Cerca del 98% de las
mujeres de Gambia habían sufrido la ablación en 2008, según la activista.
Daffeh pide el apoyo de la comunidad internacional para acabar con la violencia
machista y luchar por los derechos de la mujer en África, donde se siguen aplicando
prácticas "atroces" que conoce muy de cerca
ALEJANDRO LÓPEZ DE
MIGUEL Madrid
Matida Daffeh, en una imagen de Alianza por la Solidaridad.
"Como mujer, tienes
que llegar virgen a tu boda y debes probar que lo eres. En ese momento, llevan
ante ti a otra mujer, a menudo la misma que también mutila tus órganos
genitales y los cose. Esa mujer toma una cuchilla muy afilada y abre la herida
que ella misma selló. Después, te entrega a tu marido. No puedes imaginar el
dolor; es agónico. Pero además, al mismo tiempo en que te abren con una
cuchilla, quienes te rodean están felices, mientras tú estás muriéndote como
mujer en silencio, en una esquina", confiesa con voz temblorosa a PúblicoMatida
Daffeh, defensora de los derechos de la mujer y opositora a este tipo de
prácticas, que a sus 29 años ha sufrido en carne propia algunas de estas
atrocidades.
Más de 125 millones de niñas y mujeres hoy
vivas han sido sometidas a la mutilación genital femenina, y
otras 30 millones corren el riesgo de serlo, según Unicef. En su último informe
al respecto, la organización asegura que esta práctica se ha reducido en los
últimos años en varios países, pero reconoce que no es el caso de Gambia, Malí,
Senegal y otros estados en África. Responsable de género en la ONG ADWAC (Agencia para el Desarrollo de
Mujeres y Niños),Daffeh visitó España este jueves junto a otras dos
mujeres de la región africana del Casamance, para narrar de primera mano qué
supone ser feminista en este
continente
Horas antes de la charla
que organizó Alianza por la Solidaridad,
y con cierta timidez pero con convicción, Matida Daffeh habla de las
metas que han logrado conquistar durante sus once años de lucha por los
derechos de la mujer en Gambia, su país de origen. Reconoce que el camino
por recorrer es largo, pide a la comunidad internacional más ayuda para las
mujeres de su tierra, y rechaza que el factor religioso como tal sea
responsable de las prácticas o las restricciones de derechos a las que se ven
sometidas millones de mujeres en su país. "El Coram no dice que las
mujeres no tengan derecho a recibir una educación. ¿Dónde dice que los hombres
deben tener un mayor acceso a la educación? ¡Nuestra religión dice que todos
tenemos ese derecho, hombres y mujeres! El problema es esa interpretación
pervertida de la religión", defiende, segura.
¿Qué la llevó a comenzar
su lucha por los derechos de las mujeres? ¿Cuándo decidió dedicarse al
activismo?
Es algo que tenía
escondido dentro de mí, un sueño que he tenido desde mi infancia que se ha ido
definiendo mientras crecía. Cuando tenía 18 años, después de acabar la escuela,
decidí participar en un proyecto canadiense relacionado con la salud y
con los jóvenes, y comencé a esforzarme mucho en el terreno de sus derechos.
Nos desplazábamos entre comunidades, hablamos con la gente sobre asuntos como
la malaria, el VIH, la seguridad reproductiva o los efectos de la marihuana y
el tabaco. Una vez fuimos a casa de una mujer que estaba cocinando, con una
pila de ropa para lavar a su lado y otras muchas actividades que hacer.
