Gabriel Rodas Palma
„Usted que estudió en un colegio de maristas, ¿qué le pediría al nuevo Papa?
„Los curas se encargaron de vacunarme contra la religión. Once años de maristas fueron suficientes para cualquier atisbo que pudiera tener de catolicismo. Allí acabó mi carrera como practicante. Viví la época dura del nacionalcatolicismo.
„¿La religión ha estado alguna vez presente en su obra?
„Al principio hice alguna historieta sobre mis profesores y los curas, tratados desde el cachondeo. Me hace mucha gracia que tal y como está el patio, con crisis, desajuste y guerras, haya tanto interés sobre un tema, el del Papa, quien no decidirá nada, porque al final es la Iglesia como institución la que hace y deshace. El único Papa que hizo algo con cara y ojos fue Juan XXIII.
„En su casa no confiaban en que se ganase la vida con los dibujos. Preferían que fuera banquero.
„En mi familia no había nadie que fuera de un campo creativo. Mi padre era perito industrial y mi hermano, ingeniero industrial. Cuando le dije a mi padre que lo que yo quería hacer era dibujar historietas, me preguntó: ¿Qué quieres, ser pobre? Una de las ideas brillantes de mi padre fue ponerme a estudiar en una academia de contabilidad, donde duré tres días, y luego que me presentase a un examen en el Hispano Americano, que suspendí, naturalmente. Ahí se truncó mi carrera de banquero, afortunadamente para la economía mundial.
„¿Cómo se llevaría su criatura Makoki en este mundo que sigue apostando por el gris como color?
„Makoki, en la época actual, no tendría ningún sentido. Él formaba parte de una saga de delicuentes de calle, con un ética que entre ellos respetaban, a diferencia de los delincuentes de hoy, banqueros y demás, que carecen de ética. Makoki no tendría nada que hacer en este mundo, por mucho palo que repartiera. El ciudadano no tiene ninguna capacidad de decisión sobre su vida.
„¿Por qué mató a Makoki?
„Durante mucho tiempo me he llevado regular con él. Ha sido un peso a mis espaldas. Parecía que lo único que hice en mi vida fue lo de Makoki. Al final me reconcilié. Mondadori publicó la versión íntegra del cómic, donde maté a Makoki en un intento de librarme de él.
„Un colega de Makoki era Gustavo, el personaje de Max.
„En aquella época en El Víbora se hacían muchos crossovers. Los autores de la revista formábamos una piña. Éramos de la misma generación y teníamos las mismas referencias, más actuales a la anterior generación, la de Carlos Giménez. Con Max sigo siendo uña y carne.
„¿La 'asamblea de majaras', los gobernantes, también se ha cargado el sector del cómic?
„Pues no. El cómic es el único sector que el año pasado subió. Es un sector que antes tampoco era muy potente y cualquier pequeña subida dice mucho. Más o menos nos mantenemos y es un valor en alza porque cada vez se acerca más gente a la historieta. En España hay muy poca gente que viva de las historietas. Solo lo logran quienes pueden publicar mucho en el extranjero, como Paco Roca.
„¿Cuál fue la hazaña de su padre, un "héroe" llevado a un cómic?
„Sobrevivir callado. Mi padre le tenía miedo a todo. El día que colgué un poster del Che Guevara en mi habitación, me dijo que vendría la policía a buscarnos. Yo, como adolescente, no entendía nada. Pensaba que le tenía miedo a la vida. Ya con la muerte de Franco, mi padre empezó a hablar y comprendí lo dura que le había resultado la vida. Quienes sobrevivieron como perdedores de la Guerra Civil, se enfrentaron a algo espantoso.
„Con Un largo silencio, su obra pasó del humorismo al dramatismo. ¿Le costó adaptarse a ese cambio de registro?
„En ese año, 1997, ya veíamos que El Víbora no iba a sobrevivir y cada cual fue eligiendo otro camino. Yo elegí el de la prensa [como ilustrador, en La Vanguardia]. Pero me quedaba esa cosa pendiente. Tenía el texto y la historia, y necesitaba un estilo diferente. Donde yo miraba era en Maus, de Spiegelman, que contaba una historia similar. La primera prueba la publiqué en Nosotros somos los muertos. El libro apenas se vendió porque aposté por una rareza: dejé el texto íntegro de mi padre, no era un álbum de historietas, y la gente que leía cómics dijo, esto no es un cómic, y la de los libros, comentó: esto es un maldito tebeo.
„Y de su padre a su hija. ¿Qué le ha enseñado María?
„María me ha dado un montón de lecciones, pero para recibirlas he tenido que estar muy atento. De lo que se trata es de saber escuchar al otro, de saber mirarle. María se ha convertido en el centro de todo lo que hago y ha cambiado mi forma de dibujar. Mi estilo ahora es muy sencillo, como pictogramas, iconos. He vuelto a recuperar la diversión por hacer historietas gracias a ella.
„¿Cómo ve el mundo alguien tan especial como su hija?
„Nadie sabe cómo nos ven los autistas, pero te diré que el mundo mira a la gente diferente con una mirada hacia abajo, como pobrecitos. Somos incapaces de mirarles de igual a igual porque estamos centrados en nosotros mismos. Nos falta empatía.
