Numerosas jóvenes cristianas en Pakistán son obligadas a convertirse al islam después de haber sido secuestradas o violadas por musulmanes con quienes deben casarse contra su voluntad. El fenómeno, denunciado por diversas organizaciones no gubernamentales, parece profundamente arraigado en un país donde a menudo los derechos de las minorías étnicas y religiosas no son tenidos en cuenta.
La mayor parte de la población paquistaní profesa la religión islámica. Las minorías cristianas e hinduistas son perseguidas y hostigadas tanto por el Gobierno como por los fundamentalistas religiosos. (AFP)
ISLAMABAD (ANSA). El caso de Asia Bibi, la católica condenada a muerte por blasfemia, y el asesinato de exponentes gubernamentales que la defendieron ya habían descorrido el velo sobre el creciente fundamentalismo religioso en el país en los últimos meses.
Ahora un alarmante informe de la asociación de derechos humanos Asian Human Right Commission (AHRC) reveló otro inquietante aspecto de las conversiones forzadas.
Al menos 700 mujeres cada año –según las estimaciones– son violadas o raptadas por musulmanes con el objetivo de obligarlas a abandonar su fe.
Se trata de una suerte de “limpieza étnico-religiosa” que se produce entre la indiferencia de las fuerzas del orden y los tribunales locales, que prefieren cerrar un ojo ante los abusos, sobre todo cuando están involucrados personajes poderosos.
“Parece que hoy nadie, desde la policía a la magistratura o incluso el gobierno, tiene el coraje de oponerse a las amenazas de los fundamentalistas”, señaló el informe difundido por la ONG, que se ocupa de los derechos humanos en Asia desde su sede en Hong Kong.
“Intocables”
La denuncia es compartida por otros grupos que a menudo temen hacer oír su voz. Los cristianos en particular son tratados como “intocables” en Pakistán, donde la mayoría de las mujeres de esa religión son encargadas de limpieza.
La denuncia contiene asimismo una larga lista de abusos registrados en los últimos meses.
Entre ellos el de una niña cristiana de 13 años violada el pasado agosto por el dueño de un horno de ladrillos en Punjab, que emplea sobre todo a cristianos.
El acusado, Muhammad Amin, entró en casa de la niña –hija de un empleado suyo– mientras sus padres estaban trabajando y la violó. Luego la obligó a poner sus huellas digitales en un certificado de matrimonio, para evitar eventuales denuncias.
Casos semejantes se cuentan por decenas: y cada vez las mujeres, sobre todo si quedan embarazadas, se ven obligadas a casarse por el rito musulmán y cambiar su nombre cristiano.
Cuando la víctima se opone pone en riesgo su vida, como sucedió el pasado 12 de octubre a Zubaida Bibi, mucama en la fábrica de un musulmán.
Como cuenta el diario Pakistan Christian Post, el patrón la sorprendió en un baño y después de cerrar la puerta con llave comenzó a abusar de ella: y ante su resistencia, terminó degollándola con un cuchillo.
También los hindúes
También la minúscula minoría hindú vive con un miedo constante a las agresiones.
“La vida de las minorías es cada vez más miserable, las conversiones forzadas están a la orden del día”, manifestó a ANSA el activista Veer Jee Kolhi.
Especialmente en la provincia de Sindh, donde recientemente un dirigente religioso afirmó haber convertido al islam a 40.000 muchachas hindúes.
En enero de este año el gobernador del estado de Punjab, Salman Taseer, fue asesinado por un fanático musulmán, quien lo acusó de haber ofendido a la religión por haberse opuesto a la ley de blasfemia, que sigue castigando con la muerte a todos los que “ofendieran a la religión”.
Pakistán es un país con la mayoría de su población musulmana, que convive con minorías cristianas, hinduistas y budistas en todo el país.
(vía abc.com.py)
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