Estábamos hablando de la malaria cuando oímos a su hija llorar. La niña tenía
mucha fiebre, y nosotros le dijimos que la llevara al hospital. Ella respondió
que sí, que lo haría más tarde. Insistimos en que debía hacerlo al momento,
pero ella se negaba a desatender sus tareas. "Si la comida no está hecha
cuando vuelva mi marido, lo pagará conmigo. Podría pegarme, divorciarse,
hacerme algo" decía. Entendí su preocupación, pero logramos convencerla de
que nos dejara ayudarla, y finalmente llevó a la niña al hospital. Este
tipo de cosas ocurrían a menudo, y me dije que era injusto, que no había
justicia para ellas. Comencé a centrarme en los derechos de la mujer, a
hacer presión, a pedir la cooperación de hombres, necesitaba hacer algo. En la
universidad existía un programa de estudio sobre género y desarrollo, y pensé
que podría con ello: tomé el poco dinero que tenía y decidí intentarlo. Y no me
creerá, pero cuando dije que quería estudiar género y desarrollo discutí con
mucha gente, porque les dejé claro que mi sueño era luchar por los derechos de
las mujeres.
¿Qué respondieron?
¡Recibí respuestas muy
negativas! Entre el 80 y el 95% de todos a los que pregunté me recomendaron que
no me dedicase a los derechos de las mujeres. Por entonces no estaba
casada, no tenía un hijo, y todos usaban el mismo argumento: "nunca
conseguirás un marido". ¡El problema es la educación! Cuando has
tenido una educación piensas que puedes hacer lo que sea. Pero ellos me dijeron
que era algo que no necesitábamos, que habría gente que nos denunciaría...
Respondí que no me entendían: quería estudiar, leer más, y después quería
actuar para cambiar la situación. Así es como entré en el programa, como empecé
a hablar con los más jóvenes sobre derechos básicos de las mujeres. Varios
miembros de mi familia estaban en contra, pero cuando terminé mis estudios
comenzaron a apreciar mi trabajo. Lleva mucho tiempo, tienes que hablar y
hablar, hacerles comprender y creer en lo que les cuentas. La educación y
las ideas culturales son muy fuertes.
¿Es un camino más
difícil el de la lucha por los derechos de la mujer en África? ¿Ha visto algún
progreso durante sus años de trabajo para defender estos derechos?
Es una batalla
difícil. A veces te ignoran, tratan de herirte con sus comentarios para
que olvides tu sueño, tu misión. Pasé por todo esto, pero me prometí a mi
misma que con que una sola persona me escuchase sería capaz de seguir y,
gracias a Dios, creo que ha habido muchos progresos desde entonces. Las
familias juegan un papel fundamental en esto: Mi hermano estudió economía
doméstica por primera vez en mi familia, y hay muy pocos hombres que lo hayan
hecho en todo el país, es un trabajo asociado a las mujeres. Pero él lo ha
hecho, está enseñando a todos que se puede hacer, es una especie de modelo, y estoy
a su lado. Algunos de mis amigos también se han acercado a los problemas de
género: hablamos sobre derechos de la mujer, compartimos ideas. Despacio, pero
gradualmente, vas viendo cambios.
Desde la óptica de la
lucha por los derechos de la mujer, ¿qué es lo que más le sorprende al venir a
los países occidentales y comparar los desafíos que afrontan en África y
los que deben encarar las mujeres en Europa?
Es descorazonador que
las mujeres africanas tengan que pasar por mil problemas políticos, culturales,
económicos o religiosos, es como comparar la noche y el día. Las mujeres aquí
están tan liberadas... Pueden opinar, expresarse y ser independientes, pueden
ser muy libres. En el continente africano la realidad es totalmente distinta.
Si quieres ejercer tu derecho a la educación y vienes de una familia que la
concibe como algo importante quizás puedan darte la oportunidad, pero incluso
así, aunque vayas al colegio tienes que afrontar un montón de tareas. No puedes
disfrutar de esa educación, no tienes tiempo para tus libros, tienes que
encargarte de tareas y responsabilidades que la sociedad te asigna por ser
mujer, y tienes que hacerlas. Cuando llegas a la escuela no puedes funcionar
como esperan... Por eso, a los chicos suele irles mejor, y hay quienes
interpretan de esto que las chicas son menos inteligentes, cuando sabemos que
no es posible hacer todo este trabajo y después ir a clase y rendir como es
debido. En el aspecto laboral, como mujer no puedes ocupar posiciones de
liderazgo, y si llegas a estos puestos sueles tener un papel simbólico; estás
ahí para que vean que tienes una mujer a su mando, pero no tienes poder para
tomar decisiones importantes. ¿Qué sentido tiene?
