Fuente: Ragap
Gays, lesbianas y
bisexuales que fueron asesorados por un líder religioso o espiritual son más
propensos a intentar suicidarse que aquellos que no buscan tratamiento para
afrontar su sexualidad. Así se desprende de un nuevo estudio pionero realizado por el prestigioso Instituto Williams y que pone de manifiesto que las
personas LGBT que recibieron tratamiento de un profesional médico no son menos
propensos a intentar suicidarse que aquellos que no buscan ayuda. Sin embargo, la ayuda de consejeros de
carácter religioso está asociada con un mayor riesgo de tendencia suicida.
El estudio,
titulado “El papel de la búsqueda de
ayuda en la prevención de intentos de suicidio entre las lesbianas, gays y
bisexuales”, está co-escrito porIlan H. Meyer,
del Williams Institute y de la Escuela de Derecho de
Universidad de California (UCLA); Merilee Teylan,
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard; y Sharon Schwartz,
del Departamento de Epidemiología de la Universidad de Columbia.
El estudio es el
primero en examinar si la búsqueda de diversas formas
de tratamiento de salud mental se asocian con una menor probabilidad de un
intento de suicidio en un grupo diverso de adultos LGBT. Se
estima que sólo alrededor del 16 por ciento de las personas LGBT que hicieron
un intento serio de suicidio buscó tratamiento de salud mental de un
profesional de la salud antes del intento y alrededor del 13 por ciento buscó
tratamiento religioso o espiritual antes.
“Los resultados son
preocupantes porque la búsqueda de tratamiento es una estrategia de prevención
recomendada contra el suicidio y los resultados de este estudio
muestran efectos más positivos para las personas que solicitaron tratamiento de
un especialista en salud. Más preocupante es la constatación de
que, las personas que solicitaron
asesoramiento religioso o espiritual, tenían mayores probabilidades de intentar
suicidarse más
tarde que aquellos que no buscan tratamiento en absoluto”, asegura el co-autor,
Ilan H. Meyer, del Instituto Williams, un erudito de la política pública.
Y agregó: “Se
necesitan más estudios para evaluar la eficacia del tratamiento para las
personas LGBT con ideas suicida para la prevención de futuros intentos pero,
incluso sin mayores estudios, los funcionarios de salud pública y profesionales
de la sanidad deben garantizar que las personas LGBT que buscan tratamiento de
salud mental, ya sea en los centros médicos o religiosos, reciben un
asesoramiento competente que cubra sus necesidades”.
Los datos
analizados en el estudio fueron obtenidos como parte del Proyecto Stride,
un gran estudio epidemiológico que investiga la relación entre el estrés, la
identidad y la salud mental en la población LGB y heterosexual.
Como datos
relevantes del estudio hay que destacar que el 17% de los encuestados
informó de un intento de suicidio. El promedio de la edad de
los intentos de suicidio coincidió con los principales hitos de la vida de una
persona (por ejemplo, la edad en que reconocemos nuestra identidad sexual).
El primer intento
de suicidio se produce a una edad media de 17 años. Las personas cuyo primer
intento de suicidio fue a mayor edad (después de la adolescencia) también
habían salido tarde del armario.
El estudio también
hace comparativas entre las razas y las etnias. Según se desprende, una
proporción significativamente mayor de caucásicos LGBT, un 58%, buscó
tratamiento de profesionales de la salud médica y mental antes de un intento de
suicidio, frente al 12% de los adultos de color y el 17% de latinos, pero
significativamente más negros (24%) que blancos (8%) y (7%) de latinos buscaron
tratamiento de consejeros religiosos o espirituales antes de un intento de
suicidio.
El estudio se
realizó en la ciudad de Nueva York entre los años 2004 y 2005, con el
apoyo del Instituto Nacional de Salud
Mental.
El Instituto
Williams, fundado en 2001, se dedica a realizar una investigación rigurosa e
independiente de la orientación sexual, de la identidad de
género y de las políticas públicas en EE.UU. Lo conforman un grupo de expertos
nacionales en Derecho de la Universidad de California, en Los Ángeles.
El Instituto se
creó gracias a la generosa donación del empresario, académico y filántropo, Charles R. “Chuck” Williams,
que aportó 2,5 millones de dólares a la causa. La mayor contribución económica
dada a cualquier institución en apoyo de un programa académico de estudio
orientado a gays y lesbianas. Durante la última década, la institución ha
recibido 13 millones de dólares para financiar sus trabajos.
(vía sentidog.com)
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