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domingo, 6 de enero de 2013

El papa, los sarasas y las tortilleras, con la paz del mundo

Soy muy fan de este señor, de este papa. Es el rey de los ciegos. Porque no es capaz de ver, ni de denunciar, la pedofilia entre sus filas.

belen sin buey ni mula Paz Quintero | Opinión

De nuevo, la sorpresa que no nos sorprende. En un giro inesperado de los acontecimientos (ojo, estoy siendo irónica), el papa culpa de los males del mundo, del calentamiento global y del constante desafinar del de Los Pecos en el programa de televisión Tu Cara Me Suena a los homosexuales. ¡Yupi!

Las últimas lindezas que Su Santidad nos dedica en su mensaje anual de Navidad son de traca. Ha atacado especialmente la postura positiva que países como Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña han tenido en relación a la aprobación del matrimonio igualitario, dando a entender que estos estados van en contra de la unidad familiar tradicional.

Y remarcó que aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la eutanasia son una amenaza para la paz mundial. Es decir, que la carrera armamentística nuclear, los extremismos religiosos y fanáticos, la venta de armas a países con guerrilla y la crisis económica mundial -creada principalmente por bancos, como el del Estado Vaticano (oh, sorpresa, sorpresa)- no son los causantes del hambre, la violencia y la extrema pobreza en el mundo, sino los sarasas y las tortilleras por el hecho único de existir y mariposear con sus semejantes.

Si matrimonio entre homosexuales no es matrimonio, Belén sin mula ni buey, tampoco es Belén. Que lo llamen otra cosa.

Soy muy fan de este señor. Es el rey de los ciegos. Porque no es capaz de ver, ni de denunciar, la pedofilia entre sus filas, las intrigas internas que ha sacado a la luz el caso Vatileaks, el riesgo de no aceptar el uso del preservativo en países con alto índice de VIH, ni de aceptar los cambios sociales que acentúan la desigualdad entre los miembros de su Iglesia, los cuales se vuelven más opulentos cuanto más arriba de la pirámide de poder están, como cualquier empresa multinacional (y eso que supuestamente deberían ser humildes, como la vida que llevó el hombre al que veneran).

Para rematar la faena, además ponen en tela de juicio la naturaleza de los propios homosexuales, acusando al colectivo de manipular la identidad de género que Dios les dio para adaptarla a sus preferencias. Festival del humor.

Me encantaría poder decirle a este señor que, antes de meterse a mirar con lupa lo que tengo yo en mi casa, con quién me acuesto y por qué decido tener una familia como los demás, coja una gran escoba y barra dentro de su Iglesia. Consejos vendo y para mí no tengo. Ole con ole. Pero vaya, que yo también puedo ponerme quisquillosa como él y afirmar que, si la familia que yo quiero formar con otra mujer no puede llamarse matrimonio, sino otra cosa, un portal de Belén, sin mula y sin buey, tampoco es un belén. Que lo llamen otra cosa.

(vía cascaraamarga.es)

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