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viernes, 18 de noviembre de 2011

La religiosidad surgió para fomentar el autocontrol, sugiere un estudio

Cuatro experimentos demuestran que los condicionamientos religiosos ayudan a aceptar lo desagradable, a resistirse a las tentaciones y a restaurar ciertas capacidades cognitivas

 

A pesar de que una gran mayoría de las personas de este mundo practica alguna religión, la causa del desarrollo de la religiosidad en nuestra especie aún no ha podido ser completamente definida por la ciencia. Los resultados de una serie de experimentos, realizados por científicos de la Universidad Queen de Canadá, sugieren ahora que la religiosidad podría haber surgido para fomentar el autocontrol de los individuos y, con él, algunos comportamientos sociales valiosos.

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Por Marta Lorenzo.

La gran mayoría de las personas de este mundo practica alguna religión. El pasado mes de julio, una encuesta realizada por Ipso Mori revelaba que siete de cada diez individuos de nuestro planeta es religioso y, el año pasado, la encuesta Gallup constataba que la religión es importante para el 84% de los habitantes de nuestro planeta.
A pesar de la importancia que la religión parece tener para nuestra especie, hasta hoy no se ha dado una explicación científica definitiva sobre el fenómeno religioso.
Hay, eso sí, diversas teorías que señalan como origen de dicho fenómeno la evolución, la predisposición natural del ser humano a buscar un sentido o la neurología, entre otras causas.

Aceptar lo desagradable

Según publica la web de la Association for Psichological Science (aps), recientemente, psicólogos de la Universidad Queen de Ontario, en Canadá, han propuesto una nueva explicación sobre el origen de la religión e, incluso, han ofrecido algunas evidencias científicas preliminares que soportan su teoría.

El investigador Kevin Rounding y sus colaboradores argumentan que el fin primordial de las creencias religiosas sería mejorar los procesos cognitivos básicos de nuestro autocontrol. Estos procesos promoverían una serie de comportamientos sociales valiosos.

Los científicos probaron esta teoría en cuatro experimentos bastante simples, en los que aplicaron mediciones clásicas del autocontrol.

En el primero de ellos, los investigadores utilizaron un juego de palabras para imprimir en algunos de los participantes (pero no en otros) pensamientos inconscientes sobre religión. Después, les pidieron a todos los voluntarios que bebieran una mezcla de zumo de naranja y vinagre, poco a poco.

A los participantes se les dijo que podían parar de beber en cualquier momento, y que se tomaran todo el tiempo que quisieran. Además, se les hizo creer que se les pagaría una pequeña cantidad de dinero por cada trago que ingirieran del brebaje.

La cantidad que bebió cada participante sirvió en realidad para conocer su autodisciplina. Cuanto más bebieron los voluntarios, mayor era su autocontrol. Los científicos constataron que aquellas personas con pensamientos religiosos en su mente realizaron esta desagradable tarea durante más tiempo que el resto.

Dado que se cree que la sociedad y la religión nos impelen a tolerar muchas cosas que no nos gustan particularmente, en nombre del bien común, los científicos canadienses han interpretado estos resultados como evidencias de la capacidad de la religión de promover un tipo particular de autocontrol.


Aguantando la tentación

Otra manera de autocontrol, quizá la más familiar, es la de retrasar la gratificación o la de resistir la tentación inmediata para esperar una recompensa mayor, que llegará más adelante.

En otro de los experimentos realizados, los investigadores volvieron a condicionar a algunos de los voluntarios con palabras religiosas ocultas. Después, les dijeron que no se les pagaría su participación en el experimento ese mismo día, sino que podían volver al día siguiente a cobrar sus cinco dólares. Si querían cobrar seis dólares en lugar de cinco, debían pasar a por su dinero a la semana siguiente, añadieron.

