Por
Leonardo M. D’Espósito
Hoy tenemos
una noticia que sólo puede sorprender en caso de estar más o menos
desprevenido, o conocer poco la cultura estadounidense. Hay un estudio
pornográfico llamado Homegrouwn Video, que se dedica a distribuir material
amateur, realizado por personas –digamos– normales.
Uno hace su video porno, se los manda y ellos deciden si es
publicable o no, y pagan regalías al respecto. Dado el auge del porno amateur,
de la idea –surgida gracias a las tecnologías digitales– de espiar al vecino
haciendo eso que nunca nos va a mostrar, el negocio es redondo y exitoso: casi
nada de producción, mucho de mirar y seleccionar, videos rápidos y listos para
poder ser consumidos.
Hace seis meses, Homegrown comenzó a realizar un estudio
estadístico. Querían saber, para poder disponer mejor de sus presupuestos en
marketing, quiénes eran los que les enviaban su video. ¿Más hombres que
mujeres? ¿Universitarios o lúmpenes (o lúmpenes universitarios, por qué no)?
¿Neoyorquinos liberados y progresistas o reprimidas amas de casa de Texas? Pues
bien, los resultados llegaron y fueron publicados por el portal de noticias más
importante de la industria triple X, XBiz.
Primer dato, que al seguidor de esta columna no debería
sorprender: el 58,6% de los envíos fueron realizados por mujeres. Más raro: la
distribución porcentual arranca en Nueva York, donde el 100% de los envíos fue
realizado por hombres, y culmina en Kentucky, donde el 100% fue realizado por
mujeres. También realizaron estadísticas internacionales (les llegan videos de
todo el mundo) y el país que más envía es República Checa (donde un tercio lo
envían mujeres). ¿Explicación? Simple: el negocio del porno sigue concentrado
alrededor de las mujeres. Y son las que se animan a mostrarse, además, a
diferencia de los hombres. Y como las mujeres además son las mejor pagas del
negocio, utilizan estos videos como un “camino a la fama”, una llave para
entrar en la industria grande, que sigue siendo estadounidense.
Pero lo más sorprendente de estas estadísticas es que el
29,6% de los videos (la mayoría realizados por señoras y señoritas)
proviene de lo que se llama El Cinturón Bíblico, esa zona del este y el sur del
país, donde mayor se el fervor religioso, y que ambas incluye Carolinas,
Alabama, Tennessee, Kentucky, Arkansas, parte de Texas, gran parte de la
Florida, etcétera. Estados en su mayoría conservadores, donde la actividad
religiosa es enorme y de donde provienen –no es increíble, ¿verdad?– los
mayores ataques contra la industria de la pornografía, tanto dentro como fuera
de los EE.UU. (son grandes lobbystas en la web).
¿Entonces? Puede apresurarse a condenar a los
estadounidenses del sur por hipocresía y hasta cierto punto tendrá razón. Pero
al mismo tiempo es necesario considerar lo física que es lo que Harold Bloom,
en un libro extraordinario, llama “la religión americana”, especialmente en
estos Estados donde está teñida de los colores del sincretismo negro y del
antiguo protestantismo holandés y británico (amén del invento completamente
americano del Libro de Mormón, religión que consagró durante largo tiempo la
poligamia masculina). Lo que sí sucede en estos Estados es que las mujeres han
comenzado a tomar las riendas sociales más allá de las imposiciones religiosas
que, durante muchísimo tiempo, las sometían en todos los órdenes de la vida,
incluso cuando tal cosa pareciera invisible. Antes que hipocresía, debería
verse esta tendencia como los síntomas de un cambio, del nacimiento –aún
incipiente, aún escondido en los pliegues de la subcultura porno– de un orden
social nuevo y más igualitario, donde la religión es fe y no excusa para la
sumisión.
(vía diariobae.com)
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