Publicado por Rafael Pagán Santini
Lewis–Williams señala que la creencia religiosa procede, en primer lugar, de intentos de codificar las experiencias religiosas en circunstancias sociales específicas
Las experiencias sensoriales en el Homo sapiens sembraron la semilla de lo que hoy llamamos religión. El acontecer subjetivo de la emoción, el sentir, el pensar y la expresión fenomenológica de padecer lo doloroso, fue el fundamento sobre el cual descansaron los mitos y posteriormente tomó forma la religión. Los primeros Homo sapiens, 200 mil años antes del presente, carecían de un lenguaje articulado capaz de recoger tales experiencias. Sin embargo, en la medida en que la expresión lingüística de esta experiencia fenoménica, como acto único, apercibimiento y reflexión se consolidaba, las actividades relacionadas con lo “infrahumano” iban adquiriendo relevancia y la denominada conciencia de orden superior fue tomado forma. Si bien, en los primeros seres humanos la capacidad cerebral para la reflexión estaba puesta en pie, su contenido reflexivo se limitaba a su relación con la naturaleza.
Los individuos capaces de articular un lenguaje alrededor de estas experiencias se convierten en “seres especiales”, se les identificaba dentro del grupo y estos a su vez iban adquiriendo un lugar privilegiado en las bandas de cazadores y recolectores. Actualmente se identifica a esta figura social como “chamán”. La experiencia chamánica es primordialmente emotiva y por consiguiente, subjetiva, pero al ser generada neurológicamente, es común a todo ser humano. Por lo que, cuando se habla de ella, aquellos que la han experimentado entienden perfectamente bien de lo que se habla. El chamán puede utilizar técnicas pasivas o activas para estimular el sistema nervioso y provocar estados alterados de la conciencia, conocidos como trance extáticos. Es por esto por lo que la práctica chamánica no tan sólo se difundió en todo el periodo paleolítico, sino que perdura hasta nuestros días.
La vinculación de estas prácticas con las estructuras neuronales generadoras de emociones le adjudican a las mismas un fuerte componente existencial ya que, sus experiencias se viven permanentemente cada vez que se recuerdan. Su ilusión de objetividad lo otorga el propio estado mental que produce la experiencia extática. Lewis–Williams, al hablar de la experiencia religiosa señala, que en algunos contextos la gente interpreta estas experiencias mentales como testimonios de la existencia de mundos cosmológicos (los “conceptos de un orden general de existencia” de Clifford Geertz) y de seres sobrenaturales que pueden afectar a la vida material cotidiana, una idea central en las religiones imaginistas y doctrinales1. Según este autor, en otras circunstancias, más mundanas, la gente entiende las mismas experiencias no como algo sobrenatural, sino como una especie de fulgor estético… En algún punto intermedio entre la experiencia sobrenatural y la estética está la sensación de ser uno con el universo, lo que se denomina “Ser Unitario Absoluto”.
Estos estados mentales, a los cuales nos hemos referido, preñados de experiencias emocionales y subjetivas, producto de la estimulación al sistema nervioso, son la piedra angular sobre donde descansan las creencias religiosas. Lewis–Williams señala que la creencia religiosa procede, en primer lugar, de intentos de codificar las experiencias religiosas en circunstancias sociales específicas. Las creencias compartidas sobre esas experiencias, en vez de visiones idiosincráticas de las mismas se convierten en un rasgo de la sociedad: la gente desarrolla un conjunto de creencias fundamentales y compartidas sobre el mundo espiritual (generado neurológicamente), además, va desarrollándose una prolongación de debates sobre las creencias centrales. A partir de ahí, la elaboración de la creencia religiosa adquiere vida propia dentro de una estructura social que posee sus propias tensiones y divisiones2.
