RICARDO
RÁBADE | SALAMANCA
El
prestigioso hispanista francés, exdirector de la Casade Velázquez y Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2014, Joseph Pérez, alertó ayer del
alarmante retroceso que se está produciendo actualmente en el mundo en la
necesaria separación entre la religión y la política, lo que está generando
«una vuelta atrás» en detrimento del laicismo del Estado.Todo ello está
salpicado por diferentes manifestaciones violentas, como sucede con el
escalofriante e imparable auge del yihadismo. En su opinión, el telón de fondo
que subyace en esta preocupante tendencia es que «cualquier religión siempre es
excluyente ya que se considera a sí misma como la única verdadera».
Joseph
Pérez efectuó estas profundas reflexiones con motivo de la conferencia que
pronunció en la Facultad de Geografía e Historia para inaugurar el VI Congreso
Internacional e Interdisciplinar de Jóvenes Investigadores, que se desarrolla
bajo el título genérico de ‘Las violencias y la historia’. El reputado
historiador abogó en todo momento por un concepto de Estado «laico y neutro»,
ajeno a las cuestiones religiosas. Lamentablemente se está volviendo en los
convulsos tiempos actuales a una «situación crítica y violenta», todo ello en
nombre de la religión y fusionada ésta con el poder.
El Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales apuntó como dato especialmente
llamativo que en el año 1905 se promulgó en Francia un decreto que establecía
no subvencionar ningún culto religioso, de manera que fuera cada confesión
religiosa la que se autofinanciara sin depender del erario público. Sin
embargo, también hoy en el país galo se está apreciando un retroceso.
Tolerancia
medieval
En su
exploración histórica, Joseph Pérez rememoró que durante la Edad Media se
toleraba que coexistiera el cristianismo con religiones minoritarias, como la
musulmana y la judía. Sin embargo, con el inicio de la Reconquista, los Reyes
Católicos decidieron expulsar a los judíos y se pulverizó ese actitud
tolerante. A partir de entonces, la Monarquía comenzó a considerar a quienes
profesaban otros cultos al margen del católico como sediciosos y enemigos del
Estado. Pérez aportó como hecho ejemplificante una misiva que envió Carlos V a
su hija, Juana La Loca, donde el monarca cargaba duramente contra los brotes
luteranos que afloraron entonces en Sevilla y Valladolid. En la carta, todas
estas personas eran catalogadas como rebeldes y auténticos opositores del
Estado. «A partir de entonces –aseveró– para ser un buen español había que ser
un buen católico». En Francia comenzó a ocurrir otro tanto en aquella época
bajo el reinado de Francisco I.
Durante su
alocución, Pérez reivindicó figuras históricas dentro de la Iglesia como
modelos a seguir a la hora de diferenciar el hecho religioso del poder del
Estado. Citó en este sentido a Fray Luis de León y al padre Suárez, quienes
creían ante todo en la idea de los buenos ciudadanos, «aunque si se era buen
cristiano, era todavía mejor». Curiosamente, en otras órbitas religiosas
también se persiguió a quienes no profesaban su culto, como le sucedió a Miguel
Servet, quemado en la hoguera en Ginebra por los protestantes bajo el auspicio
de Calvino.
El
vicerrector de Profesorado y Planes de Estudios de la Universidad, Mariano
Esteban, inauguró el congreso, junto con el decano de Geografía e Historia,
Javier Lorenzo; los directores de los departamentos de Historia Medieval,
Moderna y Contemporánea y de Arqueología, José Luis de las Heras y Enrique
Ariño, respectivamente, y el presidente de la Asociación de Jóvenes
Historiadores-Estudios Interdisciplinarios de la Usal, Pablo Poveda.
(vía elnortedecastilla.es)
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