Según la aps, este tipo de experimentos se usa mucho en laboratorio para medir la autodisciplina frente a las tentaciones. Los resultados en este caso fueron los siguientes: el doble de voluntarios condicionados por las palabras religiosas fue a recoger el dinero una semana después, en comparación con los participantes no condicionados.
El autocontrol es costoso, porque consume muchos recursos mentales. Investigaciones recientes han demostrado que nuestra potencia cognitiva –en forma de glucosa, “combustible” del cerebro- es limitada.

La mente y el cerebro pueden llegar a fatigarse, de la misma forma que los músculos, y cuando se agotan, el autocontrol normal se deteriora. Un tercer experimento fue elaborado a partir de este proceso de deterioro del autocontrol, conocido como “agotamiento del ego”. Con él, los científicos quisieron ver si personas cognitivamente agotadas podían ser “recargadas” con recordatorios religiosos.

Restauración de las capacidades cognitivas

Para determinarlo, se pidió a la mitad de los voluntarios que realizaran una tarea mental agotadora, mientras escuchaban música alta. Después, a la mitad de estas personas cansadas por la tarea, y a otro grupo de personas que no habían hecho la tarea, se les imprimió contenido mental religioso, utilizando de nuevo palabras religiosas.
Todos los participantes tuvieron que hacer después un conjunto de puzzles geométricos que eran imposibles de resolver, aunque esto último ellos no lo sabían. Esta tarea imposible se usó para probar la persistencia de los participantes ante las grandes dificultades, otra medida del autocontrol.

Los resultados en este caso fueron los siguientes: entre aquéllos que estaban mentalmente agotados, los condicionados por las palabras religiosas intentaron durante más tiempo la tarea imposible (lo que, según los investigadores señala que el condicionamiento religioso restaura la capacidad cognitiva). El rendimiento de este subgrupo fue incluso similar al de los voluntarios que no se habían cansado mentalmente.

En el cuarto y último experimento los resultados, sin embargo, fueron ambiguos. Los investigadores se preguntaban si, además de la religión, factores como la intuición moral o las preocupaciones relacionadas con la muerte podían también fomentar el autocontrol.

La moralidad tiene el mismo efecto

Para tratar de averiguar si era así, los científicos aplicaron en este caso una tarea de autocontrol llamada “tarea Stroop”, que consiste en identificar rápidamente la tinta de palabras impresas, en lugar de leerlas. Esta tarea es muy difícil, y requiere de esfuerzo mental y de autocontrol.

En este caso, como en los otros, se condicionó antes de la prueba a algunos de los participantes con palabras religiosas, a otros con términos morales (como virtud o justicia) y a otros con palabras relacionadas con la mortalidad (mortífero o tumba, entre otras). Después, todos realizaron la tarea Stroop en un ordenador, que también midió el tiempo de reacción de los participantes y la exactitud de sus respuestas.

Los resultados en este caso demostraron que aquellos voluntarios condicionados con palabras religiosas ejercieron un autocontrol mucho mayor que las personas condicionadas con palabras sobre la muerte.

Sin embargo, las personas condicionadas con palabras religiosas no se diferenciaron estadísticamente de aquéllas condicionadas con palabras morales, lo que sugiere que la activación de una sensibilidad moral implícita podría tener los mismos efectos que la religión, señalan los autores del estudio.

Mecanismo cognitivo aún por definir

Lo que no ha quedado claro en esta investigación es cuál es el mecanismo cognitivo por el que la religión influye en el autocontrol. Una posibilidad es que la religión provoque que los individuos tengan más presente la existencia de un Dios siempre vigilante, y esto potencie su auto-vigilancia.

Otra posibilidad sería que los condicionantes religiosos activasen las preocupaciones sobre el castigo sobrenatural. Una explicación más secular sería que el condicionamiento religioso haga que las personas se preocupen más por su reputación dentro de la comunidad y, por tanto, por controlarse para actuar adecuadamente.

Cabe destacar que casi un tercio de los individuos que participaron en estos experimentos se declararon a sí mismos como ateos o agnósticos, lo que sugiere que el potente efecto del condicionamiento religioso no tendría nada que ver con la sugestibilidad de los más devotos.

(vía tendencias21.net)

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