El reto al que ahora se
enfrentan las mujeres en Europa es conseguir la igualdad real entre hombres y
mujeres en el aspecto social, político o económico. ¿Cuál es el reto
principal de las mujeres en África?
También es la igualdad,
pero en un sentido distinto. En Europa no hay un tratamiento igualitario en
término de salarios; en África no tenemos ese problema, afortunadamente. En un
mismo puesto de trabajo, un hombre y una mujer cobran lo mismo. Pero en lo que
se refiere a las tareas, al trabajo a desempeñar en una oficina no eres tratada
igual: te imponen estereotipos por ser mujer, y todo lo relacionado con la toma
de decisiones es considerado trabajo de hombres, Otro asunto que queremos
lograr son los derechos sanitario-reproductivos para las mujeres, es un gran
reto. Las mujeres conciben, traen niños al mundo, pero no pueden decidir el
número de hijos que quieren tener, es muy injusto. Tenemos que lograr porque
tengan esa oportunidad, tenemos que luchar por ello. Tenemos que hacer que la
gente entienda que aunque estas sean concepciones culturales la cultura debe
formarse en base a los derechos humanos,
¿Cuando habla de
ideas o preceptos culturales se refiere también al componente religioso?
¿Es importante la variable religiosa en el modo en el que las sociedades tratan
a las mujeres?
Sí. Tiene un rol vital,
pero desde mi punto de vista la religión no es el problema: el problema es que
la malinterpretamos. En mi región, interpretan el Coram de la manera que les
interesa, dicen que el libro refleja la debilidad de la mujer frente al
hombre... La gente que saca estas conclusiones está manipulando el Coram, no
comprende la religión y la usa como pretexto para decir que las familias pueden
concertar matrimonios, pero esto es algo cultural, no religioso. El Coram
no dice que las mujeres no tengan derecho a recibir una educación. ¿Dónde dice
que los hombres deben tener un mayor acceso a la educación? ¡Nuestra religión
dice que todos tenemos ese derecho, hombres y mujeres! El problema es esa
interpretación pervertida de la religión. Soy musulmana, pero he comprendido
que mi religión no tiene nada que ver con la discriminación.
Hábleme de prácticas
culturales que atentan contra los derechos de la mujer que siguen teniendo
lugar en África, como la mutilación genital femenina.
Tenemos ideas o
tradiciones culturales muy positivas, pero tenemos otras que afectan de manera
muy grave a los derechos y a la salud de las mujeres. Quiere hablar de
mutilación genital femenina: es algo muy serio. Quiero compartir esto con
usted: yo soy una víctima de la mutilación genital femenina...
Gracias por compartirlo.
El acto en sí es
una locura; intentan relacionarlo con la religión, pero es absolutamente
contrario a la religión. Todo lo que afecte a la salud de la gente es contrario
a la religión: es simplemente control. Intentan controlar...
¿Los deseos?
Los deseos y
necesidades sexuales de las mujeres. La gente mayor cree que si una mujer no ha
sido mutilada genitalmente nunca dejará de tener sexo, porque nunca se sentirá
verdaderamente satisfecha. Una y otra vez te dirán que quieren controlar los
embarazos adolescentes, la prostitución... Pero tengo una pregunta: ¿Por qué
entonces en comunidades en las que el porcentaje de mujeres que han sufrido la
ablación es de entre un 80 y un 99% hay muchos más embarazos adolescentes? Hay
estudios que lo prueban, aunque algunos se nieguen a aceptarlo, justificándose
con que es imposible controlar a las chicas de hoy. Y lo peor es cuando
además de cortar, sellan el aparato genital femenino cosiéndolo.
¿Es frecuente?
