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martes, 20 de noviembre de 2012

La religión nacionalista

‘El fanatismo religioso y nacionalista son manifestaciones idénticas del mismo error. Ambas son fenómenos de carácter emocional. No apelan a la razón, sino a nuestros instintos más primarios. El nacionalismo, que es una forma de egoísmo colectivo, busca perpetuar la perversa división en grupos enfrentados y es un obstáculo para lograr sociedades más abiertas y solidarias’.

Group of people with flags of different countries give thumbs up to diversity<br /> Stock Photo - 9628757

Roberto Augusto

Existe una profunda conexión entre el nacionalismo y la religión. Esto se puede ver en Cataluña con los habituales pronunciamientos que la jerarquía de la Iglesia catalana hace a favor del nacionalismo y del independentismo. Esto, a mi juicio, contradice la esencia misma del cristianismo, ya que se supone que el mensaje de Jesús es para toda la humanidad. No creo que la fraternidad universal se pueda conseguir edificando nuevos muros que separen todavía más a la gente.

La nación y el Dios de los teístas se parecen mucho. Ambas son ideas que trascienden a los seres humanos y que supuestamente dotan de sentido a su vida. Para los nacionalistas, su ideología política les sirve también para enfrentarse a la muerte. Mientras Cataluña exista, sus adoradores vivirán para siempre. El problema es que la nación de los nacionalistas se parece poco a la realidad, ya que se fija solo en unos rasgos (catalán) e ignora otros (castellano). Por eso es una idea falsa y profundamente irracional.

Cada vez que se celebra un acto de homenaje a una bandera o a algún símbolo nacional siempre tengo la sensación de estar asistiendo a una ceremonia religiosa. Los creyentes nacionalistas se reúnen alrededor de sus símbolos, de la bandera o del himno, para venerar a una idea que ellos mismos han creado, pero que ha llegado a ser más importante que sus propios creadores.

Cuando alcanzamos ese grado de idolatría muchos piensan que la vida de la gente vale poco al lado de su nación. Entonces, algunos líderes políticos y sus seguidores pueden llegar a la conclusión perversa de que vale la pena matar y morir en nombre de una comunidad nacional imaginada. Eso es lo que han pensado los miembros de ETA, que han puesto una idea falsa por encima de la vida y de la libertad de la gente. El fanatismo religioso y nacionalista son manifestaciones idénticas del mismo error.

Hay otra similitud clara entre las religiones y el nacionalismo. Ambas son fenómenos de carácter emocional. No apelan a la razón, sino a nuestros instintos más primarios. El nacionalismo, que es una forma de egoísmo colectivo, busca perpetuar la perversa división en grupos enfrentados y es un obstáculo para lograr sociedades más abiertas y solidarias.

Para muchos nacionalistas catalanes la separación de España se ha convertido en la utopía final que solucionará mágicamente todos sus problemas. Es el paraíso al que no están dispuestos a renunciar pase lo que pase. Y sus líderes, con Artur Mas a la cabeza, quieren convertirse en los nuevos mesías que traigan la buena nueva de la independencia.

Roberto Augusto es doctor en Filosofía

(vía vozbcn.com)

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