En el mundo paleolítico, donde recién se contaba con un lenguaje articulado, las experiencias mentales–emocionales del trance chamánico sirvieron de catalizador cognitivo. Las técnicas para alcanzar el trance extático son ejercicios que estimulan el sistema nervioso llevándolo a un estado donde las visiones y las alucinaciones se entremezclan con el conocimiento cultural del individuo. Al igual que hoy, la posibilidad de desarrollar las capacidades cognitivas incide firmemente en el estrato social al que uno puede acceder. En este caso, de acuerdo con Lewis–Williams, el espectro de la conciencia humana se convirtió así en un instrumento de discriminación social, no el único, pero sí uno importante, su importancia estribó en la forma en la que la socialización del espectro dio origen a la realización de imágenes. Debido a que la realización de imágenes estuvo relacionada, al menos inicialmente, con la fijación de visones, el arte (por volver al término general) y la religión nacieron de forma simultánea en un proceso de estratificación social. El arte y la religión, por consiguiente, fueron socialmente divisorios. Es así como fueron surgiendo las diversas posturas que posteriormente van a servir para diferenciar a toda costa al “otro”, a quien lo vemos como rival. Este afán de diferenciación va a dar pie a la necesidad de la “verdad”.
Las artes curativas del paleolítico se entrelazaron con la cosmovisión neolítica dando formalidad al “medicine–men” (hombre–medico) del que habla M. Eliade3, el hombre con poderes especiales y conocimientos de cuestiones espirituales. Su función no era sólo curar o atender al doliente, mantenían vivas las costumbres, las explicaba y decidían sobre quién se realizaban los rituales y cuáles. Como señala Lewis–Williams, la “religión”, o como prefería decir Rousseau, el “teísmo”, fue el primer cimiento para la discriminación social que transcendió los criterios de edad, sexo y fuerza física”4. En un principio, en estos hombres recayó el poder de gobernar y de curar. No necesariamente se fundieron en una sola persona, dependiendo de las comunidad en cuestión el chamanismo o sus equivalentes religiosos fueron asumiendo el control político–religioso, y por consiguiente, la salud del afectado.
Debemos ser cuidadosos al referirnos a lo que hoy conocemos como religión. El término religión proviene del latín, religio derivada del verbo relegere, releer, o del verbo religare, que significa “unir, atar”, ninguno de los dos tiene más de 2 mil años de existir. La “religión” es una categoría vaga por lo que es difícil determinar si una creencia o actividad en particular es o no religión. Dada esta situación, religión puede entenderse en término heurístico el cual refiere un conjunto de creencias y comportamientos sin lazos definidos. Queda claro, pues, que los aspectos de la religión no emergieron en momento determinado de la historia sino que fueron parte de un proceso de evolución cultural. Probablemente, el desarrollo cultural de la civilización agraria tomó las prácticas chamánicas y su cosmos visión transformándolas en rituales de negociación con divinidades y muertos.
Los actos funerarios, que si bien pueden ser considerados como el inicio de un sistema religioso, guardaban una estrecha relación con la legitimación de la propia existencia del “grupo” así como de la organización de su horizonte cultural y no con rituales religiosos. Los “muertos” son parte constitutiva del grupo al ser sus fundadores, están vivos en otra “dimensión” y son testigos de lo que en un futuro será motivo de grandes guerras, la tenencia de la tierra.
Los conceptos de “dios” o “vida eterna”, aunque son estimados como religión, aparecen muy tarde en la vida neolítica. La complejización de la sociedad neolítica del viejo mundo transformó las entidades “fuerzas”, antepasados y “energía animal” del paleolítico convirtiéndolas en los señores extrahumanos. El urbanismo y las formas de estado liberan progresivamente a los seres extrahumanos transformándolos en divinidades, creando la noción de dios, que debió de surgir aproximadamente 3 mil a. C. La noción de “dios” emergió cuando se requirió legitimar el rey, al poder monárquico. El universo divino, réplica del humano, expresó un poder sobrenatural que supera la fragmentación política de las ciudades, frente a las que se presentaba como unitario y tenía su sede en la ciudad5. La religión es un elemento de discriminación social, el cual, desde su origen, no se basó en la edad, el sexo o la fuerza física, sino en la actividad cognitiva.
1 Lewis–Williams D. (2009) Dentro de la mente neolítica, ed Akal, Madrid
2 Ibid, Lewis–Williams
3 Eliade M., 1982, El Chamanismo y las Técnicas arcaicas del Extasis, FCE, México
4 LewisWilliams D. 2005,
La Mente en la Caverna, la conciencia y los orígenes del arte, ed Akal, Madrid.
5 Filoramo G., Massenzio M., Raveri m., Scarpi P., (2007), Historia de las Religiones, ed Crítica, Barcelona p 17–18
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