Seamos sinceros: donde se ponga un buen chisme que se quite la prima de riesgo. Si, además, en el enredo están implicados un cura en apuros, una mentira piadosa, un lujoso crucero yéndose a pique, un capitán cobarde, otro con malas pulgas y todos los parroquianos de un pueblo lombardo haciéndose cruces, entonces el éxito del chisme está asegurado.
Resulta que Massimo Donghi, don Max para los amigos, es el párroco de Besana Brianza, una localidad de unos 15.000 habitantes de la provincia de Monza, al norte de Italia. Hace unos días, el apuesto cura se despidió de sus feligreses diciéndoles que se iba de retiro espiritual. Una semanita de nada, lo justo para poner al día la relación con el Jefe. El caso es que el retiro iba viento en popa hasta el pasado sábado.
Aquella mañana, Italia se despertó sobresaltada por el naufragio -la noche anterior- del Costa Concordia frente a la isla de Giglio. Las imágenes impresionantes del buque, el relato de los supervivientes, el caos todavía sin aclarar de los desaparecidos, la cifra creciente de muertos… Tras llegar a la costa, la primera reacción de la mayoría de los náufragos fue ponerse en contacto con sus familiares para avisarles de que se habían salvado. Es lo que hizo una muchacha de Besana Brianza a través de su cuenta de Facebook: "He conseguido llegar a tierra en una lancha salvavidas del Concordia junto a la abuela y al tío".
¿Al tío? ¿Pero el tío, nuestro Don Massimo, no estaba de retiro espiritual? Pues no exactamente. O tal vez sí, pero desde luego no en un monasterio apartado del mundanal ruido ni mucho menos en una cueva del desierto alimentándose de langostas, sino en el Costa Concordia, 17 pisos de lujo y fiesta continua, casino y bañeras de hidromasaje, un capitán llamado Schettino…
La mala suerte, confabulada con ese invento infernal llamado Facebook, ha puesto en un buen apuro a don Massimo, que ahora tendrá que volver a Besana Brianza y explicarles a sus parroquianos que cuando dijo retiro quiso decir crucero por el Mediterráneo, que todos somos hijos del pecado y que pelillos a la mar…
Fuente | El país
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