Ocurre en la mayoría de
los casos, y es aún peor. A pesar de que cortes y selles, la chica seguirá
menstruando, es algo biológico. Por no hablar de que es el mismo agujero por el
que salen los niños. Como mujer, tienes que llegar virgen a tu boda y debes
probar que lo eres. En ese momento, llevan ante ti a una mujer, a menudo
la misma que también mutila tus órganos genitales y los cose. Esa mujer toma
una chuchilla y te abre. Coge una cuchilla muy afilada y abre la herida que
ella misma selló. Después, te entrega a tu marido. No puedes imaginar el dolor;
es agónico. Pero además, al mismo tiempo en que te abren con una cuchilla,
quienes te rodean están felices, mientras tú estás muriéndote como mujer en
silencio, en una esquina. Algunas de estas prácticas han sido reforzadas por
las propias mujeres, pero es que ellas no entienden las consecuencias de
esto... Quienes han pasado por esto lo entienden, pero no quieren enfrentarse a
su cultura, que está afectándoles mucho. La mutilación genital femenina es una
práctica atroz que destroza los derechos de las mujeres, que ya están
desvirtuados en África. Muchas veces te entregan, te prometen a otra familia
cuando eres un bebé. Otras, cuando cumples trece, quince o dieciséis años,
depende de las creencias de tu familia, conciertan tu boda aunque no quieras.
Todas estas son prácticas culturales que tenemos que detener.
¿Cuántas mujeres en
Gambia se ven obligadas a casarse contra su voluntad?
Es un número muy alto,
especialmente en zonas rurales. Entre el 55 y el 60% de las personas en medios
rurales se casan en contra de su voluntad.
Sobre la mutilación, ¿se
concentra en áreas rurales o tiene lugar incluso en las ciudades?
Incluso en las
ciudades. Un 98% de las mujeres en Gambia habían sufrido la mutilación
genital, en 2008, según un estudio de Unicef.
¿No hay normativas, reglas
políticas o sanitarias para regular esta práctica?
Gambia ha ratificado el
Protocolo Africano de Derechos Humanos y de los Derechos de la Mujer en África,
además de otros acuerdos locales e internacionales. Pero los protocolos
africanos en los que se incluye la mutilación genital femenina y todas las prácticas
tradicionales que afectan seriamente a la salud de las mujeres fueron
ratificados con excepciones, aludiendo al factor religioso: se esconden tras la
religión para permitir la mutilación genital femenina. No tenemos una ley
fuerte contra la mutilación genital. No tienes nada, no puedes ir a ninguna
parte luchar contra esto. Estamos presionando para cambiarlo, pero es muy
difícil porque como nación no tenemos esa voluntad política para acabar con la
mutilación genital femenina. Organizaciones comoGAMCOTRAP están trabajando mucho en esta materia,
pero es difícil explicar la magnitud de este problema a quienes no lo han
vivido.
Además del daño físico,
¿cómo afectan estas prácticas a las mujeres? ¿Qué tipo de heridas deja la
ablación además de las cicatrices?
El dolor físico es
inimaginable, pero el daño psicológico también es inevitable, te crea un
trauma. Cuando te mutilan siendo una niña de 3 o 4 años te dicen que te
llevarán a casa de tu tía para una fiesta, o que tiene algo muy bonito para ti,
un regalo. Te dan golosinas, y poco después te cercenan. Es psicológicamente
traumatizante y peligroso, porque pierdes mucha sangre: hay chicas que
mueren por la mutilación genital femenina. No hablamos de ello, lo escondemos
bajo la alfombra, y no es justo. A veces se equivocan y cortan mal. Otras,
cercenan todo el aparato genital, y al hacer esto afectan a nuestra condición
de mujeres, nos dificultan ser madres. Si cortas durante el parto, tanto la
mujer como el niño corren un alto riesgo, pueden morir. Además, el tejido
cicatrizado no se estira, la piel es de otra manera. Debería ser un profesional
quien, por ejemplo, practique una episeotomía, pero a menudo no es así,
especialmente en comunidades rurales. Si la persona corta mal, puedes tener una
fístula rectovaginal, una enfermedad muy seria. ¡Las mujeres pasan por todo
esto! Y cuando lo hablas con ellas, no se sorprenden, no entienden que puede
ser de otra manera. El sexo no puede ser natural: Cuando te quejas por esto lo
justifican: "Es porque eres mujer", dicen, pero tienen que darse
cuenta de que no es por ser mujer, sino porque te han cercenado tus órganos
genitales.
