Tontamente creí que las guerras de religión eran cosa del pasado pero se han recrudecido en muchas partes del mundo con el temor consiguiente, pues no hay ser humano más fanático que el que defiende credos fundamentalistas.
Me impresionaron unas imágenes que salieron en una televisión de los cuerpos de las víctimas de la sinagoga de Jerusalén envueltos en sus chales de oración, con sus filacterias y cubiertos de sangre. Un asesinato que se celebró por todo lo alto en la franja de Gaza glorificando a los héroes que la habían llevado a cabo. Hasta ahora, salvo los rifirrafes en la explanada del Templo, las muertes llevaban un sello político pero la influencia del nuevo Estado Islámico ha llegado a los habitantes de Jerusalén que se habían quedado apartados de la lucha entre palestinos y judíos. La Ciudad Santa, en la que hay muchos lugares sagrados, se puede convertir en un polvorín en cualquier momento y de hecho en la explanada del Templo y en la gran mezquita Al- Aqsa ya ha habido varios episodios que no aventuran nada bueno en el futuro.
De esta escalada de la violencia en la zona se acusa a varios grupos: Hamas, la Yihad islámica, al presidente de Palestina, Mahmoud Abbas… pero no parece que hay un director de orquesta sino que la virulencia ha impregnado la ciudad y la menor chispa prende el fuego.
Pero lo que está pasando en Tierra Santa es un juego de niños comparado con los asesinatos en masa del proclamado nuevo Estado Islámico contra cristianos, judíos e incluso contra compañeros musulmanes, chiitas y alauitas, a los que consideran herejes. Las brutales prácticas y asesinatos que ejercen contra los que no ostentan su credo se han extendido a otros grupos en África, como Boko Haram.
¿Qué tendrá la religión que levanta tantos odios? ¿Es la falta de madurez la que produce la necesidad de eliminar al contrario? En nuestro suelo patrio, el resentimiento que demuestran los comentaristas contra algún bloguero, que se permite pensar distinto que ellos, también me sorprende. Suelen descalificar a la persona junto a su manera de pensar pues se sienten incómodos ante el parecer alternativo ¿el pluralismo cuestiona su fe? La verdad es que no acabo de comprender la razón pero alguna tiene que haber.
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