Augusto Zamora R. / SIN VENIR A CUENTO | Opinión
No se llevaron bien durante siglos pero, al fin, entrado el
siglo XX, casi todas las religiones se inclinaron ante la autoridad
incontestable de las leyes científicas.
A Copérnico y Galileo sostener que el Sol era el centro del
Universo les costó llanto y condena. 500 años después, la iglesia Católica
redimía a Copérnico, aunque al ilustre científico polaco ningún consuelo le
proporcionaba la tardía redención.
Darwin sufrió insultos y fue caricaturizado como mono. Negar
el dogma cristiano de la creación de la humanidad por Dios le hizo blanco de
sectores conservadores.
Finalmente, las iglesias cristianas (y no todas) se
rindieron a la evidencia. Somos producto de la evolución y todos los seres
vivos procedemos de la misma sopa cósmica.
La teoría del Big Bang fue otro cataclismo para las
religiones. Ahora resultaba que Dios no había creado el Universo, sino que este
provenía de una asombrosa explosión, cuya magnitud superaba cualquier parámetro
de imaginación humana.
La solución al conflicto fue salomónica: Dios creó el
Universo por medio del Big Bang.
Según reiteradas encuestas, 80% de científicos se declara
ateo o agnóstico. Siglos de investigación no han encontrado ningún rastro
divino. La Ciencia, en cambio, ha ido develando exitosamente, uno tras otro,
año tras año, los mayores misterios.
Hay escasa religiosidad en las sociedades con altos niveles
educativo-culturales. Países como
Nicaragua tienen mucha religiosidad y poca
ciencia. Como si Dios, para existir, necesitara oscuridad… No es, en absoluto,
así.
(vía elnuevodiario.com.ni)
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