¿Quiere la comunidad
internacional comprender los efectos de estas prácticas? ¿Deberían los países
occidentales ayudar de otras maneras?
Creo que la ayuda es muy
importante: si quieres hacer cosas necesitas recursos. La gente necesita venir
a África a verlo, y debería de ser un esfuerzo compartido, no individual. Una
única comunidad no puede hacerlo, especialmente en un área tan extensa.
Necesitamos la atención de la gente, de la comunidad internacional. En Gambia
por ejemplo, cuando empiezas a hablar de algunos temas necesitas apoyos. Y sí,
la comunidad internacional puede ayudar con fondos, con negociaciones...
¿Están ayudando? ¿Son
conscientes de los problemas que tienen las mujeres en África para reivindicar
el cumplimiento de los derechos no ya de la mujer, sino los derechos humanos
más básicos?
En algunos aspectos sí.
Siempre es posible encontrar algo de ayuda para los principales asuntos. Por
ejemplo, apoyan la seguridad total o los asuntos energéticos y medioambientales
están ayudando a acabar con las minas antipersona... Hace falta impulsar otras
iniciativas, como las relacionadas con la violencia machista: mujeres que son
golpeadas por sus maridos porque sí, porque ellos creen que si sus mujeres
hacen algo mal hay que pegarlas. Una vez, en una charla, pregunté por qué
pegaban los hombres a las mujeres, y uno de ellos respondió: "Las mujeres
son como niños, sin hacen algo mal les pegamos. Están bajo la responsabilidad
de los hombres". No podía creerlo. No se imagina la cantidad de ideas y
creencias que la gente tiene sobre los derechos de niños y mujeres.
Si tuviera la ocasión de
trasladar directamente una petición a los países occidentales, ¿qué pediría?
¿Qué es lo que necesitan con mayor urgencia las mujeres africanas?
Tenemos apoyo en los
asuntos más logísticos, (como la seguridad alimentaria y otros asuntos
prácticos), pero también es importante garantizar los derechos de las mujeres
en África. Necesitamos el apoyo de la Unión Europea y de otros países para
ayudar a las mujeres, para acabar con la violencia machista que sigue teniendo
lugar cada día, lo sepamos o no. Cada día, varias mujeres son pegadas,
violadas, atormentadas psicológicamente. Necesitamos apoyo en esto, y desde
organizaciones como ADWAC (Agencia para el Desarrollo de Mujeres y Niños)
estamos trabajando en esto, pero no tenemos fondos suficientes como para
emprender acciones que son necesarias, y tenemos que centrarnos en los más
jóvenes, en las escuelas. Si no hubiera tenido la orientación de género en la
escuela sería una persona diferente
Once años luchando por
los derechos de la mujer, no sólo en África sino también en España y otros
países. ¿Ha merecido la pena? ¿Está satisfecha de haber emprendido esta lucha?
¿Tomaría el mismo camino si pudiera volver atrás?
Si tuviera la
oportunidad haría más. Soy muy feliz de participar en la construcción de estos
derechos. Cuando piensas en Matida {ella misma} piensas en una defensora de los
derechos de la mujer, en activista, alguien que intenta liberar a las mujeres,
permitir que se expresen, que sean verdaderamente consideradas seres humanos
como verdaderamente se merecen, y eso me alegra. Si tengo la oportunidad de
volver a España o a cualquier parte del mundo estaré más que contenta de
compartir mi experiencia sobre cómo se vulneran los derechos de las mujeres y
cómo deberían construirse. Esta es mi misión, mi objetivo en la vida.
(vía publico.es)
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