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sábado, 30 de julio de 2011

Todo por la pasta

Quim Monzó

 

  Quim Monzó

El pasado septiembre, el Ministerio de Justicia español –a través de la subdirección general del Registro y Relaciones Institucionales de la dirección general de Cooperación Jurídica Internacional y Relaciones con las Confesiones de la subsecretaría de Justicia– denegó a la Iglesia pastafari su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas. El pastafarismo es una religión reciente, que nació en Estados Unidos durante la presidencia de George W. Bush, como reacción al intento de los conservadores de introducir en las escuelas el creacionismo cristiano presentándolo como si fuese científico. El dios del pastafarismo es un montón de espaguetis con dos albóndigas –el Monstruo de Espaguetis Volador– que vuela, es invisible e indetectable y creó el mundo en estado de embriaguez. Pronto el culto se expandió más allá de las fronteras estadounidenses, y hoy hay pastafaris en el mundo entero, básicamente ateos que fingen esa fe para guasearse de los cristianos que, en cualquier discusión religiosa, para salirse por la tangente, tienen siempre a mano el comodín de la fe y la infalibilidad bíblica.

El Ministerio de Justicia ha denegado a los pastafaris españoles su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas, y sus motivos son comprensibles: la documentación que presentaron no es rigurosa. Explica el ministerio que en la solicitud “no se aporta ninguna descripción de la base de fe de la religión pastafari”. Si no aportan ni eso, ¿cómo quieren que los reconozcan? Ya les será difícil demostrar que, paródica o no, es una religión y no una parodia de religión, como para equivocarse de entrada en cosas tan simples. En sus webs, los pastafaris españoles anuncian que lo intentaran de nuevo, esta vez con asesoramiento legal. Mientras se ponen a ello, podrían ir tomando ejemplo del austriaco Niko Alm, un empresario de 35 años que hace tres se enteró de que, en los documentos oficiales de su país (de identidad, de conducir...), hay que llevar la cabeza descubierta, pero, si eres musulmana o monja católica, no es necesario. Si eres una de esas dos cosas, puedes hacerte la foto con la cabeza cubierta por un velo o una toca y no pasa nada. Indignado por esa discriminación, Niko Alm inició una batalla legal. Su argumento es que el colador –el grande, el que sirve para espaguetis– es el tocado oficial de los pastafaris. Las autoridades de tráfico lo tomaron por loco y le hicieron pasar un test psicológico, a ver si estaba capacitado para conducir. Lo pasó sin ningún problema, verificaron que realmente es miembro de la Iglesia pastafari austriaca y, en consecuencia, tuvieron que aceptar su razonamiento. Hoy, Niko Alm exhibe orgulloso su carnet de conducir, en el que aparece con un colador de plástico rosa en la cabeza. Ganada esta batalla, ha anunciado la siguiente: conseguir la legalización de la Iglesia pastafari en Austria. Quizá los pastafaris españoles deberían hacer como él y empezar por reivindicar el derecho a aparecer en los documentos oficiales con un colador en la cabeza, igual que las musulmanas y las monjas católicas. Nunca es conveniente empezar la casa por el tejado.

(vía lavanguardia.com)

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