Por Glenis Alvarez
Es risible la apuesta de Pascal
Me he encontrado con versiones populares de la misma en distintos individuos. “¿Qué te pesa creer?”, me preguntan, “al final, si estás en lo cierto no pierdes nada, estarás muerto y punto, sin embargo, si resulta que estás equivocado podrás recibir todos los beneficios de un creyente”.
¡Pero qué tonta deidad tienen estos creyentes! Dioses que se dejan engañar abiertamente por ateos en el clóset; deidades a las que no les importa la honestidad de estas ‘almas’ sino los ‘ratings’ y la gente en las iglesias regalando cosas, como Oprah, lo real. Eso sí que es religión de verdad, ¿no?
Actualmente, un pastor cristiano en Estados Unidos conocido como Ryan Bell ha creado su propia versión de la apuesta de Pascal, asegurando que vivirá un año como ateo.
“Los que salimos del clóset como ateos tenemos problemas con la sociedad”, aseguró luego de ser despedido de la universidad cristiana donde trabajaba. Risible.
“Usar el lenguaje del armario hace al ateísmo un factor decisivo en la identidad, como el sexo o la raza. Sin embargo, se supone que ni la raza ni el sexo son cuestiones de elección o de consciente convicción; el ateísmo sí lo es. El mercado de Bell utiliza el lenguaje de la justicia social para proteger a los consumidores en la elección, igualmente válida, entre la fe en Dios y la fe en la incredulidad. Es una apuesta que compromete a Dios pero que es segura en el mercado”, escribe Linn Marie Tonstad, profesora de teología sistemática en la escuela de divinidad en la Universidad Yale.
Mi cerebro tiende a generar problemas con el hecho de una “fe en la incredulidad”. Especialmente por la definición de fe que conozco donde dogmas pretenden existir incambiables a pesar de las evoluciones culturales y educativas. La fe en la incredulidad elimina el concepto de fe, se convierte en un oxímoron, por naturaleza absurdo; la incredulidad es la duda hacia todo, principalmente aquello que es afirmado por la fe y no por experimentación ni evidencias, la incredulidad se opone a la fe, lo que hace imposible tener fe en ella, para creer en la incredulidad tienes que matar dogmas aún sobre la propia desconfianza.
Para mantener las distancias, el no creyente ni siquiera debe poner fe en la ciencia, la ciencia se equivoca y nos equivoca, es necesario que nos mantengamos pendientes y alertas a los negocios y las equivocadas intenciones entre las paredes científicas, estar conscientes de que cualquier nuevo descubrimiento puede alterar todo lo que conocíamos antes sobre cualquier tema. Prefiero la palabra confianza, es menos absoluta. Puedes confiar en tus habilidades, ésas que pueden impulsarte a una mejor supervivencia; pero no tengas fe en ellas o podría equivaler a lo mismo que no trabajar por lo que deseas.
Gente muere a pesar de las cadenas de oración que se activan para salvarlos. Cuando mueren, muchos dicen: “fue la decisión de dios”, entonces, si fue su decisión y existe un destino que la deidad forja, ¿de qué valen los rezos? ¿Se vale decir que es posible cambiar la opinión de un ser absolutamente benévolo y conocedor de los universos y más allá? ¿Es posible que tu opinión sea la correcta y no la opinión de la deidad? Si no lo es, entonces, ¿para qué rezas?
Las contradicciones son el pan nuestro de cada día en todas las religiones. La mayoría de los creyentes ni siquiera viven como les ordenan sus libros sagrados, algunas religiones inventan formas para perdonar lo que ellos mismos prohibieron con el fin de controlar un poco el ‘salvajismo humano’. Algunos afirman que sin las religiones seríamos incapaces de vivir tranquilamente y estaríamos matándonos constantemente; pero mira los números, lee la historia, llevamos siglos matándonos entre nosotros porque tenemos creencias distintas y aunque la paz es una parte esencial de algunas religiones, la violencia, la opresión y el miedo corroen a la mayoría.
Es por eso, precisamente, que hace mucho tiempo no me fio de la fe.
(via ntrzacatecas.com)
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