Sostiene el CIS que en España no hay un solo ateo. En realidad lo sostuvo, porque unas horas después de afirmarlo, y ante el choteo general por semejante extravagancia demoscópica, el instituto sociológico se apresuró a reconocer un error que prometen enmendar. Claro que a veces hay que sospechar de las equivocaciones.
Porque el contundente borrado de cuanto impío pueda haber en España coincide con una ofensiva religiosa de la que no se libra ni la escuela ni la iconografía de este curioso país laico.
Si usted es uno de esos ateos que no existen o simplemente considera el hecho religioso una experiencia íntima que no debe condicionar las búsquedas ajenas, lo tendrá complicado para que respeten su derecho. Y lo que es peor, para que respeten el derecho de sus hijos escolarizados en una escuela pública. La contundencia e histerismo del debate lingüístico en la educación se vuelve silencio y aceptación sumisa cuando de lo que se habla es de la presencia del catolicismo en las aulas.
Me resulta difícil de entender por qué la decisión de unos progenitores que quieren transmitir a sus hijos los preceptos de la Iglesia acaba condicionando los contenidos curriculares de toda la comunidad educativa y forzando la construcción de una asignatura que en realidad es una coartada para justificar la importancia académica de las clases de religión. La misma semana que el ministro Wert disuelve la escuela laica, el CIS trata de borrar cualquier rastro de ateísmo en el país con las raíces más anarquistas de Europa. ¿Casualidad?
(vía lavozdegalicia.es)
Porque el contundente borrado de cuanto impío pueda haber en España coincide con una ofensiva religiosa de la que no se libra ni la escuela ni la iconografía de este curioso país laico.
Si usted es uno de esos ateos que no existen o simplemente considera el hecho religioso una experiencia íntima que no debe condicionar las búsquedas ajenas, lo tendrá complicado para que respeten su derecho. Y lo que es peor, para que respeten el derecho de sus hijos escolarizados en una escuela pública. La contundencia e histerismo del debate lingüístico en la educación se vuelve silencio y aceptación sumisa cuando de lo que se habla es de la presencia del catolicismo en las aulas.
Me resulta difícil de entender por qué la decisión de unos progenitores que quieren transmitir a sus hijos los preceptos de la Iglesia acaba condicionando los contenidos curriculares de toda la comunidad educativa y forzando la construcción de una asignatura que en realidad es una coartada para justificar la importancia académica de las clases de religión. La misma semana que el ministro Wert disuelve la escuela laica, el CIS trata de borrar cualquier rastro de ateísmo en el país con las raíces más anarquistas de Europa. ¿Casualidad?
(vía lavozdegalicia.es)
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