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viernes, 17 de febrero de 2012

Cuando la religión se hace sexo

'Obscenity', del canadiense Bruce Labruce, retrata actores y famosos con atuendos religiosos

La exposición se estrena en Madrid hasta el 4 de abril, busca una "convergencia de lo sagrado y lo profano"

Manuel Morales Madrid

FOTOGALERÍA

La actriz Rossy de Palma es una de las escogidas por el canadiense Bruce Labruce para su exposición 'Obscenity', que puede verse en La Fresh Gallery, de Madrid. / BRUCE LABRUCE

Bruce LaBruce soporta con estoicismo el sempiterno sambenito de obsceno. Sus películas y fotos han sido confiscadas en aduanas, pero a él no parece perturbarle. Su nuevo trabajo se llama Obscenity. Se trata de una exposición en Madrid (La Fresh Gallery) de medio centenar de imágenes -30 en pequeño formato- que muestran a actores y personajes varios en poses de contenido sexual pero con hábitos e imaginería religiosa. La explicación para Obscenity reside en que “las vidas de los santos están llenas de actos extáticos y sublimada sexualidad”. Con esta muestra, que puede verse desde ayer jueves hasta el 4 de abril, espera LaBruce que surjan ideas para su próxima película Santo, the obscene, en la que el protagonista “hace milagros a través del sexo”.

A Justin Stewart, conocido como Bruce LaBruce (Toronto, 1964), le interesa mucho “la relación entre el éxtasis sexual y el éxtasis religioso, que poseen una mirada similar”. “Así que no tiene por qué haber conflicto entre religión y sexo”. En las imágenes de Obscenity se ve, por ejemplo, a Alaska y su marido, Mario Vaquerizo, que simulan una Piedad, una foto que, por cierto, ha coincidido con la salida del representante de músicos y actores de la Cope, la cadena de emisoras de radio católica, de la que era tertuliano. “Es un asunto ridículo”, dice LaBruce. También está el actor Pablo Rivero, convertido en un ángel que exhibe una lengua que le da un aire nada celestial; religiosas que muestran sus pechos; desnudos…

Con semejante relicario, no es de extrañar que LaBruce levante polvareda por donde va. El pasado verano 400 polaroids suyas expuestas en Oporto fueron confiscadas en la aduana de su país con el sello de “obsceno”. Un año antes, su película L. A. Zombie –una combinación de sexo explícito y necrofilia – fue tildada con el mismo calificativo en Australia, donde se prohibió su exhibición. Pero LaBruce no mueve un músculo cuando recuerda esas situaciones. “Llevo 25 años haciendo el mismo trabajo”, conocido por su temática porno gay. Con sudadera, zapatillas y gafas de pasta de color negro y vaqueros, no se inmuta, ni siquiera cuando en mitad de la entrevista aparece en la galería un perro que nos olisquea las piernas y lame un poquito.

Hoy, los famosos son idolatrados, por eso usé la imaginería y las escenas sagradas

LaBruce da una explicación a las drásticas reacciones que han tenido sus obras: “Aunque el mundo cambia, la actitud ante la cultura no ha progresado tanto. Siempre estamos en un movimiento pendular y ahora toca el lado conservador. Por eso, algo que hace años no suscitaba controversia, ahora sí lo hace, como ocurrió en Australia con mi película L. A. Zombie, pero no consideró mi trabajo pornográfico, de hecho, el porno no me atrae nada”.

Lo de Australia pasó y ahora está en Madrid, donde el pasado octubre hizo en cinco días las fotos para Obscenity. “La idea fue retratar a personas en su mayoría conocidas, eso se debe a la relación que se da entre la fama y la religión. Hoy, los famosos son idolatrados, por eso usé la imaginería y las escenas sagradas”, explica.

¿Entonces hace LaBruce humor? El fotógrafo y cineasta lo niega. “Yo creo que esta es una exposición muy seria”, afirma sin pestañear. “Aunque sí hay ironía, por ejemplo, en la foto del transexual vestido de virgen que da el pecho a un bebé, el niño Jesús”. O simplemente le pareció divertido fotografiar a la actriz María Forqué, con hábito, bebiendo una coca-cola durante un descanso de la sesión de fotos. “En cierto modo esa imagen simboliza a la religión, que se ha convertido en una corporación, con sus publicistas y todo”.

En gran parte de la exposición, los retratados aparecen con hostias en los ojos o en la boca. “Esto significa que la religión, a veces, hace a la gente ciega o muda, les hace callar o no querer ver, y además es el símbolo del cuerpo de Cristo, alguien que por cierto no tuvo problemas con el sexo ni discriminó a las prostitutas”, dice.

Entre sorbos de vino, LaBruce habla de su siguiente proyecto, la película Santo, the obscene, que por el momento es solo eso, un proyecto. “Es difícil encontrar financiación porque trato un tema polémico y vivimos un momento muy conservador. Así que estoy buscando productores”.

Hablando de cine, muestra su admiración por Luis Buñuel. “Me ha influido mucho su sentido de la religión”, y cita sus obras: Viridiana, Simón del desierto, La vía láctea... También le gustan “cineastas americanos independientes como John Cassavetes y Robert Altman, y europeos como Antonioni”. Y ya que estamos con películas, le recuerdo el tatuaje que se hizo, hace años, de la cara de Jodie Foster en el brazo izquierdo. La actriz le impactó desde su debut en Taxi driver, cuando era una adolescente. Pero en el año 2012, ¿hay alguien que le guste tanto como para grabárselo en la piel? “¿Hoy?, no sé, sí, yo creo que Zira, la chimpancé buena de El planeta de los simios. Era alguien compasiva, era más humana que simio. Y como tenía un gran corazón, me la tatuaría dentro de un sagrado corazón de Jesús”. Y dice que no hace humor.

(vía cultura.elpais.com)

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