(vía ocio.diariodemallorca.es)
„Usted que estudió en un colegio de maristas, ¿qué le pediría al nuevo Papa?
„Los curas se encargaron de vacunarme contra la religión. Once años de maristas fueron suficientes para cualquier atisbo que pudiera tener de catolicismo. Allí acabó mi carrera como practicante. Viví la época dura del nacionalcatolicismo.
„¿La religión ha estado alguna vez presente en su obra?
„Al principio hice alguna historieta sobre mis profesores y los curas, tratados desde el cachondeo. Me hace mucha gracia que tal y como está el patio, con crisis, desajuste y guerras, haya tanto interés sobre un tema, el del Papa, quien no decidirá nada, porque al final es la Iglesia como institución la que hace y deshace. El único Papa que hizo algo con cara y ojos fue Juan XXIII.
„En su casa no confiaban en que se ganase la vida con los dibujos. Preferían que fuera banquero.
„En mi familia no había nadie que fuera de un campo creativo. Mi padre era perito industrial y mi hermano, ingeniero industrial. Cuando le dije a mi padre que lo que yo quería hacer era dibujar historietas, me preguntó: ¿Qué quieres, ser pobre? Una de las ideas brillantes de mi padre fue ponerme a estudiar en una academia de contabilidad, donde duré tres días, y luego que me presentase a un examen en el Hispano Americano, que suspendí, naturalmente. Ahí se truncó mi carrera de banquero, afortunadamente para la economía mundial.
„¿Cómo se llevaría su criatura Makoki en este mundo que sigue apostando por el gris como color?
„Makoki, en la época actual, no tendría ningún sentido. Él formaba parte de una saga de delicuentes de calle, con un ética que entre ellos respetaban, a diferencia de los delincuentes de hoy, banqueros y demás, que carecen de ética. Makoki no tendría nada que hacer en este mundo, por mucho palo que repartiera. El ciudadano no tiene ninguna capacidad de decisión sobre su vida.
„¿Por qué mató a Makoki?
„Durante mucho tiempo me he llevado regular con él. Ha sido un peso a mis espaldas. Parecía que lo único que hice en mi vida fue lo de Makoki. Al final me reconcilié. Mondadori publicó la versión íntegra del cómic, donde maté a Makoki en un intento de librarme de él.
„Un colega de Makoki era Gustavo, el personaje de Max.
„En aquella época en El Víbora se hacían muchos crossovers. Los autores de la revista formábamos una piña. Éramos de la misma generación y teníamos las mismas referencias, más actuales a la anterior generación, la de Carlos Giménez. Con Max sigo siendo uña y carne.
„¿La 'asamblea de majaras', los gobernantes, también se ha cargado el sector del cómic?
„Pues no. El cómic es el único sector que el año pasado subió. Es un sector que antes tampoco era muy potente y cualquier pequeña subida dice mucho. Más o menos nos mantenemos y es un valor en alza porque cada vez se acerca más gente a la historieta. En España hay muy poca gente que viva de las historietas. Solo lo logran quienes pueden publicar mucho en el extranjero, como Paco Roca.
„¿Cuál fue la hazaña de su padre, un "héroe" llevado a un cómic?
„Sobrevivir callado. Mi padre le tenía miedo a todo. El día que colgué un poster del Che Guevara en mi habitación, me dijo que vendría la policía a buscarnos. Yo, como adolescente, no entendía nada. Pensaba que le tenía miedo a la vida. Ya con la muerte de Franco, mi padre empezó a hablar y comprendí lo dura que le había resultado la vida. Quienes sobrevivieron como perdedores de la Guerra Civil, se enfrentaron a algo espantoso.
„Con Un largo silencio, su obra pasó del humorismo al dramatismo. ¿Le costó adaptarse a ese cambio de registro?
„En ese año, 1997, ya veíamos que El Víbora no iba a sobrevivir y cada cual fue eligiendo otro camino. Yo elegí el de la prensa [como ilustrador, en La Vanguardia]. Pero me quedaba esa cosa pendiente. Tenía el texto y la historia, y necesitaba un estilo diferente. Donde yo miraba era en Maus, de Spiegelman, que contaba una historia similar. La primera prueba la publiqué en Nosotros somos los muertos. El libro apenas se vendió porque aposté por una rareza: dejé el texto íntegro de mi padre, no era un álbum de historietas, y la gente que leía cómics dijo, esto no es un cómic, y la de los libros, comentó: esto es un maldito tebeo.
„Y de su padre a su hija. ¿Qué le ha enseñado María?
„María me ha dado un montón de lecciones, pero para recibirlas he tenido que estar muy atento. De lo que se trata es de saber escuchar al otro, de saber mirarle. María se ha convertido en el centro de todo lo que hago y ha cambiado mi forma de dibujar. Mi estilo ahora es muy sencillo, como pictogramas, iconos. He vuelto a recuperar la diversión por hacer historietas gracias a ella.
„¿Cómo ve el mundo alguien tan especial como su hija?
„Nadie sabe cómo nos ven los autistas, pero te diré que el mundo mira a la gente diferente con una mirada hacia abajo, como pobrecitos. Somos incapaces de mirarles de igual a igual porque estamos centrados en nosotros mismos. Nos falta empatía.
(vía ocio.diariodemallorca.es)
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