No es que sea ateo, no es que no crea, por el contrario, soy un chileno con fe. Pero la iglesia, la misma que siembra discriminación no merece sumar un cristiano más a las estadísticas del Censo 2012.
Soy de formación católica. Hice mi primera comunión, me confirmé, fui monitor de la Pastoral Juvenil, participé de la Pastoral Universitaria, pero hoy ya no soy un católico.
Mi cisma con la iglesia fue progresivo, Ley de Divorcio, campañas de prevención de VIH, matrimonio igualitario, Ley Antidiscriminación, aborto terapéutico, píldora del día después, entre otrasdiscusiones país, donde la iglesia impone su convicción, sin pensar en el bienestar de las personas, fueron trizando mi cercanía con ella. Basta este ejemplo, que de su absurdo, pasé al espanto y preferí dar un paso al lado: el no al divorcio en Chile, “que convivan los separados, pero no tengan sexo”, “no importa que no se amen, igual sigan casados”, ahí la iglesia puso el acento en el vínculo de la tradición por delante del amor e incluso de la familia, en este caso “el amor no es más fuerte”.
Sigo creyendo. Creo que Dios es amor y desde esa máxima he reafirmado mi fe, por lo que puedo decir libremente que soy un creyente. Hoy mi convicción me aleja de la iglesia en sus dichos sembradores de odio, ya sea Católica, como Evangélica, ambas con el discurso doble e intolerante, lleno de prejuicios y discriminación. Discurso que lamentablemente mueve a una parte importante de quienes dirigen a Chile.
Por ello, creo que es vital disminuir el poder de la iglesia en el Censo 2012. Somos un país laico y debemos comportarnos como tal. La mejor acción para bajar ese poder es responder al censista que nos visitará, que no somos Católicos, ni Evangélicos y dar cualquier otra respuesta que signifique un golpe a esta hegemonía.
En la carta que envió el año 2011 un grupo de líderes de las iglesias cristianas a los tres poderes del Estado, pidiendo el rechazo al aborto terapéutico y mutilando la Ley Antidiscriminación, se ampararon en las cifras del Censo 2002. Cito:
“Considerando que más de un 85 % de la comunidad nacional se declara de convicciones cristianas, invitamos a nuestras autoridades y legisladores a una seria reflexión acerca de las consecuencias que legislaciones como las señaladas pueden importar para el futuro de Chile”.
Es vital disminuir el poder de la iglesia en el Censo 2012. Somos un país laico y debemos comportarnos como tal. La mejor acción para bajar ese poder es responder al censista que nos visitará, que no somos Católicos, ni Evangélicos y dar cualquier otra respuesta.
Y en efecto, el año 2002 el Censo arrojó que “el 70,0% de los habitantes de quince años o más se declaró católico; el 15,1% evangélico; el 4,4% se identificó con otra religión o credo, y el 8,3% dijo no tener religión, ser ateo o agnóstico”. Usar ese argumento para que desde sus convicciones se decida la construcción de nuestro país es injusto y arbitrario.
Para esta década la situación debe ser distinta. No quiero que mi país se siga discriminando impunemente desde las cúpulas. Donde esté permitido decir que la homosexualidad es sinónimo de pedofilia, se hable de maricón o se niegue la posibilidad de reentender a la familia. Un país donde el aborto se observe desde una sola mirada conservadora y ni siquiera se abra el espacio a una discusión científica o de salud y se incluya a la mujer como actor protagónico de esta situación. Quiero un país que integre y sume, donde las iglesias cumplan su rol desde la esencia, como lo hacen muchas comunidades de base y que respeto profundamente, buscando que sus fieles sean felices y no personas llenas de culpas y prejuicios incapaces de respetar la diferencia.
Por eso, cuando el censista llegue a mi casa y me haga la pregunta 21 ¿Cuál es su religión o credo?, me ampararé en la convicción de no ser más parte de ese 85% que valida las acciones discriminadoras. Podré decir que soy budista o alguna otra religión que en Chile es minoritaria y por la que sienta cercanía, pero lo más seguro es que termine diciendo simplemente ninguna.
(vía elnaveghable.cl)
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