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jueves, 26 de abril de 2012

¿Quo Vadis Ateos?

Autor: Rubén Rivas
Fecha de publicación: 26/04/12

Parafraseando  parcialmente el título de la novela  del polaco Henryk Sienkiewicz, me he atrevido incursionar en un tema Tabú: El ateísmo y el libre pensamiento en nuestro tiempo.

No es extraño que por los viejos caminos de los dioses, encontremos  innumerables seres que en cuanto se topan con alguien que valientemente se identifica como ateo, se hacen la señal de la cruz como si se hubiesen tropezado  con una Boa constrictor o el espanto de la Llorona. La otra reacción suele ser la de huir aterrorizados; solo una minoría de ellos activaría el neocórtex, rasgo que identifica la inteligencia de mamíferos superiores, e intentarían dialogar con el desconocido.

Desde muy joven me llamó la atención este asunto del ateísmo y asumo la hipótesis fácilmente verificable de que tratándose de un pensamiento que va diametralmente opuesto a la tradición y a los poderes establecidos, cualquier reacción ante este pensamiento sin dogmas y por siglos oculto, pone a tambalear los paradigmas que por siglos llevamos a cuestas.

En Wikipedia encontré una buena definición: “El ateísmo es en un sentido amplio, la no creencia en deidades u otros seres sobrenaturales. En un sentido más estricto, el ateísmo es la posición que sostiene la inexistencia de deidades.”

Un buen amigo artista me expresaba su angustia ante la proliferación de ateos a través de internet y me decía “¿Por qué no respetan nuestra fe cristiana cuando aquí cabemos todos” y agregó: “¿es que le parece poco las maravillas del Arte Religioso?” Soy lento en dar respuestas, no obstante, aquí las resumo: Mi apreciado amigo, coincidimos en que este mundo debiera ser compartido por todas las corrientes de pensamiento, respetándose todas unas a otras. Mi punto está en que siempre y través de los siglos  se impuso una de ellas, sometiendo a las demás por la fuerza, llámense cruzadas, conquistas y/o colonizaciones. 

Como se podrá ver, en ese contexto de colonización y alienación; el ateísmo y el libre pensamiento fueron demonizados, al menos desde Hipatia, filósofa, astrónoma y matemática de Alejandría martirizada y asesinada por los primeros cristianos en el siglo IV. Es evidente que no existía una razón que justificase el exterminio de corrientes de pensamiento diferente al que se estaba estableciendo. Se trataba de fanáticos que no permitían y no permitirían nunca el pensamiento diverso o contrario, encargándose aquellos de controlar el Concilio de Nicea celebrado también en el  S.IV, el mismo que estableció para siempre los dogmas y misterios de la iglesia. En el caso del libre pensador éste se hace peligroso porque puede develar los dudosos orígenes de los cultos religiosos, desconfía de los documentos que los sustentan y al mismo tiempo sospecha de quienes se han autonombrado representantes del más allá. Por supuesto, ¡Los Demonios!

Solo hasta hace poco años, quienes pretendían disentir del status quo fundamentado en el pensamiento cristiano estaban expuestos – y en esa lista me incluyo – a soportar los sarcasmos, afrentas y exclusiones más feroces. Por solo colocar algunos ejemplos, a pocos periódicos provincianos del mundo se le ocurriría jamás publicarle artículos a un ateo, o una televisora transmitir programas sobre la evolución de las especies vista por los ateos, como también era arriesgado (y sigue siéndolo en países no laicos) hablar del tema dentro de una comunidad católica o evangélica, exponiéndose a ser rechazado de por vida ¡Vergonzosa inmolación!  En un párrafo del libro “El Apóstata” Gore Vidal nos describe las costumbres previas al cristianismo: “Ninguna religión consideró necesario destruir a otros porque no compartiesen sus mismas creencias…Por ejemplo, los egipcios y sus dioses animales…quienes rinden culto al Toro no tratan de asesinar a quienes lo rinden a la culebra, o convertirlos por la fuerza de la Culebra al Toro.”

En fin, soy de quienes piensan, tomando la palabra de Heráclito, que los cambios son inevitables. En primer lugar debemos darle todos los días gracias a ese hermoso monstro llamado internet por contribuir eficientemente a abrir las inmensas compuertas de una nueva era. Tal milagro se da diariamente y a cada instante en la difusión del pensamiento libre, insubordinado y multicultural (Dudo que sus creadores tuvieran consciencia de lo que se venía). Internet no castiga, no amenaza ni asusta, sino simplemente devela, entre otras muchas cosas, que el ateísmo no es ni una boa constrictor ni es el diablo con el que cantó Florentino, sino un peldaño más  en la evolución de la humanidad. Este valioso medio de comunicación ha permitido diseminar los fundamentos del nuevo paradigma libertario a velocidades que van de 1 a 21.04 Mb/s, revelando al mundo de manera instantánea lo que antes era prohibido, derrumbando los prejuicios y reverencias, abatiendo de la misma manera los arcanos, ocultamientos, misterios y secretos.

Con respecto al Arte Religioso, no existe forma de desmerecerlo. Ha sido indudable su contribución al enriquecimiento estético de las naciones occidentales. Queda claro que en ello se destacaban la arquitectura, la plástica y la música, en menor grado el teatro, el cine la danza y la fotografía y en mucha menos cantidad la literatura como propuesta estética, con excepciones maravillosas como la poesía amorosa de Sor Juana Inés de la Cruz, o el mismísimo Cantar de los Cantares y eso sí, olvidándonos del “Index Librorum Prohibitorum”. Ahora bien, imagínese por un momento, querido amigo, cuantas obras asombrosas y maravillosas hubiesen aportado los artistas librepensadores a través de los siglos si se les hubiese permitido desarrollar sus creatividades. Solo existía una posibilidad, servir a la iglesia, de lo contrario, eran execrados, o paso siguiente, sometidos a la tortura, la hoguera o cualquier otro método de exterminio, tal cual como sucedía con quienes hacían Ciencia. El siglo de las luces dio inicio a un importante cambio. Sobre esta historia hablaremos luego. Si preguntan ¿ATEOS, A DONDE VAIS?, diremos: vamos cual Quijotes a liberar al universo de misterios, espantos y engaños.

(vía aporrea.org)

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