universo les costó llanto y condena. 500 años después, la iglesia Católica redimía a Copérnico, aunque al ilustre científico polaco ningún consuelo le proporcionaba la tardía redención.

Darwin sufrió insultos y fue caricaturizado como mono. Negar el dogma cristiano de la creación de la humanidad por Dios le hizo blanco de sectores conservadores.

Finalmente, las iglesias cristianas (y no todas) se rindieron a la evidencia. Somos producto de la evolución y todos los seres vivos procedemos de la misma sopa cósmica.

La teoría del Big Bang fue otro cataclismo para las religiones. Ahora resultaba que Dios no había creado el Universo, sino que este provenía de una asombrosa explosión, cuya magnitud superaba cualquier parámetro de imaginación humana.

La solución al conflicto fue salomónica: Dios creó el Universo por medio del Big Bang.

Según reiteradas encuestas, 80% de científicos se declara ateo o agnóstico. Siglos de investigación no han encontrado ningún rastro divino. La Ciencia, en cambio, ha ido develando exitosamente, uno tras otro, año tras año, los mayores misterios.


Hay escasa religiosidad en las sociedades con altos niveles educativo-culturales. Países como 

Nicaragua tienen mucha religiosidad y poca ciencia. Como si Dios, para existir, necesitara oscuridad… No es, en absoluto, así.

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