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martes, 18 de diciembre de 2012

Hitchens: alegato contra la religión

ARNOLDO KRAUS

Christopher Hitchens murió en diciembre de 2011 víctima de cáncer de esófago. Al igual que la mayoría de las personas afectadas por esos tumores, su supervivencia fue escasa (entre el diagnóstico y la muerte transcurrió poco más de un año), y complicada (dolor, hospitalizaciones, esperanzas truncadas, infecciones, sufrimiento). Sus detractores, a pesar de ser religiosos devotos, o más bien, por serlo y no aceptar "a sus otros", se alegraron del destino del polemista e inundaron su blog con satrapías harto conocidas cuyo eje podría resumirse en odio e intolerancia.

El odio de las personas arrobadas por la fe no era gratuito: Hitchens había publicado libros harto provocadores. Dios no es bueno. Alegato contra la religión, The Missionary Position: Mother Theresa in Theory and Practice, y Dios no existe, son algunos de los títulos cuyo core encendía los ánimos de algunos religiosos. El cáncer de esófago fue para los fanáticos una muestra de la existencia de dios: Hitchens debía morir por sus querellas contra la divinidad. El cáncer de esófago fue para los librepensadores una pérdida: muchos de sus escritos, relacionados o no con dios, tenían la virtud de provocar y sembrar disenso.

A Hitchens le irritaba la sumisión. Consideraba que la sumisión y el servilismo debían ser parte de la prehistoria. Sostenía que "se puede vivir una vida ética sin religión". Quienes consideramos que la ética laica debería ser el motor del mundo, que el humano es el cáncer del humano, y los humanos el cáncer de la Tierra, pensamos que diseminar la ética, libre de credos religiosos es una de las últimas esperanzas para disminuir el caos social y planetario. La apuesta, "vivir una vida ética sin religión", pierde cada día posibilidades. Mirar el mapamundi y teñir de rojo las áreas dónde la religión domina la voluntad es ejercicio necesario; son muchos los rincones donde la violencia por cuestiones de fe dictamina quienes deben ser asesinados.

Ni el ateísmo, ni el agnosticismo, ni la falta de fe en un dios todopoderoso y omnipresente son condiciones que disminuyan el valor de las personas o impidan la forja de valores éticos y morales. Los ultras judíos, católicos o musulmanes han triunfado al agruparse y generar, dentro de sus acólitos, escuelas donde el fanatismo es la única ley; quienes apostamos por la ética laica hemos fallado: no existen escuelas donde se pregone y contagie la ética laica.

La ética laica debería ser materia escolar desde el primer año de la escuela hasta el último de bachillerato, sin descontar, que en la Universidad, el acercamiento ético a incontables problemas y preguntas también debería ser obligado. En ese campo, lid para los fanáticos religiosos, la ética ha perdido: el proselitismo y las horrendas acciones llevadas a cabo en nombre de la fe han triunfado. Se mata y se denuesta en nombre de dios. Se impiden poco las matanzas y las estigmatizaciones en nombre de la ética.

El embrollo es inmenso, no sólo por la falta de visibilidad y poder de quienes pregonan la ética como instrumento para detener la barbarie, sino porque quienes ejercen su fe con mesura, sin buscar la muerte de ateos o practicantes de otros credos, han perdido la batalla contra los radicales. La sordera de los fanáticos impide cualquier diálogo. Cobijado por un escepticismo construido por el tufo mundial, y sin aceptar el triunfo de las fuerzas radicales, considero que la única solución posible para menguar el poder de los fanáticos religiosos radica en unir religiosos no fanáticos con eticistas laicos. Esa simbiosis podría aminorar la maldad y dignificar al ser humano.

Christopher Hitchens era un ateo profesional. Su ateísmo lo explicó en sus libros. Creía en la razón, en el disenso, en la ciencia y en el ser humano libre. Sus argumentos buscaban mejorar la condición humana. "Nos conformamos con vivir sólo una vez, salvo a través de nuestros hijos, por quienes nos alegramos absolutamente de sentir que debemos abrir camino. Especulamos con la idea de que al menos es posible que, una vez que las personas acepten el hecho de que sus vidas son cortas y penosas, tal vez se comporten mejor unos con otros, y no peor. Estamos seguros de que se puede vivir una vida ética sin religión. Y de hecho sabemos que el reverso es cierto: que la religión ha causado que innumerables personas no sólo no se comporten mejor que otras, sino que se concedan licencias para comportarse de formas que dejarían estupefacto al regente de un burdel o a un genocida".

La cita anterior proviene de Dios no es bueno. Alegato contra la religión (Debate, 2008). El alimento de esa reflexión surge de "otra lectura de la vida", la de un analista del mundo que mira con estupefacción cómo nos acercamos al barranco. Esa lectura marca la línea divisoria entre fanáticos religiosos y eticistas laicos. Hitchens da para más. Estiraré el papel la próxima semana. Sus reflexiones sobre salud, y otros temas, salpicadas por sucesos actuales, bien lo valen.

(vía elsiglodetorreon.com.mx)

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